lunes, 30 de agosto de 2021

She Comes In Colors

Madre del She's A Rainbow de Mick Jagger y Keith Richards, She Comes In Colors (1966) es una joya sin igual de pop psicodélico que muestra en menos de tres minutos lo alto que voló Love. Pop y psicodelia que se infiltran en la melodía, la letra y los arreglos de los instrumentos, en especial esa flauta que toca Tjay Cantrelli y que deviene esencial en el sonido y la dinámica de la canción, que fluye mágica dentro de una estructura perfecta. Aunque no esté compuesta por Arthur Lee sino por Bryan MacLean, Orange Skies es la pareja ideal de She Comes In Colors en la cara B, por estilo, duración y protagonismo de la flauta; otra maravilla con posos de lounge y bossa nova que junto con su compañera de single y cuatro temas más formará parte de la extraordinaria primera mitad del segundo e inolvidable elepé de la banda californiana, Da Capo. En poco tiempo Forever Changes llamaría a la puerta para situar a sus autores en el mismo lugar que Beatles, Velvet Underground o los tácitamente mencionados y por la protagonista de esta entrada influidos Rolling Stones. Solo por si alguien no lo sabe todavía, claro.



miércoles, 25 de agosto de 2021

King Of The Blues

Previo al magistral My Kind Of Blues, King Of The Blues (publicado por Crown Records en 1960) es casi el reverso de aquél, aunque las portadas tan parecidas nos hagan creer que el contenido que vamos a encontrar sea idéntico. Si en el primero de los elepés iba B.B. King a poner en pie un blues sobrio en el que predominaban las versiones, en el segundo el mítico músico norteamericano había incluido diez canciones de su cosecha y se había rodeado de unos vientos que añadían grasa y calorías al esqueleto que guitarra, piano y base rítmica constituían. Los instrumentos de metal dan un toque festivo a la función y adquieren mucha importancia en el sonido definitivo del álbum, sugerente jump blues que no oculta, por supuesto, la voz y la guitarra del autor de Singin' The Blues, siempre dispuesto a exhibir su peculiar estilo de puntear las seis cuerdas. De su primera a su última canción, King Of The Blues es una gozada que en solo media hora se vale y se sobra para mostrar sus virtudes, quizá no tantas como de las que B.B. King presume en I'm King —breve corte que clausura el trabajo llevando el autobombo a un paroxismo desternillante—, pero absolutamente suficientes para recomendarlo al lector que todavía no se haya topado con él y tenga interés en la obra de nuestro hombre.

lunes, 23 de agosto de 2021

Roll With You

Copista aventajado o perpetuador de una saga (o ambos), Eli "Paperboy" Reed se mostraba con su segundo disco como dominador de las claves del soul a mayor gloria de Otis Redding, James Brown, Wilson Pickett y otros de similar sonido y vozarrón. En compañía de los True Loves, Paperboy publicaba en 2008 Roll With You, álbum que bien podía parecer una grabación rescatada de los años sesenta liderada por algún desconocido cantante negro criado en paralelo a los tres citados (como tantos vocalistas que surgieron a la par que Elvis, concomitantes casuales o imitadores de todo tipo, dignos e indignos). Pero, no, no era un elepé perdido de un afroamericano de Georgia o Alabama, se trataba de una novedad de un veinteañero blanco de Boston, Massachusetts que había debutado cuatro años atrás. La portada que ven encabezando este texto asocia el trabajo que tenemos entre las manos con dos clásicos incontestables como el debut de Little Richard y la aportación de Howlin' Wolf a la famosa serie de Chess The Real Folk Blues. Ese gesto de pasión y brío de la imagen informa las once canciones de las que dispone el plástico, espléndidas todas y dotadas de ejecuciones a la altura de vientos, teclas, guitarras, batería y contrabajo (lo de retro no me lo invento). Sí, lo sé: falta de originalidad, la noción de plagio apareciendo aquí y allá… Se admite, no queda otra. Lo que hay en Roll With You ya lo hemos escuchado antes, pero está interpretado con tal clase y convicción que tenemos que defenderlo ante ataques injustos, incluidos de quienes ahora se suben por las paredes porque su segundo corte, Am I Wasting My Time, es banda sonora del anuncio de un conocido banco. Vintage, de acuerdo, pero ni artificial ni pensada para las minorías la música de Paperboy Reed.

jueves, 19 de agosto de 2021

Live Rust

Imposible cerrar mejor una década que contiene lo más interesante de la obra de Neil Young (a excepción de Everybody Knows This Is Nowhere, antes, y Ragged Glory y Weld, después) que con este glorioso doble elepé en vivo. Publicado a finales de 1979, Live Rust epitoma la música del canadiense ofreciendo su versión acústica y recogida y la épica y salvaje, electricidad aparatosa y desbocada que construye junto con Crazy Horse.

La cara uno es la de la calma y el individuo, la de Young cantando al oído de cada uno de los miles de espectadores. Guitarra y armónica le acompañan en Sugar Mountain, I Am Child, Comes A Time y My My, Hey Hey (Out Of The Blue), mientras que en After The Gold Rush el piano sustituye a las seis cuerdas. Frank Sampedro, Billy Talbot y Ralph Molina hacen su aparición en la segunda cara, y con ellos el punk y el acero. When You Dance I Can Really Love, The Loner y Sedan Delivery, además de ser canciones estupendas, allanan el terreno a la explosión del segundo disco, aunque entremedias se hayan colado The Needle And The Damage Done, de nuevo a solas el autor de On The Beach (y la emocionante sombra de Danny Whitten sobrevolando), y el country sentimental de Lotta Love.

Si diez canciones hemos escuchado en la primera mitad solo seis encontraremos en la segunda, dominada de arriba abajo —ahora sí— por la distorsión y el hacha de guerra rocker. Powderfinger establece las coordenadas de conmovedoras melodías, hermosas armonías vocales y pétreos ritmos bañados en ácido y saturados. Pero no es suficiente para adivinar el poder y la gloria de una impresionante lectura de Cortez The Killer, quizá el mejor tema escrito por Neil Young. Hernán Cortés y su incursión en Méjico y la ruptura del amor conviven en este alucinógeno relato sonoro que pone los pelos de punta y hace de Young & Crazy Horse una de las mejores bandas de todos los tiempos sobre las tablas… y fuera de ellas. Una durísima Cinnamon Girl, high energy a lo MC5, concluye la cara tres. La siguiente y última la abre la soberbia Like A Hurricane, donde los punteos de Neil Young llegan a grados de intensidad pocas veces igualados, enmarcados por los teclados de Sampedro, el bajo de Talbot y la batería de Molina. ¡Dios mío, qué nivel y qué personalidad! El reverso de My My, Hey Hey (Out Of The Blue) Hey Hey, My My (Into The Black)— es una salvajada hecha de noise y garage rock con las guitarras de Young y Sampedro taladrando el cerebro del oyente. La furia y el machete llegan a su fin a través de Tonight's The Night, los cuatro intérpretes dándolo todo y esparciendo sin piedad y amorosamente —oxímoron que la explica— su visión del rock and roll, única conexión posible entre jipis y punkis, establecida por quien ha conocido a ambos y de ninguno quiere renegar.

Meses antes había aparecido una película titulada Rust Never Sleeps (como el álbum que se acababa de publicar, sí) dirigida por Neil Young y un repertorio muy parecido al que hemos detallado, que recogía un concierto íntegro ofrecido en octubre de 1978 en el Cow Palace californiano dentro de la gira de la que también saldrá Live Rust; película a la que corresponden —corríjanme si me equivoco— las imágenes de la carpeta y las fundas de este vinilo doble que en su primera versión digital vio cómo Cortez The Killer era podada en minuto y medio, aberración que bien podría haber hecho al conquistador extremeño levantarse de su tumba y hundir su espada en el cuerpo del causante de semejante tropelía en forma de CD. Que ello no les impida gozar de esta fiesta artística en la cumbre creativa de una figura sin par y sus tres e imprescindibles compañeros.

lunes, 16 de agosto de 2021

Mistery Girl

Cuando la fama le volvía a sonreír, llegó la parca y cortó la vida de Roy Orbison con cincuenta y dos años. Todavía tuvo tiempo para ver publicado el primer disco de los Traveling Wilburys, pero no conoció el éxito de Mistery Girl (1989), excelente trabajo póstumo al que el exceso de colaboradores no dañó. No asoma por ningún lado la temida dispersión y Orbison firma una despedida feliz y emocionante donde su fantástica y personalísima voz vuelve a ser la protagonista de la función.

Escrito por Orbison, Tom Petty y Jeff Lynne y producido por éste, You Got It es un single perfecto que trae a la cabeza la mítica Oh Pretty Woman para recordarnos que el autor de In Dreams pisa su terreno aunque el sonido se haya modernizado. Richard Kerr y Will Jennings son los compositores de In The Real World, folk y pop orquestados que producen Orbison, su esposa Barbara y Mike Campbell. (All I Can Do) Is Dream You da paso al rock and roll (o rockabilly) de la mano de la partitura de Billy Burnette (de casta le viene al galgo) y David Malloy y con T-Bone Burnett en los controles. Balada conmovedora donde las haya, A Love So Beautiful vuelve a ser producida por Lynne sin que sus maneras algo ampulosas dañen el resultado final de un tema de Orbison y su productor. Los mismos nombres que encontramos en You Got It están en California Blue, pop de cierto regusto country que cierra deliciosamente la primera cara.

The Edge y Bono (éste también produce) regalan a Orbison un She's A Mistery To Me que en manos de U2 no hubiera sido tan hermoso. Continúa girando la segunda cara gracias a The Comedians, luminosa pieza pop escrita por Elvis Costello y producida por Burnett. Rock, country y soul (esos Memphis Horns) se alían magníficos en The Only One, una composición de Craig Wiseman y Wesley Orbison, hijo de Roy. El pop evocador, hasta pictórico, de The Windsurfer —el mundo del surf como poética metáfora vital—, diseñado por Orbison y Bill Dees, es la antesala del final de un elepé y de una carrera, toda una vida dedicada a la música. No puede uno desvincular el ataque cardiaco que acabó con Roy Orbison con el Careless Heart de éste, Diane Warren y Albert Hammond. Quizá caprichosa, la relación queda establecida siempre que escucho este último corte (al igual que los dos que le anteceden producidos por Orbison y Campbell), el décimo de una colección a la que no veo pegas que poner a no ser que seas un cascarrabias o un amargado in aeternum. Para mí, Mistery Girl solo es sinónimo de bienestar y alegría. Y de agradecimiento a su creador.

NOTA: Esta entrada está dedicada a mi querida Sara, con la que me caso en breve.

jueves, 12 de agosto de 2021

Respect, Ole Man Trouble

El mítico Respect que convertiría en himno universal y feminista Aretha Franklin había sido compuesto e interpretado por Otis Redding en 1965. No solo la intención de la letra es diferente cantada por éste o aquélla, sino que las versiones varían en lo musical, siendo la que nos concierne más austera y más punk (incendio que aumentaba cuando era tocada en vivo), aunque la instrumentación corra cercana en ambas. Una de esas canciones perfectas que fabricaba Redding y que en solo dos minutos nos ponen las pilas y electrifican el cuerpo. La otra cara de este sencillo la ocupa Ole Man Trouble, sentida balada con el sello inconfundible de quien ya había escrito y cantado These Arms Of Mine, Pain In My Heart o I've Been Loving You Too Long (To Stop Now). Como dice nuestro amigo Joserra Rodrigo, en el soul está la respuesta. ¡Cuánta razón tiene!

 

lunes, 9 de agosto de 2021

Piece For Clarinet And String Orchestra/Mobiles

Quizá haya sido siempre excesivamente puntilloso en mis textos con el third stream cuando éste salía a colación, pero me temo que este disco de Jimmy Giuffre con las dos composiciones mencionadas en su título —Piece For Clarinet And String Orchestra y Mobiles— no va a ser la excepción. ¿Quiere esto decir que no me gusta su contenido, que desecho sus sonidos? En absoluto, si afirmase que no disfruto de esta grabación de marzo de 1959 realizada en Baden-Baden por Giuffre y la Südwestfunk Orchestra de la localidad germana estaría mintiendo. Las partituras escritas por el clarinetista demuestran una categoría aprendida de Bartók, Debussy, Ravel o Shostakóvich, aunque en los dieciséis breves movimientos de Mobiles se aprecie una mayor capacidad de improvisación para su instrumento. Es por ello que en esta segunda pieza el jazz no se rinde ante la rotunda tradición europea (o al menos lo intenta: el sexto movimiento es explícito al respecto), cosa que no ocurre en Piece For Clarinet And String Orchestra, donde las notas en el papel pautado imponen su peso. Lógico, pues, que cuando suenan en casa me pregunten si eso es música clásica, si bien muchos de los pasajes de Mobiles podrían ser presos de similar cuestión. Aparece aquí el problema de siempre con el movimiento o subgénero que pretendía dar con una vía en la que lo culto (o escrito) y lo popular (o improvisado) se fundiesen y encontraran o se toparan —la imbricación del hallazgo y el accidente— con una cosa nueva y diferente. Es lo culto lo que triunfa, como ejemplifican las dos hermosas composiciones de Jimmy Giuffre que trae este álbum, y en ese terreno no hay nada que hacer contra los músicos citados del viejo continente. Lo que nos lleva a defender la superioridad de Mobiles al acercarse, aun sin lograrlo plenamente, a una forma de expresión original en la que su clarinete dialoga en relativas condiciones de igualdad con la orquesta.