Todos los traumas educativos, infantiles, sentimentales, etc. que abordan Roger Waters y Pink Floyd en su famosísimo y doble elepé de 1979 y el hecho de que se trate de un álbum conceptual dejan a veces en segundo lugar el cambio de orientación musical que para el grupo inglés supone The Wall. En comparación con sus dos precedentes, Wish You Were Here y Animals, disminuyen las exhibiciones instrumentales y la duración de los temas y la producción de Bob Ezrin moderniza el sonido haciendo que el pop, entendiéndose como concepto lato, gane terreno al rock progresivo. Curiosa y paradójicamente es la canción la que es potenciada en un trabajo, como se ha dicho, conceptual que huye de desarrollos mastodónticos sin renunciar a la excelencia interpretativa del cuarteto y la brillantez solista de la guitarra de David Gilmour.
Los autores de Meddle se hallan pletóricos a pesar de que las tensiones entre Waters y Gilmour les acercan al abismo. Solo así es comprensible su capacidad para introducir (Ezrin mediante) elementos funk y disco, además de un coro de niños, en la mítica Another Brick In The Wall, Part 2 —crítica feroz al sistema educativo—; manejar el folk de manera tan diferente en Mother y Goodbye Blue Sky; aplicarse al rock acerado (Young Lust, Run Like Hell); captar el dolor en dos composiciones que juegan a ser baladas (Don't Leave Me Now, Hey You); no hacer ascos al pop orquestado (Nobody Home); ofrecer una breve marcha militar titulada Bring The Boys Back Home; o, en la vuelta de tuerca final, atreverse con la opereta en The Trial justo antes de que Outside The Wall eche el cierre colocándonos fuera del muro.
Sí, he dejado para el final una de las más hermosas canciones de Pink Floyd. Comfortably Numb es una de las pocas de The Wall no escritas en solitario por Waters y la más larga del disco, y no solamente ayuda Gilmour en la composición de su fantástica melodía, sino que realiza dos solos portentosos que le dan su categoría definitiva. La misma de un elepé magistral que nos habla de muros pasados, presente y futuros, exteriores e interiores, el muro de Berlín, el de Palestina, el de Trump y el que a cada uno de nosotros nos bloquea e indispone. Una pared hecha de tiempo, materia y misterio. Hecha de miedo, afrentas e indecisiones convertidos aquí —el bagaje emocional de Roger Waters y la pericia artística de su banda— en letras y notas musicales de la mayor variedad y belleza.


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