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lunes, 24 de marzo de 2014

Stand!


En pie, lectores, en pie. Levántense, que llegan Sly and The Familiy Stone y su cuarto y fundamental elepé de 1969, Stand!, descomunal trabajo que plantea y resuelve su propio silogismo, pues no responde éste a premisas preconcebidas sino a una investigación musical previa que aquí explota en esplendor múltiple, parte esencial de la cultura popular norteamericana y de un tiempo en el que todavía se pensaba que las cosas podían ir a mejor. Si el disco en su conjunto se desarrolla sin altibajos y declara una coherencia sónica de intensidad sin par, asombra la personalidad de cada uno de sus ocho cortes, manifestándose rotundos y diferentes dentro de la unidad que asimismo defienden, como si se trasladaran al terreno musical las reivindicaciones antirracistas (o feministas) de la época y del propio álbum.

Stand!, el tema homónimo que nos introduce en el elepé, es una festiva deflagración de funk y soul que acaba explotando al convertirse en gospel mediante los coros enardecidos de Little Sister. Don't Call Me Nigger, Whitey es una de esas reivindicaciones a la que aludíamos, soberbio, frondoso e hipnótico tema, instrumental en una buena parte, en el que brillan todos los intérpretes aunque merezca la pena destacar la guitarra pasada por el vocoder de Sly Stone y los vientos de Cynthia Robinson (trompeta) y Jerry Martini (saxo). I Want To Take You Higher hace que la faena avance a ritmo de penetrante hard funk psicodélico, que contrasta con las vaharadas pop de la inquietante Somebody's Watching You, cuya aparente calma melódica es desdicha por la letra de la canción. El canónico funk rock de Sing A Simple Song servirá de influencia a cientos de artistas (de Miles Davis y The Jackson 5 a Prince y Public Enemy), que lo versionarán, adaptarán, utilizarán o plagiarán a lo largo de las décadas. Everyday People es un pedazo de soul trotón de dos minutos y pico que vuelve a tratar asuntos raciales y sociales y flirtear con el gospel. En contraposición, diríamos que brutal, los casi catorce minutos de jam febril titulados Sex Machine, en los que Sly Stone se entrega de nuevo al vocoder para hacer notar su guitarra eléctrica mediante un solo larguísimo y excelente. Tras la exhibición de Stone, cubierta por las seis cuerdas de su hermano Freddie, el bajo de Larry Graham y la batería de Greg Errico —base rítmica caliente y eficaz—, una breve intervención de Jerry Martini y una más extensa de Errico dan por clausurada esta máquina del sexo cual ayuntamiento tras el orgasmo. Solo queda entonces recordar el placer vivido mientras You Can Make If You Try culmina la experiencia (artística y política), cómo no, en clave de funk puro y duro (y Sly Stone al bajo en lugar de Graham).


Si hablábamos en el primer párrafo de que Stand! se publica en "un tiempo en el que todavía se pensaba que las cosas podían ir a mejor", el siguiente elepé de Sly Stone y su familia, There's A Riot Goin' On, lo hace dos años después para certificar que esa posibilidad ha sido cercenada, "impregnad[o] de un ominoso sonido donde a duras penas habría sitio ya para la esperanza y sí para la desilusión y la paranoia de una nueva década", como acertadamente señala el Agente Cooper. Dice mucho, muchísimo, de un grupo que sepa impregnarse tan profundamente de lo que le toca vivir —para bien y para mal— y consiga hacer de ello obras de la belleza inmarcesible de la que hoy hemos tratado y de su continuación. En el caso de Stand!, a la altura de lo que aquel 1969 —que más que lejano empieza a parecer totalmente remoto— nos dejaron, por ejemplo, Beatles y Stones. No necesitan especificación alguna, ¿verdad, queridos melómanos?