Publicado en 2003, Greendale significaba el retorno de la alianza de Neil Young y Crazy Horse en estudio, abandonada siete años atrás tras el muy notable Broken Arrow. Entremedias había habido álbumes en vivo (con y sin la banda) y discos de folk y soul; tocaba, pues, hacer retumbar el planeta con la crudeza eléctrica y visceral de los autores de Ragged Glory y un trabajo conceptual y político de casi ochenta minutos en el que está ausente la guitarra de Poncho Sampedro.
Funcionando como un trío, Young, Ralph Molina y Billy Talbot despachan diez canciones sobre la familia Green de Greendale —gentes y localidad creadas para la ocasión—, cada una de ellas acompañadas de un texto y un dibujo de James Mazzeo en el libreto marrón que acompaña al CD. El disco no está a la altura de las mejores grabaciones del canadiense con Crazy Horse, pero tiene momentos muy destacables que hacen imposible desdeñarlo. El rhythm and blues y el rock and roll ralentizados de Double E, por ejemplo; la extensa exploración de Carmichael, asimismo, en la que Young no canta hasta bien entrado el tema, habiéndose dedicado antes a unos punteos atmosféricos que no paran de volver durante todo el recorrido sobre el clásico colchón del bajo de Talbot y la batería de Molina; la bellísima balada Bandit, por supuesto, cuyo estribillo me atravesó la primera vez que lo escuché y nunca ha dejado de hacerlo: "Algún día encontrarás / todo lo que estás buscando"; los todavía más largos viajes indagatorios (trece y doce minutos respectivamente), claro que sí, de Grandpa's Interview y Sun Green; o, despidiendo la función, la emoción desatada en defensa del planeta y maneras rocanroleras de Be The Rain, un nuevo Rockin' In The Free World salvando las distancias y disminuyendo la potencia. "Tenemos un trabajo que hacer / tenemos que salvar a la Madre Tierra", canta sin ambages y convenciéndonos un Young ecologista y esperanzado.
De Greendale saldrán además un largometraje y un cómic, el primero dirigido por el propio Neil Young y el segundo, viendo la luz años después, a manos de Joshua Dysart y Cliff Chiang. Pero lo que hoy tocaba era recordar la versión musical de la historia, que yo aquí he querido recomendar. Reflexión, ideología y reivindicación política y social revestidas de sonidos distorsionados del maestro y sus compañeros.
NOTA: Este texto fue publicado la semana pasada en el blog Neil Young noticias (o La playa de Neil) con motivo de su vigésimo aniversario.