lunes, 27 de febrero de 2017

Somewhere Between Heaven And Hell


El punk sazonado con country y rockabilly patentado por Social Distortion estaba totalmente asentado como marca de la casa cuando el grupo de Mike Ness publica su cuarta referencia en estudio: Somewhere Between Heaven And Hell (1992). Descripción plausible de la vida de los seres humanos, aunque demasiado optimista quizá, el disco encierra una colección de canciones espléndida, rock and roll servido con garra y conocimiento de causa que sigue explorando ese imaginario norteamericano que tanto nos atrae y repele al mismo tiempo a los europeos. Junto con los temas que aporta el cuarteto de Californiaconstruidos sobre ese terreno emocional que va incrustado en su ADN— hallamos dos versiones de clásicos country (Making Believe y King Of Fools) que —plena, perfectamente adaptados a su sonido— Social Distortion convierte en punk rock melódico. No hay entre Cold Feelings y Ghost Town Blues (canción que solo aparecía como corte extra en el CD, no así en el vinilo) bajón o relleno compositivo o interpretativo que puedan atraer al aburrimiento, sustantivo que no guarda relación alguna con las grabaciones del grupo. Todo lo contrario. Cada vez más espaciadas en el tiempo, solo tres verán la luz desde que Somewhere Between Heaven And Hell fuera parido hasta hoy (¡y han pasado 25 años!), pero cada vez más adictivas, redondas y —por supuesto— lúdicas. Todo un mérito si tenemos en cuenta que la que hemos traído hoy y previas como Prison Bound o Social Distortion ya eran verdaderamente jugosas.

jueves, 23 de febrero de 2017

Going Back Home


Cuando en 2014 se publicaba Going Back Home, nadie habría pensado que tres años después Wilko Johnson iba a seguir entre nosotros habiendo resistido al cáncer de páncreas que le acosaba. El rechazo de la quimioterapia, que quien fuera guitarrista de Dr. Feelgood se había negado a recibir, parecía llamar a la inmisericorde parca sin que nada o nadie pudiera hacer algo por evitarlo. Es por ello que el disco que grababa entonces con Roger Daltrey sabe inevitablemente a testamento y despedida de uno de los mejores músicos que el rock and roll haya conocido. Pero no a testamento rancio y edulcorado —no—, sino a epítome magistral y rotundo del trabajo de toda una vida dedicada a las seis cuerdas electrificadas para difundir, defender y servirse del arte que Chuck Berry, Bo Diddley, los Animals o los Stones le habían enseñado.

Acompañado del cantante de otra de sus influencias ineludibles, los Who, Norman Watt-Roy (bajo), Dylan Howe (batería), Mick Taylor (piano y órgano) y Steve Weston (armónica), Johnson se marca un repaso antológico a su carrera en solitario y a la del grupo donde se dio a conocer mediante diez revisiones explosivas de canciones por él registradas, a las que sumar una versión que en el siguiente párrafo mencionaremos. La fuerza de las interpretaciones no tendría mayor importancia sin la clase y la elegancia con que notas, acordes y ritmos son ejecutados, lección de un arte muchas veces envilecido por quienes o no saben tocar su instrumento o, si lo saben, lo hacen sin el menor feeling o sentido. La guitarra de Wilko Johnson suena tan inconfundible, expresiva e irresistible como siempre; Daltrey ejerce la autoridad que emana de sus cuerdas vocales y su pasado; Watt-Roy y Howe aportan la precisión y la sobriedad que se espera de una base rítmica clásica; Taylor y Weston, por fin, llenan de color el conjunto, desprendiendo el aroma del mejor rhythm and blues.

Bajo el sello de Chess como reclamo inmejorable, Going Back Home es un álbum formidable desde su primer segundo hasta el último, así que las dos canciones que menciono para cerrar el texto no son nombradas por destacar su calidad, sino para matizar sus diferencias. Por orden de aparición, Can You Please Crawl Out Your Window es una lectura estupenda del clásico de Dylan muy acorde al sonido del plástico. Turned 21 —extraída del Barbed Wire Blues de Johnson— es la única (y magnífica) balada que encontramos, y es la excepción que confirma la regla de un disco que apuesta por la energía del rock and roll sin paliativos. El fabricado por dos monstruos consagrados que aunque parezca mentira (y no hablo solo de Johnson) todavía están vivos como testimonio de un pasado infinitamente superior.

lunes, 20 de febrero de 2017

The Bells


Mantener el nivel de Street Hassle y Take No Prisioners —ambos de 1978 y dos de los máximos logros creativos de su carrera— era algo realmente difícil, pero Lou Reed iba a publicar al año siguiente un álbum casi tan brillante y personal como aquéllos: The Bells. No es posible hablar de él sin empezar por el final, o los imponentes nueve minutos de la sinfonía que —entre el rock, el free jazz y la música clásica— da título al elepé partiendo del obsesivo y genial poema del mismo nombre escrito por Edgar Allan Poe. Pieza esencial de la obra de Reed, The Bells escapa en su extraño fluctuar a definiciones manidas o académicas, pero es capaz de generar las sensaciones más radicales y contradictorias—ansiedad, tensión, éxtasis, desconcierto, incomprensión…— en el oyente. La voz y la guitarra de Lou Reed, el bajo de Ellard Boles, la trompeta de Don Cherry, el saxo y el Fender Rhodes de Marty Fogel, la percusión de Michael Suchorsky, el sintetizador de Michael Fontara (y otros teclados si no me equivoco) construyen una suite cantada absolutamente impresionante que da sentido a todo el elepé, elevándose por encima de los ochos temas que la han precedido y clausurándolo de la más extrema de las maneras imaginables.


No hay que despreciar, por supuesto, las otras ocho canciones mencionadas. Stupid Man es una miniatura saltarina que Lou Reed compone con Nils Lofgren, músico que imagino no es necesario presentar a ningún aficionado al rock and roll. Disco Mystic funciona como un hipnótico, repetitivo, paródico y muy atractivo acercamiento a los ritmos que dominaban las discotecas a finales de los setenta. La cadencia y el sonido de I Want To Boogie With You podían haberla situado en Street Hassle. With You enlaza por ligereza y brevedad con Stupid Man, no en vano interviene Lofgren de nuevo en la coescritura. Boogie-woogie y jump blues empapan la fuerza rocker de ese vendaval llamado Looking For Love, al que se yuxtapone el tercer y último corte en el que Nils Lofgren colabora con Reed, City Lights. Denuncia del trato que el vergonzoso Comité de Actividades Antiamericanas y las autoridades estadounidenses dieron a Charles Chaplin tras la Segunda Guerra Mundial, la canción es al mismo tiempo un precioso homenaje al gran cineasta inglés y su maravillosa película Luces de la ciudad y una crítica a un país que se supone "una tierra de libertad", como canta el autor de Berlin. (Señalar como curiosidad que Marty Fogel toca aquí la ocarina, instrumento no muy habitual en los discos de rock.) All Through The Night habla sobre las aves nocturnas que tan bien conoce Lou Reed, y lo hace cantando por encima de las voces de fondo de unas personas reunidas. Families es el último de los temas antes de que The Bells haga su acongojante aparición. Seis minutos de repaso familiar expresados sobre un motivo simple pero adictivo que no cesa de repetirse, y que dan paso a todo lo que hemos expresado en el primer párrafo de este texto. O el punto y final de un trabajo imprescindible aunque solo fuera por el inabarcable corte que lo cierra y eleva a los altares.

jueves, 16 de febrero de 2017

martes, 14 de febrero de 2017

Conrad, la vida, la muerte y las tinieblas


Publicada en una revista británica y por entregas en 1899 (posteriormente como libro en 1902), El corazón de las tinieblas es "acaso", en palabras de Jorge Luis Borges, "el más intenso de los relatos que la imaginación humana ha labrado". Fuente de inspiración de otra obra maestra (en este caso cinematográfica), Francis Ford Coppola supo pasar a la pantalla y la guerra del Vietnam el horror que Joseph Conrad había plasmado en papel y situado en el Congo belga. Su protagonista, Charlie Marlow, narra a las personas que le acompañan su lúgubre experiencia africana en busca del recóndito Kurtz, un cuadro en el que la violencia y la desolación son los únicos suntantivos posibles. Ya hacia el final del texto, Marlow introduce esta reflexión sobre la vida y la muerte marcada por la experiencia vivida, pero que puede servir para cualquier tiempo, lugar y miedo particular:

"El destino. ¡Mi destino! ¡Es curiosa la vida…, ese misterioso arreglo de lógica implacable con propósitos fútiles! Lo más que de ella se puede esperar es cierto conocimiento de uno mismo…, que llega demasiado tarde…, una cosecha de inextinguibles remordimientos. He luchado a brazo partido con la muerte. Es la contienda menos estimulante que pueden imaginar. Tiene lugar en un gris impalpable, sin nada bajo los pies, sin nada alrededor, sin espectadores, sin clamor, sin gloria, sin un gran deseo de victoria, sin un gran temor a la derrota, en una atmósfera enfermiza de tibio escepticismo, sin demasiada fe en los propios derechos, y aun menos en los del adversario. Si tal es la forma de la última sabiduría, la vida es un enigma mayor de lo que alguno de nosotros piensa".

 

domingo, 12 de febrero de 2017

Amazing Fashion, Amazing Prices


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jueves, 9 de febrero de 2017

Big City Lies


Espoleados por la gira que celebraba el vigésimo quinto aniversario de su debut discográfico —Fuzz Face— los miembros de Sex Museum entraban en el estudio en diciembre de 2013 para grabar Big City Lies (2014), brillante elepé (como siempre) del mejor grupo de rock en activo que hay en España. El garage de estirpe ochentera que informaba a la banda en sus inicios vuelve a infectarla en su madurez, pero con toda la experiencia acumulada y sin que la frescura haya mermado. El fuzz al que se apelaba con orgullo en el título de su primer plástico inaugura de la mano de Fernando Pardo el álbum y Lost In Blue, colisión de garage, hard y psicodelia en la que el quinteto muerde cual Drácula rocker. Entre el himno y el ambient, Circles In The Salt hace convivir contundencia y fluidos lisérgicos gracias a una base rítmica implacable (Loza y Javier Vacas), una guitarra que pasa del riff pétreo al arpegio ácido, los diferentes registros de la voz de Miguel Pardo y un órgano, el de Marta Ruiz, que imprime el sello definitivo —made in Sex Museum— a la canción. Tanto La Californiana como Judee Sill mantienen intacto dicho sello, un sonido propio y muy reconocible que en el primero de los temas se acerca al punk y en el segundo al afterpunk, aunque pasando ambos subgéneros por la batidora de Malasaña. Un magnifico y emotivo instrumental de casi cinco minutos, Huesos de santo, pone contrapunto al resto del álbum y cierra su primera cara remitiendo a Los Coronas.


La segunda abre anfetamínica mediante Holy Shit, que va a marcar la veloz senda a seguir. Motherboard aprieta aún más el acelerador, corte vehemente al que se suma igual de arrebatado Emotional Tyranny, que emparenta con el rock duro del Flyin' High situado en el excelente Sonic. Ruler Of Your Life reduce la celeridad pero resulta un tema de una intensidad similar a la de los que le han precedido, alimentando de garage y psicodelia su sinuoso, escurridizo recorrido y destacando el trabajo de Fernando Pardo a las seis cuerdas. Más garage rock nos regala Golden Money, nuevo, delicioso y penúltimo trallazo de un disco que quiere decir adiós con Odio. El castellano sustituye al inglés para que Miguel Pardo —en solo dos minutos y medio dignos de Paralísis Permanente, Kortatu o Def Con Dos— escupa versos de asco, desprecio, lamento y, claro, odio como:

"Si nos llevamos tan mal
qué cojones nos hablamos
tu sonrisa es pura vida
y en secreto nos odiamos",

reflexiones cantadas que cualquiera que haya sufrido el calvario de un amor muerto y alargado por compasión, rutina o imbecilidad dará por buenas, y que podemos relacionar sin capricho con aquéllas en las que el gran Plutarco de Queronea comparaba el matrimonio con el calzado hace ya muchos siglos. Rabioso colofón a un trabajo refrescante y vivificante de un grupo que en Big City Lies volvía a sus orígenes (frase manida que aquí es cierta) para reivindicar su liderazgo moral y artístico en la música del diablo facturada en nuestro país.

lunes, 6 de febrero de 2017

Weather Report


Que la impronta de Miles Davis había quedado clavada a fuego en Joe Zawinul y Wayne Shorter lo deja claro el debut homónimo y de 1971 de Weather Report. El grupo fundado por el teclista y el saxofonista dibuja formas descendientes sin ambages del Davis de In A Silent Way, la obra maestra futurista y rompedora —suerte de extensión eléctrica e ideológica del jazz modal de Kind Of Blue— de la que Zawinul y Shorter fueron partícipes. El quinteto que completan Alphonse Mouzon (batería), Miroslav Vitouš (bajo) y Airto Moreira (percusión) no duda en proclamar los esquemas y sonidos patentados dos años antes por el autor de Nefertiti, con el atenuante de que Shorter y Zawinul ayudaron a crear las atmósferas espaciales de aquel extraordinario elepé. Tan cercano al funk como al rock progresivo y a las vanguardias atonales y dodecafónicas, Weather Report escenifica ese nuevo jazz abierto a múltiples influencias pero continuador del afán improvisador y libérrimo que en la década de 1940 Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Thelonious Monk o el propio Miles Davis imprimieron de manera definitiva al arte de Louis Armstrong mediante el bebop. La música creada por la banda es de una belleza enorme, elegante por igual en las intervenciones particulares y en los arreglos generales. Una música a la que no sería apropiado aplicar los conceptos principio y fin, sino el de notas arrancadas de un espacio y un tiempo que se podrían perpetuar (o achicar) en función de motivos no necesariamente estéticos sino anímicos. Dentro de un conjunto exquisitamente cohesionado, hay que destacar los pianos eléctrico y acústico de Joe Zawinul y el saxo soprano de Wayne Shorter, si bien la base rítmica aporta una riqueza y una inventiva asimismo sobresalientes. Las de un primer disco parido a la sombra de un genio, pero capaz de regalarnos hallazgos y figuras artísticas de indiscutible enjundia y atinado criterio: Weather Report.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Liberation Music Orchestra


"La música de este álbum está dedicada a crear un mundo mejor; un mundo sin guerras y matanzas, sin racismo, sin pobreza y explotación; un mundo donde los miembros de todos los gobiernos se den cuenta de la importancia fundamental de la vida y se esfuercen por protegerla en lugar de destruirla." Eso es lo que decía Charlie Haden en mayo de 1969 al escribir las notas para Liberation Music Orchestra, un elepé "concebido varios años antes cuando escuché por primera vez las canciones de la Guerra Civil Española. En los años 1936 y 1937 hombres de cincuenta y siete naciones diferentes fueron a España como voluntarios para ayudar en la defensa de la libertad de la República elegida democráticamente. Unos tres mil hombres de los Estados Unidos se ofrecieron como voluntarios para luchar por aquella República. Fueron llamados la Brigada Abraham Lincoln. (…) La lucha del pueblo por la libertad vive en las canciones que nacieron de la Guerra Civil Española. Cuatro de esas canciones están incluidas en este álbum. Song Of The United Front es una canción de los trabajadores escrita por Hans Eisler (letra de Bertold Brecht). El Quinto Regimiento (The Fifth Regiment), Los Cuatro Generales (The Four Generals), y Viva La Quince Brigada (Long Live The Fifteenth Brigade) son viejas canciones folk españolas con nuevas letras añadidas durante la guerra".


Registrado en abril de 1969, Liberation Music Orchestra es el nombre del espléndido disco de Charlie Haden al que nos estamos refiriendo, pero también el de un proyecto mucho más amplio que, además de título, es un grupo musical creado por Haden. En la primera cara del elepé, la banda convierte en free jazz el cancionero popular español de la Guerra Civil, audaz ejercicio en el que se cuelan cual fantasmas grabaciones antiguas de dicho cancionero. Entre The Introduction y The Ending To The First Side —composiciones de Carla Bley—, escuchamos cómo el folclore hispano hecho símbolo de resistencia renace transformado en vanguardia artística en la ciudad de Nueva York tres décadas más tarde con los arreglos de la mencionada Bley.


La segunda cara se abre con un tema de Charlie Haden que protagoniza su espectacular contrabajo, aunque el saxo de Dewey Redman busque imponerse en un momento dado. Song For Chè es un soberbio homenaje a la figura del Che Guevara, luchador y revolucionario admirado por Haden. War Orphans es un original de Ornette Coleman, a quien el contrabajista de Ohio, como es sabido, está unido ineluctablemente. El piano de Carla Bley lidera la interpretación de la banda, cuyos vientos fríos y espectrales bien podrían ser las llamadas de auxilio de los huérfanos de guerra que dan nombre al tema. Un interludio de Bley así llamado (The Interlude) da paso a Circus '68 '69, reflexión artística sobre la convención del Partido Demócrata de 1968 y las protestas de las delegaciones de Nueva York y California por la postura del partido ante la Guerra del Vietnam, las cuales, según relata Haden, cantaron el mítico We Shall Overcome, que hace breve acto de presencia para finalizar el elepé. Deja claro Charlie Haden, pues, su compromiso y  posicionamiento políticos sin renunciar al más alto refinamiento creativo, algo plenamente compatible en mi opinión, pero que en ocasiones genera dudas. El arte ajeno al debate ideológico es tan válido como el que se implica en él, mojándose sobre cuestiones controvertidas que son tan parte de la vida como las manzanas retratadas en un bodegón.


Desde una óptica claramente izquierdista, antiimperialista y anticapitalista construyeron Haden y sus acompañantes (sumemos a los mencionados a Gato Barbieri, Don Cherry, Paul Motian o Sam Brown, entre otros) este Liberation Music Orchestra del que hoy hemos querido hablar, un disco para recordar que el fascismo hizo daño ayer y lo sigue haciendo hoy mientras que asistimos a una puesta en escena jazzística de primera categoría.