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lunes, 19 de febrero de 2024

Greendale

Publicado en 2003, Greendale significaba el retorno de la alianza de Neil Young y Crazy Horse en estudio, abandonada siete años atrás tras el muy notable Broken Arrow. Entremedias había habido álbumes en vivo (con y sin la banda) y discos de folk y soul; tocaba, pues, hacer retumbar el planeta con la crudeza eléctrica y visceral de los autores de Ragged Glory y un trabajo conceptual y político de casi ochenta minutos en el que está ausente la guitarra de Poncho Sampedro.

Funcionando como un trío, Young, Ralph Molina y Billy Talbot despachan diez canciones sobre la familia Green de Greendale —gentes y localidad creadas para la ocasión—, cada una de ellas acompañadas de un texto y un dibujo de James Mazzeo en el libreto marrón que acompaña al CD. El disco no está a la altura de las mejores grabaciones del canadiense con Crazy Horse, pero tiene momentos muy destacables que hacen imposible desdeñarlo. El rhythm and blues y el rock and roll ralentizados de Double E, por ejemplo; la extensa exploración de Carmichael, asimismo, en la que Young no canta hasta bien entrado el tema, habiéndose dedicado antes a unos punteos atmosféricos que no paran de volver durante todo el recorrido sobre el clásico colchón del bajo de Talbot y la batería de Molina; la bellísima balada Bandit, por supuesto, cuyo estribillo me atravesó la primera vez que lo escuché y nunca ha dejado de hacerlo: "Algún día encontrarás / todo lo que estás buscando"; los todavía más largos viajes indagatorios (trece y doce minutos respectivamente), claro que sí, de Grandpa's Interview y Sun Green; o, despidiendo la función, la emoción desatada en defensa del planeta y maneras rocanroleras de Be The Rainun nuevo Rockin' In The Free World salvando las distancias y disminuyendo la potencia. "Tenemos un trabajo que hacer / tenemos que salvar a la Madre Tierra", canta sin ambages y convenciéndonos un Young ecologista y esperanzado.

De Greendale saldrán además un largometraje y un cómic, el primero dirigido por el propio Neil Young y el segundo, viendo la luz años después, a manos de Joshua Dysart y Cliff Chiang. Pero lo que hoy tocaba era recordar la versión musical de la historia, que yo aquí he querido recomendar. Reflexión, ideología y reivindicación política y social revestidas de sonidos distorsionados del maestro y sus compañeros.

NOTA: Este texto fue publicado la semana pasada en el blog Neil Young noticias (o La playa de Neil) con motivo de su vigésimo aniversario.

jueves, 19 de agosto de 2021

Live Rust

Imposible cerrar mejor una década que contiene lo más interesante de la obra de Neil Young (a excepción de Everybody Knows This Is Nowhere, antes, y Ragged Glory y Weld, después) que con este glorioso doble elepé en vivo. Publicado a finales de 1979, Live Rust epitoma la música del canadiense ofreciendo su versión acústica y recogida y la épica y salvaje, electricidad aparatosa y desbocada que construye junto con Crazy Horse.

La cara uno es la de la calma y el individuo, la de Young cantando al oído de cada uno de los miles de espectadores. Guitarra y armónica le acompañan en Sugar Mountain, I Am Child, Comes A Time y My My, Hey Hey (Out Of The Blue), mientras que en After The Gold Rush el piano sustituye a las seis cuerdas. Frank Sampedro, Billy Talbot y Ralph Molina hacen su aparición en la segunda cara, y con ellos el punk y el acero. When You Dance I Can Really Love, The Loner y Sedan Delivery, además de ser canciones estupendas, allanan el terreno a la explosión del segundo disco, aunque entremedias se hayan colado The Needle And The Damage Done, de nuevo a solas el autor de On The Beach (y la emocionante sombra de Danny Whitten sobrevolando), y el country sentimental de Lotta Love.

Si diez canciones hemos escuchado en la primera mitad solo seis encontraremos en la segunda, dominada de arriba abajo —ahora sí— por la distorsión y el hacha de guerra rocker. Powderfinger establece las coordenadas de conmovedoras melodías, hermosas armonías vocales y pétreos ritmos bañados en ácido y saturados. Pero no es suficiente para adivinar el poder y la gloria de una impresionante lectura de Cortez The Killer, quizá el mejor tema escrito por Neil Young. Hernán Cortés y su incursión en Méjico y la ruptura del amor conviven en este alucinógeno relato sonoro que pone los pelos de punta y hace de Young & Crazy Horse una de las mejores bandas de todos los tiempos sobre las tablas… y fuera de ellas. Una durísima Cinnamon Girl, high energy a lo MC5, concluye la cara tres. La siguiente y última la abre la soberbia Like A Hurricane, donde los punteos de Neil Young llegan a grados de intensidad pocas veces igualados, enmarcados por los teclados de Sampedro, el bajo de Talbot y la batería de Molina. ¡Dios mío, qué nivel y qué personalidad! El reverso de My My, Hey Hey (Out Of The Blue) Hey Hey, My My (Into The Black)— es una salvajada hecha de noise y garage rock con las guitarras de Young y Sampedro taladrando el cerebro del oyente. La furia y el machete llegan a su fin a través de Tonight's The Night, los cuatro intérpretes dándolo todo y esparciendo sin piedad y amorosamente —oxímoron que la explica— su visión del rock and roll, única conexión posible entre jipis y punkis, establecida por quien ha conocido a ambos y de ninguno quiere renegar.

Meses antes había aparecido una película titulada Rust Never Sleeps (como el álbum que se acababa de publicar, sí) dirigida por Neil Young y un repertorio muy parecido al que hemos detallado, que recogía un concierto íntegro ofrecido en octubre de 1978 en el Cow Palace californiano dentro de la gira de la que también saldrá Live Rust; película a la que corresponden —corríjanme si me equivoco— las imágenes de la carpeta y las fundas de este vinilo doble que en su primera versión digital vio cómo Cortez The Killer era podada en minuto y medio, aberración que bien podría haber hecho al conquistador extremeño levantarse de su tumba y hundir su espada en el cuerpo del causante de semejante tropelía en forma de CD. Que ello no les impida gozar de esta fiesta artística en la cumbre creativa de una figura sin par y sus tres e imprescindibles compañeros.

lunes, 2 de marzo de 2020

Zuma


Seis años después de Everybody Knows This Is Nowhere recuperaba Neil Young su asociación con Crazy Horse en el estudio para grabar el espléndido Zuma (1975), cuyas virtudes superiores descansan sobre dos colosales piezas eléctricas, Danger Bird y Cortez The Killer, estremecedoras y extensas esculturas de sonido tenso y escarpado que suponen cima de la carrera del canadiense tanto como compositor como guitarra solista. La tormenta del amor horadado y la violencia desatada por el invasor —la épica del dolor— son los temas que justifican y alimentan sendas proclamas de rock hecho de distorsión amenazante y feedback. Frank Sampedro se encarga de las seis cuerdas antaño tocadas por Danny Whitten mientras que Billy Talbot y Ralph Molina ponen en pie esa base rítmica ruda y descarnada que hace único al trío que acompaña al autor de Harvest. Las siete canciones restantes quedan lejos de la magnificencia detallada e incluso en su brevedad relativa (ninguna llega a los cuatro minutos) parecen achicarse frente a las primeras de la clase, pero tienen suficiente enjundia como para disfrutarlas y reivindicarlas. El rock de origen country y rico en voltios brilla en Don't Cry No Tears, Looking For a Love, Barstool Blues, Stupid Girl y Drive Back, abandonando Crazy Horse a su líder en Pardon My Heart y Through My Sails, cuya belleza íntima y acústica se debe a Young y el bajo de Tim Drummond en la primera y a la resurrección de Crosby, Stills, Nash & Young en la segunda. Sería injusto olvidarlas o despreciarlas a pesar de la categoría extraordinaria de Danger Bird y Cortez The Killer, capaces por sí solas de alcanzar el sobresaliente para Zuma.

lunes, 21 de enero de 2019

Sleeps With Angels


Aparte de los dos álbumes que grabó en los años ochenta con Crazy Horse (Re-ac-tor y Life), Sleeps With Angels (1994) es el disco más olvidado de los diez u once que Neil Young ha publicado en estudio —a lo largo de cuatro décadas— con el grupo con el que ha alcanzado cotas de belleza eléctrica inigualables. Marcado por la muerte de Kurt Cobain, en cuya nota de suicidio citaba unas líneas del Hey Hey, My My (Into The Black) de Young, aunque estuviese muy avanzado cuando Cobain decidió bajarse del tren, el elepé no brilla como Ragged Glory o Broken Arrow, pero goza de momentos muy notables que demuestran injusto el que tan poco se hable de él.

Hasta que descarga la tormenta de quince minutos en Change Your Mind, sexto corte del trabajo, hay poca distorsión en el camino de folk, country y hermosas canciones que recorremos, a excepción —precisamente— del breve y abrupto recordatorio del cantante y guitarrista de Nirvana que da título al conjunto y de la que pueda llevar Prime Of Life. No es Change Your Mind una hazaña como las de Cortez The Killer o Love To Burn, pero su duración y sus voltios llevan el sello de autenticidad y guerra de los autores de Everybody Knows This Is Nowhere. Neil Young, Poncho Sampedro, Billy Talbot y Ralph Molina no saben de concesiones, y si una idea melódica ha de ser prolongada durante un cuarto de hora mediante improvisaciones y acoples que alteren su sentido básico, se hace: ése es el espíritu de Crazy Horse y su jefe. Blue Eden es un blues poderoso y desafiante cuya duración (por encima de los seis minutos) iguala Safeway Cart, si bien aquí el cuarteto fabrique sonidos progresivos en los que ecos de funk, techno y afterpunk dan con una atmósfera muy especial. Train Of Love retoma un tema de los cinco primeros (Western Hero) con letra diferente. El folk psicodélico de Trans Am choca con la certeza punk de Piece Of Crap, que contrasta igualmente con A Drean That Can Last, dominado por un piano  honky tonk que ya había abierto My Heart, inicio de un Sleeps With Angels que en su duodécima pieza llega a su fin. Aunque no le pongamos un sobresaliente, veinticinco años después de haber visto la luz sigue mereciendo la pena recomendarlo.

lunes, 24 de abril de 2017

Psychedelic Pill


Soy Neil Young, tengo sesenta y seis años, hago lo que me da la gana y estoy más vivo que nunca. Es lo que se me ocurre que pudiera haber pensado el maestro de Ontario tras registrar con sus compañeros de Crazy Horse los cerca de veintiocho minutos de Driftin' Back, la pieza extrema que abre Psychedelic Pill, su segundo en disco en 2012 después de haber publicado meses atrás —asimismo en compañía del trío eléctrico— Americana. El concepto improvisador de Young y Crazy Horse es alargado hasta el infinito —como si se hubieran tragado la pastilla psicodélica que da título al álbum—, reestructurando sónicamente el ideario hippie de los sesenta mediante la distorsión y el ruido patentados por la crudeza de las guitarras y la base rítmica de los autores de Zuma. Así las cosas, no es de extrañar que el trabajo al completo se acerque a la hora media y que de las ocho pistas restantes dos superen el cuarto de hora, duración en realidad enorme pero que parece nada en comparación con el primer corte.


Como si quisiera jugar al despiste, Driftin' Back comienza siendo una canción acústica para mutar en el monstruo de rock duro que acaba deviniendo. Evidentemente, no hay canon alguno que obligue a llevar a la media hora el tema. Neil Young, Poncho Sampedro, Billy Talbot y Ralph Molina siguen sus instintos ácidos sin cortapisas hasta completar lo más parecido a un viaje astral hecho de notas musicales. Psychedelic Pill —tremendo contraste— no pasa de los tres minutos y medio y hace honor a su nombre, pues es pura psicodelia lo que contiene. Ramada Inn, sin embargo, se va hasta casi los diecisiete y utiliza riffs y acordes de mucha emoción para vertebrar las diferentes jams que se suceden entre estrofa y estrofa cantada. Born In Ontario retoma la brevedad con el objetivo de reivindicar el origen canadiense de Young.


El segundo CD lo inicia la igualmente corta Twisted Road, cuyos dos primeros versos reviven una sensación por mí también experimentada:

"La primera vez que escuche Like A Rolling Stone
Sentí su magia y me la llevé para casa".

She's Always Dancing hubiese encajado —¡qué diáfanos, expresivos e incluso solemnes los solos de Young!— muy bien en el olvidado Sleeps With Angels o en el parido con Pearl Jam Mirror Ball. For The Love Of Man es una balada muy bonita que aparece aislada al contrastar con la descarga de vatios que le ha precedido y la que Walk Like A Giant va a continuar. En la línea de Ramada Inn o She's Always Dancing, el tema está hecho de la misma materia con la que se construyeron Cortez The Killer, Like A Huricane u Over And Over —sin volar tan exageradamente alto, pero tampoco quedando muy lejos—, y es el tercero en superar los quince minutos. Una remezcla de Psychedelic Pill culmina un disco muy notable de uno de los artistas más personales y prolíficos que la era del rock and roll —con su muerte, la de Dylan, la de Little Richard y la de los miembros vivos de Beatles y Stones habrá llegado a su fin— ha conocido. Valiente y heterodoxo también (a su puta bola, en román paladino), aunque eso se dé por descontado citando de nuevo Driftin' Back, la pieza extrema que abre…

 

jueves, 5 de noviembre de 2015

Rust Never Sleeps


Culminación de una década colosal que encierra lo mejor de la obra de Neil Young con o sin Crazy Horse, si exceptuamos Everybody Knows This Is Nowhere, Ragged Glory y Weld, Rust Never Sleeps y el consecuente Live Rust (publicados ambos en 1979) cierran diez años llenos de vaivenes emocionales y dudas existenciales —ésos para los que el alcohol y las drogas son acicate con apariencia de remedio— que se agitan en una obra sentida hasta la médula y artísticamente inconmensurable. Títulos como After The Gold Rush, On The Beach, Tonight's The Night o Zuma son el reflejo poético de un hombre imperfecto siempre a punto de quebrarse que vuelca sus demonios y su lava interna en creaciones de una intensidad rara vez conocida en la música popular.

Rust Never Sleeps, el elepé del que vamos a hablar, en nada envidia a los hasta ahora citados y consta de siete temas registrados en directo en San Francisco y dos en estudio, aunque los capturados en vivo también llevarán retoques posteriores. Dividido en dos partes, acústica y eléctrica, que corresponden a cada una de las caras del álbum, éste comienza con tres cortes recogidos sobre el escenario a principios de 1978. My My, Hey Hey (Out Of The Blue), o "la historia de un Johnny Rotten" en la que se afirma que "el rock and roll está aquí para quedarse", Thrasher y Ride My Llama prueban por enésima ocasión que Young solo necesita de una guitarra y una armónica para hacer temblar los cimientos de cualquier oyente. Con Pocahontas retrocedemos a finales de 1975 (si no me equivoco) en el estudio de grabación y recordamos a la joven india de principios del siglo XVII, engarzada con Marlon Brando y el propio Young al final del tema. Sail Away debe su mecer country a haber sido grabada durante las sesiones de Comes A Time, el elepé previo a Rust Never Sleeps. A diferencia del resto de la cara 1, Neil Young es acompañado aquí por Karl T. Himmel, Joe Osborn y Nicolette Larson, batería, bajo y voz —respectivamente— que nos acarician hasta que la aguja abandona los surcos.


La segunda mitad del plástico es propiedad exclusiva de Neil Young y Crazy Horse, quienes, sacudidos por el punk y delante del público, se lanzan a roquear como bestias en el último tercio de 1978. Powderfinger, Welfare Mothers y Sedan Delivery proponen espléndidas un aumento de tensión que desemboca abrupto, descarnado y amenazante en Hey Hey, My My (Into The Black), reverso salvaje y noise de My My, Hey Hey (Out Of The Blue) que clausura el álbum con una explosión de violencia digna de Raw Power.


A pesar de que la década de 1980 no fue tan mala para Neil Young como se dice, cierto que habrá a esperar hasta la siguiente para encontrar en Ragged Glory, como decíamos, el mismo nivel que hallamos en Rust Never Sleeps, si bien Freedom ya había avisado en 1989  de que las cosas iban por muy buen camino. El camino de un maestro susurrante o feroz según se torne, pero siempre íntegro, sensible, vehemente y honesto. "Hey hey, my my / Rock and roll can never die": muy pocos pueden cantar algo tan manido y convencerte de que es cierto.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Everybody Knows This Is Nowhere


El pasmo eléctrico que Neil Young y Crazy Horse siguen produciendo en sus admiradores todavía a día de hoy con discos tan radicales y logrados como Psychedelic Pill tiene su origen en 1969 y Everyvody This Is Nowhere, clásico incontestable de la historia del rock que extenderá sus raíces para producir otros —ya con Frank Sampedro en el lugar de Danny Whitten— como Zuma, Rust Never Sleeps o el que da nombre a este espacio, Ragged Glory.

El riff que se encarga de comenzar el elepé y esa sobresaliente composición llamada Cinnamon Girl, bien podía haber estado en el debut de los Stooges de aquel mismo año, y abre esa vía  que cultivará Neil Young a los largo de su carrera —deviniendo más cruda y extrema con el tiempo— sin olvidarse de su sensibilidad folk o de adentrarse por decenas de caminos diferentes que le convertirán en uno de los artistas más personales y arriesgados que hayan conocido los siglos XX y XXI. Down By The River y Cowgirl In The Sand se ocupan de expandir hasta los diez minutos cada una —cerrando respectivamente las caras A y B del elepé— lo que en su brevedad apunta Cinnamon Girl: largas jams de crujientes guitarras distorsionadas que en su desarrollo no completan la canción, sino que la convierten en un tema nuevo, en una experiencia alternativa a lo que sería la suma de la estrofa y el estribillo con sus particulares melodías interpretadas, por ejemplo, con una guitarra acústica o un piano. Si no se entiende esto no se entiende el discurso de Young y Crazy Horse; no es un capricho el alargar los cortes para rellenar el álbum, es una forma de buscar (y encontrar) un lenguaje propio con el que recrear unas inquietudes estéticas rupturistas que asumen que no hay otra manera de honrar la tradición que superándola, y no hay otro modo de ser creativo que el de ser atrevido.


No acaba aquí el disco, por supuesto. Todavía quedan para completar sus siete cortes el espléndido medio tiempo que da título a todo el trabajo y que no oculta su basamento country pese a su poderosa apariencia rock; la preciosa Round & Round (It Won't Be Long), construcción acústica e hipnótica que precede y contrasta con la mentada Down By The River; el country rock, aquí sí, de The Losing End (When You're On); y ese lamento angustioso en busca de perdón que es Running Dry (Requiem For The Rockets), en el que inevitablemente destaca el violín de Bobby Notkoff.

Arrancaba, pues, con Everybody Knows This Is Nowhere una de las colaboraciones más fructíferas que la música popular norteamericana haya conocido, aunque Neil Young en solitario será capaz también de ofrecer obras tan excelentes como junto con Crazy Horse. Escuchen, verbigracia, After The Gold Rush y Harvest, los dos elepés que suceden cronológicamente al que hoy hemos tratado y comprenderán la inmensa categoría del canadiense. Cuarenta y cinco años más tarde, todavía no la ha perdido.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Broken Arrow


Seguramente no alcance las cotas holladas por Ragged Glory, Weld y Sleeps With Angels en la primera mitad de la década, pero Broken Arrow (1996) me provoca emociones no muy distantes de las que aquellas magnas grabaciones infunden en mi interior. 

El álbum se divide en tres partes muy diferenciadas. La primera de ellas la conforman Big Time, Loose Change y Slip Away, tríada inicial de temas largos en los que Neil Young y Crazy Horse esculpen la electricidad como solo ellos son capaces. Las guitarras, el bajo y la batería se aplican por enésima vez a la épica del derrumbe, allanando la estrofa y el estribillo construidos previamente para dar con ese espacio donde las sensaciones —su arte— están a flor de piel; ese espacio donde el rock pierde y gana su nombre simultáneamente, prodigio de transustanciación de ida y vuelta en la que Young & Crazy Horse se hacen música y la música se hace Young & Crazy Horse. 

La segunda parte, al contrario, consta de cuatro canciones de duración estándar. Changing Highways nos ofrece country endurecido a la manera del canadiense y sus partenaires. Scattered (Let's Think About Livin') y This Town utilizan un tono reflexivo, íntimo que se prolonga en Music Arcade, aunque aquí las guitarras acústicas magnifiquen dicha impresión. Grabada en directo, la adaptación del Baby What You Want Me To Do del gran Jimmy Reed se convierte en la tercera porción de un riquísimo pastel, aunque por debajo, en mi opinión, de las otras dos.

Hasta aquí la versión en CD, que es la que un servidor posee. La prensada en vinilo añade un precioso tema acústico que data de 1990 y las sesiones de Ragged Glory. Su título es Interstate, y para quien no lo haya escuchado, una sencilla visita a YouTube le hará disfrutar de la canción. Estupendo remate para este Broken Arrow.

 

viernes, 15 de julio de 2011

Re-ac-tor

Si de algo dista Neil Young es de esa figura del viejo roquero (bochornosa expresión per se) dormido en los laureles que vive de las rentas (económicas y/o artísticas) dando una imagen patética de sí mismo y de su profesión. Inquieto por naturaleza, rebelde sin pausa (que diría Public Enemy), Young, sin querer pasar por eternamente joven, no se instala en lo conocido,  no renuncia a la investigación y no parece preocuparle el desconcierto que pueda causar. Es por ello que por mucho que critiquemos su obra en los años ochenta no deja de ser el riesgo de un artista integro, auténtico, que hace lo que le viene en gana, y no lo que a otros les pueda apetecer.

Recibido sin mucha alegría —algo a lo que tendrá que acostumbrarse el canadiense hasta 1989 y Freedom—Re-ac-tor (1981) es quizá el disco más cercano al punk (el rojo y negro anarcosindicalista de la portada) y al high energy de todos los que ha grabado Neil Young, aunque nunca han estado lejos de Stooges y MC5 sus planteamientos. No es aquí la electricidad extática, como en Zuma o Everybody Knows This Is Nowhere, ni hay nada en el disco del carácter elegíaco de On The Beach, pero al menos no se dedica Young a hacer música para adolescentes estúpidos o profesionales liberales que buscan desconectar un rato. "You were born to rock / You'll never be an opera star" canta salvaje en Op-er-a Star acompañado por Crazy Horse —como en el resto del elepé, que no se nos olvide—. Rock duro sin concesiones es también lo que sigue en Surf-er Joe And Moe The Sleaze y los nueve minutos de T-Bone, que convierte al metal que triunfaba por aquel entonces en chicle de fresa, si me admiten el símil. Get Back On It relaja el ambiente al final de la primera cara, a pesar de que el piano trotón no tenga el suficiente protagonismo como para rebajar la aspereza del sonido de Young y sus caballos locos. También crudos pero accesibles se presentan South-ern Pac-i-fic y Mo-tor Cit-y, los dos primeros cortes del la segunda cara. Rap-id Tran-sit me parece la canción más floja del álbum, sin ser mala, aunque sea redimida por Shots, cuya épica tronadora no desencajaría en Rust Never Sleeps. Llega así a su fin un disco que, sin ser una obra maestra, mantenía intacta la dignidad artística de Neil Young aun rebajando las cotas de su creatividad. Dignidad que no perderá en los años siguientes, se piense lo que se piense de lo que algunos consideran "experimentos" (no niego que lo sean) que comienzan con Trans. Siempre en los antípodas de tanta medianía y del viejo roquero del primer párrafo, eso es lo que diferencia a Neil Young —tanto obras mayores como menores son inseparables, asfaltando una misma vía— y le hace, como a Bob Dylan, Lou Reed o David Bowie, músico insustituible, verdad frente a mentira. Incluido Re-ac-tor.

martes, 10 de noviembre de 2009

Weld

Como decíamos en nuestro comentario a Ragged Glory en 2008, Weld (1991) es la prolongación en directo de la magia capturada un año antes en el estudio por Neil Young & Crazy Horse. En pleno estado de forma, el canadiense y los tres caballos locos nos regalan dos horas de emoción descarnada e incandescente, en las que los temas clásicos conviven con los más recientes (de Ragged Glory y Freedom) sometidos a extenuante tratamiento eléctrico, al que también es sometido (con gran éxito, por cierto) el clásico de Bob Dylan Blowin' In The Wind.

Aunque resulta difícil separar cuando se trata de un conjunto tan soberbio, sí que me gustaría destacar el segundo de los discos, donde las versiones de Cortez The Killer y Powderfinger ponen los pelos de punta o donde la proclama libertaria de Young Rockin' In The Free World precede en el escalofrío a Like A Hurricane en igualdad de condiciones a pesar de los años (e interpretaciones) que las separan.

Es Weld, sin duda alguna, uno de los mejores discos publicados por Neil Young tanto en solitario o acompañado por Crazy Horse; ejemplo de que reflexión y madurez pueden ser tan sinónimos de música rock como juventud y diversión, y de que los años no tienen por qué ser antítesis de energía y pasión.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Ragged Glory

Tras una década de irregulares experimentos, Neil Young publicó en 1990 el sublime y feroz Ragged Glory, para recordar a Sonic Youth, Pixies, Nirvana, Pearl Jam y tantos otros de dónde venía parte de la energía y la inspiración que transmitían sus discos. El riff de Country Home abre como un latigazo un elepé en el que una furiosa electricidad no deja de fluir hasta el último minuto de su más de una hora de duración, electricidad que surge en compañía de Crazy Horse, siempre perfectos para respaldar a Young. Capturados en plena grabación por un gran angular, la portada ya avisa de un grupo ensimismado que bascula, de forma natural (muy lejos de pretensiones o imposturas), entre la inmediatez del garage, la crudeza del punk y la improvisación psicodélica de las jam bands para —entre la decadencia del hard de los ochenta y el advenimiento/consolidación del grunge y la independencia pop— traer desde el pasado un mensaje que si en lo político nunca abandonó a Young en lo creativo parecía haber olvidado durante los años ochenta. Música, en fin, sin concesiones ni aditivos, austera y emocionante, que tendría su continuación en el doble directo publicado un año después, Weld, prolongación en vivo de toda la magia y la grandeza de Ragged Glory.