El enorme interés de Olivier Messiaen por el sonido de los pájaros, uno de "los tres núcleos gravitacionales sobre los que orbita su pensamiento artístico", en palabras de Gregorio Benítez, llegará a su paroxismo en el Catologue d'oiseaux, pantagruélica obra para piano que el francés compone entre 1956 y 1958. Descomunal y deslumbrante, este tour de force es dividido por Messiaen en siete libros que a su vez se subdividen en trece cuadernos, utilizando el canto de setenta y siete aves diferentes como inspiración para su ambiciosa aventura musical. El trabajo de vanguardia del compositor llega en esta partitura a su máxima aspiración formal, apoyándose en la pureza consustancial a escribir para un solo instrumento. Durante más de dos horas y media —reto excepcional que asume el intérprete— las teclas exponen una gama mayúscula de posibilidades, cual Clave bien temperado atonal, dueñas de una belleza extraordinaria que parte de una premisa del mundo animal y, nutriéndose explícitamente de ella, la sublima y convierte en arte de primera categoría y gran complejidad. Sí crucial es la calidad de las notas escritas sobre papel pautado, no menos importante es la autoridad del pianista que se enfrenta a un material como el del Catálago de pájaros, y la de Anatol Ugorski en esta grabación de 1993 publicada en el 94 por Deutsche Grammophon es, en mi opinión, incontestable. Una experiencia única la de sumergirse en el universo estético del autor del Cuarteto para el fin de los tiempos de la mano del músico siberiano. Messiaen y Ugorski, solos frente al mundo.
Mostrando entradas con la etiqueta Olivier Messiaen. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Olivier Messiaen. Mostrar todas las entradas
lunes, 1 de febrero de 2021
Catalogue d'oiseaux
miércoles, 6 de marzo de 2019
Cuarteto para el fin de los tiempos

Un cuarteto no muy ortodoxo compuesto por violín, chelo, clarinete y piano —nacido de la máxima de "hacer de la necesidad virtud"— expone las ideas estéticas de un compositor vanguardista muy influido por Músorgski, Stravinski y Debussy que desarrolla un lenguaje propio inflamado por su fe cristiana y marcado por el silbido de los pájaros, constante de sus trabajos que en la prisión germana aparece específicamente por vez primera (movimientos números uno y tres: Liturgia de cristal y Abismo de pájaros). Largos y sentidos adagios para chelo y piano, el primero, y violín y piano, el segundo, las dos loas a la eternidad e inmortalidad de Jesús, respectivamente, son los movimientos elegíacos (quinto y octavo y último) que definen esa religiosidad de Messiaen, los más extensos, graves y exquisitos de un conjunto lleno de matices en el que el timbre de los instrumentos es igual de importante que las notas que tocan, y da al Cuarteto para el fin de los tiempos su sonoridad particular y sello definitivo. El fascismo se extendía, el mundo se preparaba para responder: Olivier Messiaen al piano, Étienne Pasquier al chelo, Jean le Boulaire al violín y Henry Akoka al clarinete estrenaban —un día frío y lluvioso en la Alemania ominosa del Tercer Reich ante un público asustado, perplejo y realmente sui géneris— una pieza que casi ochenta años después sigue conmocionándonos. Por sus melodías y armonías y por el recuerdo del momento y el lugar en los que fueron creadas y dadas a conocer.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)