Aunque solo sean dos canciones, las que contiene este single de 2023 demuestran que Zeke no ha bajado el pie del acelerador, rebajado la distorsión o aburguesado su música tras treinta años noqueando parroquias de medio mundo con un directo demoledor y dejando unos discos en los que hardcore, punk y —a partir del inconmensurable Death Alley en los albores del siglo— heavy metal se aliaban en piezas cortas dispuestas para aplastar a su receptor. Palabras como mesura, lentitud o relajación no existen en el universo de los autores de Dirty Sanchez, solo salvajismo rocker que no hace prisioneros, desata su furia sin pensar en las consecuencias y, eso sí, es ejecutado con precisión milimétrica que da vida a composiciones siempre magníficas y siempre con su sello marcado a fuego (infernal). Así, Ride Hard Ride Free y Smokestack Lightnin' (original de los de Seattle, no versión de Howlin' Wolf, como sería lógico imaginar) son cortes continuistas pero soberbios, dos ejemplos del estilo Zeke, cuyas influencias o lugares comunes (de Black Flag, Poison Idea o Dwarves a Kiss, Motörhead o Iron Maiden) no son suficientes para describir su universo estético. Por fortuna, el grupo estadounidense tiene una personalidad unánimemente reconocida hecha de violencia sonora, pocos acordes pero utilizados con el máximo acierto e historias macarras y sórdidas que no sabe de mediocridad o medias tintas. O estás con Zeke o estás contra ellos; si eliges la segunda opción, aléjate de mí, que Ride Hard Ride Free vuelve a conducirme al fin del mundo a todo trapo en mi estéreo.
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jueves, 13 de febrero de 2025
Ride Hard Ride Free
martes, 2 de mayo de 2017
Dirty Sanchez
Antes de añadir el heavy metal a sus influencias y grabar el inmortal Death Alley —uno de los mejores discos de rock and roll del siglo XXI—, Zeke daba la misma cera con idénticas violencia, brevedad y rapidez. Dirty Sanchez, el plástico inmediatamente anterior, publicado en 2000, es una muestra perfecta del arte histriónico del grupo de Seattle, punk y hardcore lanzado contra el oyente con la intención de noquearle. Títulos memorables para canciones exactas y asesinas —dieciséis en poco más de veintiún minutos— que a un servidor le llenan de vida y optimismo, a pesar de que su enunciado no lo parezca: Let's Get Drugs, Rip & Destroy, Now You Die, Out Of Love, I Don't Give A Fuck, Fucked Up City… Un tema dedicado a los Murder City Devils (Liar), otro a los Dwarves (Razorblade) y uno inspirado en H.P. Lovecraft (Horror At Red Hook) amplían las pistas de lo que encontramos en el álbum, pero no nos preparan para la impresionante versión de Rhiannon que —oculta en su contraportada— lo cierra. El soft rock de Fleetwood Mac es convertido en tres minutos al límite de distorsión e intensidad que transforman tajantemente el original de Stevie Nicks y doblan o triplican en duración a la mayoría de los temas de Dirty Sanchez. Culminación sorprendente, pues, de un trabajo ejemplar —como si el John Coltrane de Om tocara el Never Mind The Bollocks— que el cuarteto iba a ser capaz de superar con su siguiente referencia, el ya mencionado Death Alley. Un milagro.
martes, 8 de mayo de 2012
'Til The Livin' End
Aún más metalizado que Death Alley, 'Til The Livin' End presentaba a Zeke en 2004 reducido a trío pero igual de matador que tres años atrás, cuando había dado a conocer aquella sublime granada en la que al hardcore y al punk que habían construido su sonido se añadían hard rock y heavy metal. Estos dos últimos ingredientes, como digo, cobrarán algo más de importancia en el que es el último álbum hasta la fecha del grupo, pero no se engañen: ocho de los quince temas no llegan a los dos minutos y el disco en total dura media hora. A tenor de lo expuesto, sigue siendo Zeke la misma rareza alumbrada en el Seattle del existencialismo grunge; un bulldozer imparable que, sin renunciar a la rapidez y el frenesí, crea canciones soberbias que traspasan la corteza cerebral y se quedan bajo ella sin posibilidad de olvido para quien las ha escuchado. Incluso en aquellos momentos en los que —ya por la vía pesada o por la psicodélica— el trío se acerca a Black Sabbath, 'Til The Livin' End muestra a Zeke tan contundente y abrasivo como en Dirty Sanchez, por ejemplo, pero más sofisticado —entiéndase en el contexto— y abierto de miras. Como broche, el sonido conseguido por Jack Endino pone el cum laude a este artefacto que yo califico de imprescindible, pero del que deben abstenerse modosos y similares. No vaya a ser que se asusten y luego quieran culparnos.
sábado, 9 de enero de 2010
Death Alley

Porque no bajó Zeke el pie del acelerador; no hay más que escuchar los cuatro primeros cortes de Death Alley (Crossroads, Live Wire, Jack Torrance e Evil Dead, cuatro monumentales descargas en menos de seis minutos) para darse cuenta de que la energía con la que el cuarteto había cerrado el siglo (Dirty Sanchez) continuaba intacta, si no más feroz aún. Y la misma pasión por la América más profunda y pirada. Sólo en algunos temas rebajan la velocidad, que nunca la intensidad: Arkansas Man, un medio tiempo, Evil Woman y Road Ahead, dos canciones hard rockeras claramente influenciadas por los mentados Kiss y Motörhead, son ejemplo de ello.
No apto para todos los públicos, si están ustedes hartos de todo, pongan Death Alley —convertido ya en un clásico del rock— a todo trapo en su reproductor y expulsen el mal rollo de su cuerpo. Mucho mejor que cualquier psicoanalista, sin duda, con el placer añadido de dieciséis fantásticas canciones. Y recuerden: no sólo del grunge vive Seattle.
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