Muerto Razzle y muertos los Hanoi Rocks, Michael Monroe —cual Elvis del high energy y el punk rock— iba a iniciar su carrera en solitario publicando en 1987 un disco plagado de versiones en el que aportaba solo tres temas. Nights Are So Long se nutría del Monroe fan e intérprete, mientras que se abría poco a poco un camino como compositor que daría lo máximo de sí en el personal y espléndido Life Gets You Dirty. Los artistas escogidos por Monroe para acompañarle en su debut a nadie deben sorprender, pues la fidelidad del finlandés a sus ídolos musicales es de siempre sabida. She's No Angel, de los Heavy Metal Kids, repetiría más fornida en su siguiente plástico, piano de Ian Hunter incluido, aunque aquí también se disfrutaba. El Million Miles Away que cantara Stiv Bators; Shake Some Action, la inmortal canción de los Flamin Groovies; It's A Lie y Nights Are So Long, del proyecto de Jimmy Zero que no llegó a cuajar, Club Wow; y las totémicas High School (MC5) y You Can't Put Your Arms Around A Memory (breve revisión acústica del clásico de Johnny Thunders) completan el cuadro de las lecturas de composiciones ajenas, cantadas con amor y respeto por Michael Monroe aun sonando —característica inseparable del autor de Peace Of Mind— al sleaze ochentero sin remilgos. De los temas traídos por él, Can't Go Home Again es una buena balada, y Too Rich Too Be Good y Keep It Up, dos sabrosos rocanroles, es especial el segundo. Los escribirá mejores Monroe, lo hemos comentado, pero ya apuntaba unas maneras que el tiempo ha ido confirmado, construyendo una obra a la altura de la de la banda que le vio crecer. Sea como fuere, Nights Are So Long es un primer paso que yo al menos sigo escuchando con deleite.
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lunes, 4 de diciembre de 2017
Nights Are So Long
Muerto Razzle y muertos los Hanoi Rocks, Michael Monroe —cual Elvis del high energy y el punk rock— iba a iniciar su carrera en solitario publicando en 1987 un disco plagado de versiones en el que aportaba solo tres temas. Nights Are So Long se nutría del Monroe fan e intérprete, mientras que se abría poco a poco un camino como compositor que daría lo máximo de sí en el personal y espléndido Life Gets You Dirty. Los artistas escogidos por Monroe para acompañarle en su debut a nadie deben sorprender, pues la fidelidad del finlandés a sus ídolos musicales es de siempre sabida. She's No Angel, de los Heavy Metal Kids, repetiría más fornida en su siguiente plástico, piano de Ian Hunter incluido, aunque aquí también se disfrutaba. El Million Miles Away que cantara Stiv Bators; Shake Some Action, la inmortal canción de los Flamin Groovies; It's A Lie y Nights Are So Long, del proyecto de Jimmy Zero que no llegó a cuajar, Club Wow; y las totémicas High School (MC5) y You Can't Put Your Arms Around A Memory (breve revisión acústica del clásico de Johnny Thunders) completan el cuadro de las lecturas de composiciones ajenas, cantadas con amor y respeto por Michael Monroe aun sonando —característica inseparable del autor de Peace Of Mind— al sleaze ochentero sin remilgos. De los temas traídos por él, Can't Go Home Again es una buena balada, y Too Rich Too Be Good y Keep It Up, dos sabrosos rocanroles, es especial el segundo. Los escribirá mejores Monroe, lo hemos comentado, pero ya apuntaba unas maneras que el tiempo ha ido confirmado, construyendo una obra a la altura de la de la banda que le vio crecer. Sea como fuere, Nights Are So Long es un primer paso que yo al menos sigo escuchando con deleite.
jueves, 17 de noviembre de 2016
Sensory Overdrive
Ni tengo ídolos ni doy mayor importancia a los artistas a los que admiro. La sensibilidad del creador le puede llevar a plasmar estéticamente emociones que eleven a su receptor gracias a sutiles y complejos mecanismos poéticos de empatía que, desgraciadamente, a muchos llevan a ver en aquél un semidiós cargado de virtudes inexistentes, ridículas o inventadas. En otras palabras: tocar bien la guitarra o escribir como William Faulkner no te hace mejor persona. En el mundo del rock y el pop dicho aserto se multiplica por diez, con miles de bandas y cantantes ensalzados por todo el mundo como bondadosos seres humanos, héroes de la clase obrera o insignes analistas políticos, cuando su única virtud es interpretar o componer notables, incluso excelentes canciones. Dicho esto, y asumiendo mis contradicciones, tampoco un servidor escapa a lacra tan lamentable. Iggy Pop, Lemmy Kilmister o Michael Monroe, de quien nos vamos a ocupar, excitan mis bajas pasiones y cuando escucho su música o les he tenido delante en un escenario veo en ellos —traslado a ellos— virtudes de pureza o mística carentes del más mínimo rigor. El magnetismo rocker de estas bestias pardas del puritanismo es capaz de arrastrar las precauciones del más prudente, portadores ellas de las esencias más excitantes de la música del diablo.
Michael Monroe entregaba en 2011 su primer disco en solitario en ocho años, Sensory Overdrive, ocupado como estaba en la fructífera reunión de Hanoi Rocks. Con una banda totalmente nueva, Monroe fabrica un plástico potentísimo de poco más de media hora en el que punk, high energy y hard rock melódico tienen su sitio aunque es cierto que el primero cobra ventaja por la especial beligerancia de más de la mitad de los cortes. Antes de que Superpowered Superfly haya puesto algo de paz y hecho brillar el corazoncito pop del autor de Life Gets You Dirty, Trick Of The Wrist, '78 y Got Blood? —tremebunda tripleta inicial— han invocado a los Stooges, U.K. Subs, Dead Boys o Black Flag para espanto de los amantes de la tranquilidad y gozo de los de la electricidad desaforada. Modern Day Miracle vive de una riff machacón y de aire industrial antes de que Bombs Away mantenga la celebración del punk and roll, armónica de Monroe incluida. All You Need es uno de esos temas que no puede faltar en un elepé del finlandés. Himno de sentimientos exagerados, desde un punto de vista estrictamente personal me cuesta no conectar con unos versos que rezan:
"Ahora vivo cada momento del día
Tengo algo que nunca me quitarán
Mucho amor y un poco de paz mental".
Later Won't Wait, por la forma de cantar de Michael Monroe y la estructura de su estrofa, me recuerda a una versión power pop de Twisted Sister, aunque también se relacione con Modern Day Miracle en otros tramos y tenga un interludio en el que la canción se ralentiza y el saxo de Monroe saca a relucir su sensualidad. El country se infiltra en la maravillosa Gone Baby Gone, o cómo celebrar una ruptura sentimental con la ayuda de Lucinda Williams, colaboradora de lujo en el noveno corte de la función. Center Of Your Heart imita a todo trapo alguna de las mejores composiciones de Andy McCoy para Hanoi Rocks y Debauchery As A Fine Art cierra con el puño en alto, la banda de Monroe desbocada y —sueño húmedo hecho realidad que enlaza con lo expuesto en el primer párrafo— ¡Lemmy aportando su voz cazallera! Remate magnífico de una jugada a la que solo le podía faltar una versión de Lust For Life o Loose cantada a dúo por Iggy y Monroe para que nuestros instintos primarios de fan obcecado nos llevaran a hacer de ellos (y del líder de Motörhead) mártires del socialismo o adalides de la desobediencia civil. Por fortuna, Sensory Overdrive ha dejado de sonar en el reproductor y el apotegma de los Stones viene a nuestro rescate mientras su magnífíco e intenso acabado resuena en nuestro cerebro: es solo rock and roll (pero nos gusta).
jueves, 29 de mayo de 2014
Whatcha Want
Tres años y pico después de esa disección interna que espero que algún día llegue a valorarse como lo que es —la obra más personal, incisiva y lograda de Michael Monroe: Life Gets You Dirty— recuperaba el roquero finlandés su carrera en solitario con un álbum potente y pegadizo repleto de versiones al igual que su debut. Whatcha Want, quinto disco de Monroe, veía la luz a principios de 2003, poco después de la publicación de Twelve Shots On The Rocks, que suponía la vuelta al estudio de Hanoi Rocks tras su reunificación en 2001. Desconozco si esto hizo que las pilas de Monroe se cargaran con una dosis extra de energía, pues sus grabaciones siempre han ido sobradas de ella, pero, ¡joder!, cuando arranca el trabajo con su adaptación del Do Anything You Wanna Do de Eddie and The Hot Rods parece que —de la nada— un huracán se hubiera metido en la cadena e intentara arrasar con todo saliendo por los altavoces. Huracán que durante el resto de temas no va a cesar, ya sean propios o lecturas de los UK Subs, Dead Boys (cómo no) o el mismísimo Leonard Cohen, capitaneado por un Michael Monroe que, cual factótum, canta, toca guitarras rítmicas y solistas y se encarga del saxofón, la armónica y el piano cuando se tercia. Frente a la rabia existencial y la angustia que el mencionado Life Gets You Dirty transmitía tan acertadamente en letras y melodías, Whatcha Want es un canto, si no a la vida, a la resistencia y a la fe en uno mismo, utilizando el poder curativo del rock and roll para cerrar las heridas producidas por la trágica muerte de Jude Wilder, la que fuera esposa de Monroe, en junio de 2001, de quien se despide al finalizar el disco con el bellísimo Hey, That's No Way To Say Goodbye coheniano. Solo aquí y en el Telephone Bill's All Mine de Dave Lindholm pisa el freno el autor de Peace Of Mind, si bien la intensidad no sufre merma. Apoyado por Pink Gibson (guitarra), Mr. T (teclados), Timpa (bajo) y Lacu (batería), es con la solidez y la pegada de la base rítmica formada por los dos últimos con las que yo me quedo, aunque Michael Monroe sea, como es norma cuando hablamos de su trayectoria en solitario, la estrella absoluta. Una de las pocas que le queda a la música del diablo, y aún en lo más alto, como enlatada o en directo sigue demostrando.
lunes, 8 de octubre de 2012
Not Fakin' It
No será Johnny Thunders o Iggy Pop, pero lleva el rock and roll en su genes exactamente igual que ellos. Bien con Hanoi Rocks, Demolition 23 o en solitario (no he escuchado el disco de Jerusalem Slim, el otro grupo en el que participó), Michael Monroe ha mostrado siempre una actitud y una pasión irrefrenables, a veces incluso superiores al material que interpretaba. Aunque nacido en Finlandia y lejos de ser un artista de masas, el cantante y multiinstrumentista es para mí una estrella del rock muy por encima de otras que solo lo son por las ventas o la fama.
Not Fakin' It , su segundo elepé de 1989, es el más conocido de sus trabajos, a lo que ayudó sobremanera la aparición de Axl Rose en el videoclip del espectacular trallazo que ejerce de primer tema: Dead, Jail Or Rock 'N' Roll. While You Were Looking At Me, cortesía de Little Steven (que también hace coros en los tres primeros cortes y en el quinto), y un She's No Angel más potente que el que abría Nights Are So Long, el debut de Monroe, con Ian Hunter de nuevo al piano, completan un inicio tremendo. All Nights With The Lights On lleva en su sonido y su melodía los peores vicios de los años ochenta, sin que podamos hablar, de todos modos, de una canción espantosa. Para recuperar la vitalidad y el pulso nada mejor que la imparable versión de Nazareth que pone título al álbum.
Shakedown es también veloz y gozosa, con Monroe comiéndose su armónica como en la anterior. Man With No Eyes, cursi y pastelera, vuelve a recordarnos lo peor de la década de 1980, con Monroe a la caza del hit imposible. Menos mal que Love Is A Thicker Than Blood es un buen tema, si no para tirar cohetes, sí para redimirle del anterior… ¡no por mucho tiempo! De Smoke Screen podemos decir lo mismo que de All Nights With The Lights On, no es un horror, pero se le parece. Thrill Me sube algo el nivel, aunque deja claro que la segunda mitad del elepé es bastante inferior a la primera y que lo que podía haber sido una obra sobresaliente, llega justo al notable. Por fortuna, y ya en los años noventa, gracias a su álbum con Demolition 23 y Life Gets You Dirty, Michael Monroe conseguirá que la excelencia sea completa en al menos dos de sus trabajos. No por ello, sin embargo, dejaré yo de recomendarles este Not Fakin' It acerca del que hoy hemos hablado.
martes, 29 de junio de 2010
Life Gets You Dirty

Si la música suena excelente de principio a fin, con ese característico cruce de high energy, punk rock, sleaze y metal, es en las letras, y en la forma de escupirlas, donde Monroe se hace fuerte. Bien sea en la emocionante Since When Did You Care ("Do you disremember everyone you've hurt?"), en los ecos del Bruce Springsteen de The River de If The World Don't Want Me ("Then I don't want the world", faltaría menos) o en la declaración tajante de No Means No ("I won't change my mind"), el finlandés lanza toda su rabia y romanticismo adolescente sabiendo de sobra que no va a haber respuesta, pero con la necesidad que todos tenemos (otra cosa es que sepamos) alguna vez de expresarnos sin cortapisas, aunque lo dicho pueda resultar para muchos ridículo, excesivo o, peor aún, innecesario.
Por supuesto que las melodías que acompañan a los versos de Monroe son buenísimas, y las interpretaciones, brillantes y aguerridas. Como si fuera causa y efecto de la catarsis de tanto desajuste emocional, Michael Monroe toca todas las guitarras, pianos, armónicas, saxos y panderetas que se escuchan en el disco y sólo deja en manos ajenas bajo, batería y coros, entre ellos los de su tristemente desparecida esposa de entonces. Life gets you dirty… and sad, podría haber añadido Monroe dos años después de haber terminado el álbum, tras conocer el deceso de Jude Wilder. Porque las manchas, mal que bien, se limpian, pero la tristeza de lo irreparable, una vez instalada, ya no nos abandona jamás. Hablaríamos, entonces, de otro disco. Nos quedamos con el que existe, claro: la explosión de energía y el cabreo estructurado de Life Gets You Dirty.
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