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lunes, 24 de febrero de 2020
Fin de un viaje infinito
Ya despuntaba Xoel López a finales del siglo pasado solo con su guitarra acústica cuando era estudiante en Madrid o con la Elephant Band, el grupo en el que también militaban Nacho Mora y Ramón Saleta, miembros de esa excelente y olvidada banda que fue Meu. Como se suele decir, López tenía madera, sabía cantar y componer y edificaba sus maneras sobre una vasta cultura musical y un amor eterno por el rock de los sesenta. Su trayectoria como Deluxe a lo largo de la primera década del siglo XXI, grupo que es difícil diferenciar de su creador y alma, certificaba que lo suyo iba en serio, desembocando en un fichaje por Virgin del que saldrá el Fin de un viaje infinito (2007) del que nos disponemos a hablar.
Aun factótum en apariencia (escribe todos los temas. coproduce, canta, toca varios instrumentos y hasta se encarga de los arreglos de cuerda), López se rodea de una serie muy notable de músicos, encabezada (no parece casualidad que sea el primero de la lista en los créditos) por el maestro de las baquetas Roberto Lozano, baterista insustituible de Sex Museum y Los Coronas. Soul, rock de raigambre ochentera (de Alaska y Dinarama a los Smiths), pop orquestal con aires a Nino Bravo, power pop, amago de balada inspirada en el Neil Young eléctrico, folk rock que tiene detrás a los Faces, a Dylan y a los Waterboys y un final épico que da título al disco y huele a los Beatles por los cuatro costados: esto es lo que nos depara estilísticamente Fin de una viaje infinito; a lo que hay que sumar —¡no se vayan todavía!— unas letras hermosamente melancólicas, unos metales rotundos y muy presentes, unas melodías brillantes y mucha, mucha emoción salida de la mente y el estómago de Xoel López que, junto con el resto de Deluxe, se encarga de convertir en música palpitante. Todo ello un año antes de que el combo se desintegrara y López se fuera a vivir a Argentina, preámbulo de una carrera, esta vez sí, estrictamente en solitario de la que saldrán canciones tan bonitas como Tierra. El viaje (¿infinito?) continuaba.
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