lunes, 28 de abril de 2025

Viva

Si algo se llevó Klaus Dinger de Neu! a La Düsseldorf —aparte del motorik— fue la capacidad de sorpresa y la alergia a las frases hechas. El segundo disco del grupo teutón (Viva, 1978) lo deja claro cuando analizamos por separado sus seis pistas: ¡qué capacidad para huir de clasificaciones y reinventarse continuamente en un solo elepé!, ¡qué desprecio por los lugares comunes en los que tan cómodo se siente el oyente para el que los patrones musicales son los que dicta el estilo al que se adscribe cual las órdenes las sectas o los medios de comunicación de masas!

Viva abre y titula el elepé a ritmo de techno rock y estribillo para celebrar. Antes de finalizar se funde con White Overalls, trallazo punk/glam seguido del instrumental Rheinita, cerca de ocho minutos en los que el techno recibe tratamiento kraut (o el kraut tratamiento techno) y las concomitancias con Kraftwerk (banda en la que militó, como es sabido, Dinger en sus inicios) son evidentes. Si en los álbumes de Neu! habíamos escuchado el agua o el viento, aquí es el sonido de los pájaros el que constituye esa miniatura que es Vögel. El motorik, ya lo decíamos, asoma en Geld, aunque en su versión punk rock, subgénero que ya habían anunciado tanto Neu! como La Düsseldorf en su homónimo debut y a quien nadie puede extrañar que asome por segunda vez por aquí.

Pero por encima del resto destacan en Viva los veinte minutos de Cha Cha 2000, tour de force de jubilosa musicalidad. Si hasta este momento habíamos escuchado las voces, percusiones, guitarras y teclados de Klaus Dinger, la percusión de su hermano Thomas, las voces y percusión de Hans Lampe y el bajo de Harald Konietzko, que se había agregado en Geld, aquí se suma el piano de Andreas Schell, cuyas teclas van a ser protagonistas del  extenso interludio que interrumpe a mitad de camino la efusiva marcha de techno pop progresivo que domina el tema y que se encarga de llevarnos felices hasta el final. El de un trabajo que en los estertores del krautrock clásico todavía lo defendía con dignidad.



jueves, 24 de abril de 2025

Baby Stardust

No hay desperdicio alguno en la colosal obra que los japoneses Thee Michelle Gun Elephant dejaron grabada durante su imprescindible carrera. Si de gran parte de sus álbumes ya hemos dejado constancia en Ragged Glory, en esta ocasión despellejamos un single de 2000. Encabezado por el corte que le da título, Baby Stardust es un artefacto de tres piezas que refleja como sus plásticos largos la autoridad y el salvajismo de los autores de Chicken Zombies. La primera practica una especie de high energy rockabilly que puede pasar, directamente, por punk rock o hardcore. Vegas Hip Glider cultiva el high energy y el hard rock como si no hubiera un mañana o como si Dr. Feelgood, MC5, AC/DC y The Cult hubiesen sumado su energía para luego duplicarla. Rockabilly y ska se dan cita en la festiva, a pesar de su título, Musashino Elegy, tercera y última canción que, sin ser tan potente como las dos que la han antecedido, no renuncia al sello eléctrico de un grupo que gobernó el lenguaje del rock and roll a finales del siglo XX.

lunes, 21 de abril de 2025

Stravinski y la música

Si para celebrar las entradas números 200, 500 y 1000 de Ragged Glory utilicé textos de —respectivamente— Alejo Carpentier, Rafael Sánchez Ferlosio y Julio Cortázar, tres de los grandes escritores en castellano, cuyos leitmotivs, nunca mejor dicho, eran el rock and roll y el jazz, para la 1500 he escogido esta reflexión sobre la música de uno de los compositores más brillantes de todos los tiempos, Ígor Stravinski. Reflejadas en las Crónicas de mi vida, las palabras del músico ruso se alejan de cualquier tipo de sentimentalismo vacuo y establecen una tesis que, muy discutible en cuanto a su vinculación con el tiempo, viene a defender la forma sobre otras significaciones o valores artísticos o creativos.

"No eran las anécdotas, a menudo truculentas, ni las imágenes o las deliciosas metáforas siempre imprevistas lo que me seducía de estos versos sino el encadenamientos de las palabras y las sílabas junto con la cadencia que se produce y el efecto que causa en nuestra sensibilidad, un efecto semejante al de la música. Pues, por su esencia, pienso que la música es incapaz de expresar nada en concreto: un sentimiento, una actitud, un estado psicológico, un fenómeno de la naturaleza, etc. La expresión no ha sido nunca propiedad inmanente de la música. La razón de ser de la primera no está condicionada en absoluto por la segunda. Si, como siempre es el caso, la música parece que expresa algo, eso no es más que una ilusión, pero nunca una realidad. Es simplemente un elemento adicional que, por una convención tácita e inveterada, le hemos otorgado, impuesto, a modo de etiqueta; un protocolo, en resumidas cuentas, un envoltorio que, por costumbre o por inconsciencia, hemos llegado a confundir con su esencia.

La música es el único campo donde el hombre materializa el presente. Por una imperfección de su naturaleza, el hombre está condenado a sufrir el transcurso del tiempo, con sus categorías de pasado y futuro, sin lograr jamás hacer real, por ende estable, su categoría de presente.

El fenómeno de la música nos es dado con el único fin de instituir un orden en las cosas y, por encima de todo, un orden entre el hombre y el tiempo, lo que requiere forzosa y únicamente una construcción. Hecha la construcción, alcanzado el orden, todo está dicho. Buscar o esperar otra cosa sería en vano. Es precisamente esta construcción, este orden alcanzado, lo que produce en nosotros una emoción de unas características muy especiales, que nada tiene en común con nuestras sensaciones más ordinarias o nuestras reacciones frente a las impresiones de la vida cotidiana. La mejor manera de definir la sensación producida por la música es comparándola con la que provoca en nosotros la contemplación de la combinación de formas arquitectónicas. Goethe lo entendía perfectamente al manifestar que la arquitectura es una música petrificada."

jueves, 17 de abril de 2025

Have You Seen My Baby?

El R&B pasado por el cedazo de Randy Newman que abría 12 Songs es convertido en el pelotazo de high energy rock and roll que encabeza el single de 1971 del que hoy hablamos. Maestros en la materia, los Flamin Groovies habían endurecido su sonido, tras contactar con MC5 y los Stooges, en su segundo elepé, el fantástico Flamingo, energía cruda que se mantiene en la versión de Newman, también parte de su tercer y no menos sobresaliente plástico, Teenage Head. La cara B del sencillo la ocupa otro corte de dicho trabajo, el espléndido Yesterdays Numbers, suerte de colisión de garage y blues de sabor stone y letra agridulce que redondea este plástico pequeño de una de las mejores bandas que ha dado la música del diablo.

lunes, 14 de abril de 2025

Communion

Esa gran farsa que es la publicidad, en su sentido más amplio, parece observarnos desde la portada y las fotografías del libreto de Communion (2008). Ligada a una melancolía no exenta de ironía, escuchar la música del quinto y doble álbum de The Soundtrack Of Our Lives mientras se miran esas imágenes de cuerpos aseados, sonrientes e inmunes al dolor existencial es como atracar un banco sin armas esperando que los trabajadores de la entidad y los clientes —pendientes de hacer una gestión de la que siempre van a salir perdiendo— se asusten y colaboren ante el temor y la amenaza de que un proyectil metálico termine con su vida. De tamaña esquizofrenia surge, claro, la tensión artística que durante una hora y media y veinticuatro canciones se desprende de una obra que, sin estar quizá a altura de los tres primeros e imprescindibles discos del grupo sueco, vuelve a poner sobre la mesa la personalidad de uno de los sextetos más lúcidos habidos en el tránsito del siglo XX al actual.

Construido a partir del mejor rock de la década de 1960, el imaginario de los autores de Welcome To The Infant Freebase es de la suficiente enjundia como para que su noble alcurnia acabe convertida en homenaje o plagio (caso común en tantas bandas): es simplemente una base sobre la que construir un universo sonoro indiscutiblemente propio en el que hay maestros y no héroes, enseñanzas y no dogmas, admiración pero no sumisión. El extenso y exaltador inicio de Babel On hace que nos reencontremos con el sello inconfundible de TSOOL, pop melódico y psicodélico lleno de matices armónicos e instrumentales en el que hallamos retazos de los Who, Pink Floyd, los Doors, los Beatles, Procol Harum o la Jimi Hendrix Experience, pero en el que asimismo hay inesperados riffs de AC/DC (Distorted Chid); una espectacular lectura del Fly de Nick Drake reconvertido al credo de los de Gotemburgo; bossa nova lisérgica mezclada con rock and roll grandilocuente (Pictures Of You, una absoluta joya); orquestaciones más y menos prominentes (Songs Of The Ocean y Lifeline), o ensoñaciones instrumentales de querencia raga (Digitarian Riverbank).

Con la vista puesta en la esperanza y no en la derrota, The Passover culmina cargada de emoción Communion, elección que se enfrenta al mundo-trampa, al mundo-engaño de la pareja madura que aparenta felicidad (nórdica) en la cubierta de un trabajo doble de mucha calidad que demuestra que la música popular puede ser sinónimo de arte mayor aunque a veces lo sea de estulticia y de dejadez creativa. El penúltimo paso de una carrera ejemplar y muy superior a otras contemporáneas de mayor renombre pero menor riqueza y credibilidad.



jueves, 10 de abril de 2025

Nitro Burnin' Funny Daddy

Una de las grandes figuras del rock and roll estadounidense de los últimos cuarenta y cinco años, ahí es nada, ya ha pasado por aquí con los Stray Cats y con su orquesta, así que toca hablar de Brian Setzer en solitario, en concreto de ese notable disco de 2003 llamado Nitro Burnin' Funny Daddy. Merece análisis detallado por su variedad y vibrante musicalidad, la de un trío encabezado por la voz y la guitarra de Setzer que viaja a lugares diferentes al rockabilly y el swing a los que habitual y lógicamente se asocia a nuestro hombre.

No obsta lo dicho para que Sixty Years, apertura del álbum, practique el rockabilly, pero en su vertiente high energy, potente tema al que sigue el espectacular Don't Trust A Woman (In A Black Cadillac), hard rock and roll para pinchar al máximo volumen. When The Bells Don't Chime y su irresistible y pegadiza melodía nos transporta a territorio vaquero (banjo incluido), country & western que cabalga a hombros de la batería de Bernie Dresel y el contrabajo de Johnny Hatton, que ya era hora de nombrarles. That Someone Just Ain't You es una buena balada en la que hacen coros Joie Shettler y Julie Reitten, y Rat Pack Boogie, un instrumental que sirve básicamente para que Setzer se luzca a las seis cuerdas sin negar la prestancia de Dresel y Hatton. Ring, Ring, Ring es inequívocamente rockabilly, salvaje corte al que se suma el más relajado pero infeccioso y bailable Drink Whisky And Shut Up. Smokin' 'N Burnin' es puro hot rockin' a la manera de los Cats mientras que la adaptación del Wild Wind escrito por Terry Gylkison bien pudiera ser una canción de la banda sonora de una película del oeste. La segunda balada del trabajo, St. Jude, correcta pero inferior a That Someone Just Ain't You, nos dirige al final, al que se llega mediante el doo-wop y To Be Loved y una revisión de When The Bells Don't Chime que añade entre paréntesis las palabras Banjo Mix, suficientemente explícitas para que hagan falta mayores explicaciones. Decimosegunda pieza de un Nitro Burnin' Funny Daddy que, en mi opinión, vale bastante la pena sin ser, por supuesto, una obra maestra.

lunes, 7 de abril de 2025

Portrait Of An American Family

Ampuloso y agresivo, el sonido del debut de Marilyn Manson (Portrait Of An American Familiy, 1994) anuncia lo que será el siguiente y magistral Antichrist Superstar, conducida asimismo la banda desde los controles por Trent Reznor. Rock pesado de aliento industrial, al mismo tiempo de su época y personal, no es de extrañar que Wrapped In Plastic, por ejemplo, recuerde a Soundgarden, Alice In Chains, Jane's Addiction e, incluso y forzando un tanto la máquina, a Birthday Party sin dejar de expulsar por todos sus orificios la fórmula del grupo.

Pero no nos adelantemos. Este mordaz, procaz y satánico "retrato de una familia americana" lleva ya varias canciones antes de llegar a su octavo corte. El glam gótico y retorcido de Cake And Sodomy ha hecho retumbar las paredes de la casa y el funk metal de Lunchbox nos ha noqueado con su agresivo estribillo, tras un breve Prelude (The Family Trip), marcando ambos temas el camino de excesos verbales y musicales que va a seguir el álbum al completo. No conoce tregua en su discurrir tajante de oscuridad morbosa, electricidad desbocada e himnos demoníacos, los Estados Unidos más negros diseccionados con humor aún más negro y bestia. Dominado por los medios tiempos cargados de tensión, solo en Dogma pisa el acelerador el trabajo, velocidad punk que se agradece por el contraste y porque la canción no baja el nivel (más bien al contrario). Sweet Tooth, acto seguido, recupera la orientación mayoritaria armada de esos riffs heredados de Black Sabbath y filtrados por el grunge.

Tres temas se suceden hasta completar los trece que contiene Portrait Of An American Family, garantes de la coherencia formal y el acierto compositor, además de añadir ciertos matices post punk y no wave que enriquecen el disco. Como no podía faltar en un CD de los noventa, Misery Machine, la última canción, se alarga durante siete minutos una vez finalizada a los cinco y medio mediante un teléfono que no deja de sonar hasta que se escucha a la madre de un fan de Marilyn Manson decir a un contestador automático que no quiere que su hijo vuelve a recibir ningún "material pornográfico" más de la banda o tomará medidas legales. No se podía esperar menos de un "retrato" tan macabro y tan crítico con la sociedad que ve en sus autores el peligro. La advertencia a los padres en la portada (y de la portada) —ridícula y estúpida ad nauseam— no deja lugar a la duda.



jueves, 3 de abril de 2025

Sonic Trash, Víctimas Club

Split de 2023 publicado por El Beasto, este elepé compartido por Sonic Trash y Víctimas Club habla del alto nivel de vizcaínos y alaveses, cuatro cortes de los primeros y tres de los segundos que se suman y complementan aunque cada uno ocupe su espacio propio, el de una y otra cara del vinilo.

Serindipia arranca la mitad de Sonic Trash con un ritmo moderado de maneras post rock que, al alcanzar su ecuador, acelera para insuflar energía y emoción al tema. Ginebra sigue un esquema similar pero yendo y volviendo de la calma tensa a la tensión eléctrica y destacando el papel de las teclas de Ekaitz Hernández. El garage noise de Harma tiro punk añade variedad y jaleo antes de que Algoritmos dé por finalizado el turno de Sonic Trash con un trallazo de post punk.

No menos post punk hay en Chicas que, primera canción de Víctimas Club cuyo estribillo ("Sin posición social / Celebrando una victoria parcial") es de ésos que dan ganas de gritar en compañía de Pela. Velocidad y brevedad van de la mano en Humillante Speed, tremebunda soflama punk que contrasta radicalmente con Tratando con desprecio a unos pocos, que se inicia con una teclas y una guitarra amenazantes hasta que se zambulle en una peculiar amalgama de rock, funk y jazz que constituye, en mi opinión, la mejor de las siete piezas ofrecidas por ambos y convivientes grupos. Precisamente la que cierra un trabajo en común cargado de calidad y muy recomendable.