En la línea de Darklands, Automatic (1989) mostraba a unos Jesus And Mary Chain menos inspirados en su tercer elepé pero capaces de entregar una colección de canciones solvente y atractiva donde seguir dibujando el sonido al que mucha de la música independiente de los años noventa se sumará. Los hermanos Reid se encargan de voces, guitarras, sintetizadores y cajas rítmicas y componen y producen el álbum; es decir, que si no fuera por la batería que Richard Thomas toca en el Gimme Hell que clausura la función (exceptuando los dos breves temas añadidos en la edición digital, Drop y Sunray, a los que yo no doy valor alguno) diríamos que solo ellos son los autores y generadores de todos y cada uno de los sonidos con los que nos topamos. Para bien y para mal, el conjunto es muy coherente, sin que ninguno de los cortes sobresalga o baje el nivel, rock de querencia electrónica e importante carga melódica del que quizá sí destacaría el famoso y rompedor single Head On, que dos años más tarde versionarían los Pîxies en Trompe le monde, y el mencionado Gimme Hell y su saturación noise. Bagaje escaso si lo comparamos con el del colosal debut de la banda escocesa (Psychocandy) que no hace que reneguemos de Automatic, sino que lo coloquemos en el lugar que creemos merece. Por fortuna, Honey's Dead subirá el listón mediante un trabajo muy notable y más poderoso que su antecesor.
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miércoles, 24 de marzo de 2021
Automatic
lunes, 23 de septiembre de 2019
Honey's Dead
Las advertencias del artista han de ser asumidas con mucha cautela. El cuarto disco de The Jesus And Mary Chain anunciaba en su título —Honey's Dead (1992)— una ruptura con los inicios del grupo escocés, esos que a mediados de los años ochenta habían alumbrado el soberbio Psychocandy. Sin embargo, una escucha atenta del álbum denotaba más bien lo contrario. Si Darklands y Automatic habían creado la base sonora, perdiendo distorsión en favor de la claridad melódica, sobre la que se edificaría buena parte de los llamados rock y pop independientes de la década de 1990, Honey's Dead retomaba (aunque no tan rotundamente) la agresión voltaica del debut de la banda y la batería volvía a sonar en varios de los cortes en lugar de la caja de ritmos tan característica del segundo y del tercer elepé. Por supuesto que la arquitectura en ellos desarrollada no se evapora; la música de los hermanos Reid fusiona los patrones noise e indie, fabricando canciones en la línea de la segunda mitad de los ochenta pero bañándolas con argumentos de mayor contundencia que recuperaban los aromas de Fun House y White Light/White Heat que habían sido la base del primigenio y destructivo perfume de Jesus And Mary Chain. Sea como fuere, un disco excelente que tendrá su influencia en el inmediato rock industrial y que considero superior a Automatic y a la altura de Darklands sin llegar a ese techo establecido desde el primer momento —como si hubieran decidido empezar la casa por el tejado o darlo (casi) todo con el mazazo fundador — por sus autores con Psychocandy.
jueves, 20 de abril de 2017
Darklands
Rebajada la lujuria eléctrica de su extraordinario debut y ausentes la batería de Bobby Gillespie y el bajo de Douglas Hart, el segundo disco de The Jesus And Mary Chain (Darklands, 1987) reduce a dúo el grupo de los hermanos Reid, encargándose Jim y William de cantar, tocar las guitarras y bajos y programar la caja de ritmos que sustituye las baquetas de quien ha pasado a dedicarse en cuerpo y alma a Primal Scream. Como afirma el querido Johnny JotaJota, los escoceses "pierden en distorsión para ganar en melodías preciosistas", lo que —ni siendo bueno ni malo a priori— limita el impacto de un trabajo hermoso pero inferior a Psychocandy. Hay una obviedad mayor en las composiciones de Darklands y un peligro menor en la manera de interpretarlas, lo que aleja a la banda de la Velvet, los Stooges o Joy Division pero cimienta el sonido del que beberán tantos y tantos artistas y grupos —los Pixies le deben la vida— adscritos al movimiento independiente que hará eclosión en los primeros años noventa. En este sentido, The Jesus And Mary Chain actúa como el visionario que se convertirá en influencia, pues lo que tres décadas después nos parece trillado, no lo era en el momento en que ve la luz. Las diez canciones que dan forma al plástico son de una calidad fuera de duda y se beben con placer de un solo trago, si bien el conjunto carece de la solidez y la radicalidad que hace de su primer elepé una de las obras maestras e indispensables de la historia toda del rock. Eliminado el cotejo, que a veces incomoda (e incluso asusta al cobarde), Darklands tiene el mérito de no contener tema alguno malo o regular, de haber sido fuente de inspiración para un generación nombrada como alternativa (aunque triste y mayormente despolitizada y parte acrítica del capitalismo) y de —ya superado el futuro que auspiciaba— seguir sonando estupendamente. Lo que no podemos decir de muchas de las grabaciones posteriores de los epígonos de la banda británica.
miércoles, 9 de diciembre de 2015
Psychocandy
La fórmula queda clara con una sola escucha: unir las melodías radiantes de los primeros Beach Boys y los girl groups de los sesenta con la electricidad desbocada y el minimalismo punk que trazan una línea —Johnny Burnette, Bo Diddley, los Sonics, la Velvet Underground, los Stooges, Suicice, Ramones, Joy Division, Sonic Youth…— relacionando abiertamente el primer rock and roll con la vanguardia noise y afterpunk de finales de los setenta y principios de los ochenta. Hablamos, evidentemente, del extraordinario debut de The Jesus And Mary Chain, publicado en 1985 bajo el nombre de Psychocandy. La mixtura del arrullo pop con la saturación hiriente del sonido de las guitarras y una base rítmica robótica e inflexible crea un universo particular y extremo en el que la canción inmediata y breve —muy pocas superan los tres minutos— lucha por no morir ahogada en el baño de distorsión a la que es sometida. Es de este contraste brutal del que nace el estilo del grupo escocés, que en su primer elepé mantiene una coherencia radical y pura que impregna todos y cada uno de sus cortes y hace de ellos un conjunto indivisible. Adheridos por la argamasa de las ideas claras, los temas son pequeñas joyas cuya comunión sirve de plusvalía que eleva el conjunto a la categoría de obra maestra, y en los que la interpretación es tan o más importante que la composición. En la misma liga que Song The Lord Taught Us, The Days Of Wine And Roses, Swordfishtrombones, In The Air Tonite, Daydream Nation, Nothing's Shocking, Negative Waves, Doolittle, Distemper o New York, Psychocandy es la prueba de que en los años ochenta hubo (y mucha) vida inteligente en el mundo del rock y grupos y solistas con cosas muy interesantes que decir. Entre ellos, The Jesus And Mary Chain, que a mediados de dicha década empezaba una carrera imprescindible mediante un disco tremendo que seis quinquenios más tarde sigue incrementando su valor.
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