miércoles, 30 de septiembre de 2020

'74 Jailbreak

Tiene truco este disco, entre epé y elepé, publicado en 1984 con material antiguo de AC/DC. En efecto, '74 Jailbreak reunía cinco temas de la banda australiana, cuatro grabados a finales de 1974 para el que sería debut de la banda en su país (High Voltage) y uno más extraído de la versión antípoda de Dirty Deeds Done Dirt Cheap y registrado en 1976. Daba igual. La mayoría de fans europeos y norteamericanos no conocían aquellas canciones, así que la aparición de dicho artefacto fue una alegría que recuperaba al vocalista original e irremplazable (Bon Scott) aun cuando el nuevo (Brian Johnson) había liderado al grupo a la sazón en una obra maestra (Back In Black) y dos álbumes muy recomendables (For Those About To Rock y Flick Of The Switch).
 

Jailbreak es el primero de los cortes, curiosamente el mismo título del que abría y nombraba también en 1976 el soberbio elepé de Thin Lizzy, con quien AC/DC comparte trono hard en la segunda mitad de los setenta. Magnífica composición a la que siguen las cuatro de su primer trabajo: una en la que se puede seguir el rastro pop de los Easybeats de los productores Henry Vanda y George Young (You Ain't Got Hold On Me); un explosivo rock and roll  hijo de Chuck Berry (Show Business o la crudeza del negocio musical); lo más cerca que los autores de Powerage, con todos los matices que se quiera, han estado del rock progresivo y la psicodelia (Soul Stripper); y una ardiente lectura del mítico Baby, Please Don't Go que completa '74 Jailbreak y recuerda que, incluso primerizos, los integrantes de AC/DC hacían las cosas de manera formidable. Con Bon Scott al frente y hasta 1979, de hecho, no conocerían rival.

lunes, 28 de septiembre de 2020

Hot Rockin'

Tercer sencillo del polémico Point Of Entry —asalto de Judas Priest al mercado gringo—, Hot Rockin' (1981) es una fantástica declaración de amor al rock and roll, la adrenalina que sube a una banda antes de saltar al escenario, "algún sitio donde pueda gritar y vociferar", en palabras cantadas por Rob Halford. No hace falta traducir ese estribillo ("I wanna go, I wanna go, I wanna go hot rockin'") que transmite por igual las sensaciones de los músicos "saliendo en busca de las luces brillantes" y del público esperando a que guitarras, voz, bajo y batería respondan feroces a cientos o miles de gargantas aullando. Acompaña a Hot Rockin' una versión en vivo de Breakin' The Law que hace del single galleta muy apetecible para los que gusten de ese terreno en que hard rock y beavy metal sellan acuerdos con un apretón de manos.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Abattoir Blues / The Lyre Of Orpheus

 
Hablemos de un disco doble o de dos discos en uno, Abattoir Blues y The Lyre Of Orpheus fueron publicados simultánea y conjuntamente en 2004 para dar con el que va a quedar como —el tiempo pondrá a prueba esta afirmación— el mejor trabajo de Nick Cave y sus Bad Seeds en el siglo XXI, y eso a pesar de que Blixa Bargeld ya no está en el grupo tras veinte años en él. La caja cubierta de tela que guarda ambos CDs y el hermoso libreto de hoja gruesa que trae las letras es el envoltorio ideal para el primoroso contenido musical que durante diecisiete canciones y ochenta y dos minutos nos va a deleitar.
 
 
Get Ready For Love, primer tema de Abattoir Blues, marca la tónica a seguir en contraposición con The Lyre Of Orpheus, volcado en el rock aquél y en las baladas éste con un par de excepciones intercambiables en ambos que sirven de nexo entre uno y otro disco además del sonido particular (y espléndido) de la banda. Funk, blues, góspel, garage, post punk, pop, etc. informan unas composiciones magníficas que, entre la voluntad melódica y grandilocuente y la disonancia e inmediatez noise, visitan espacios sabidos de los autores de Tender Prey pero que aquí fulguran como pocas veces. Cita Cave en There She Goes My Beutiful World varias de las referencias de su "hermoso mundo", poetas (John Wimot, San Juan de la Cruz, Philip Larkin y Dylan Thomas), un escritor (Vladimir Nabokov), un músico (Johnny Thunders), un filósofo (Karl Marx) y un pintor (Paul Gauguin), universo femenino ("she goes") poblado solo por hombres. Paradojas del patriarcado que alcanzan también al no machista.


The Lyre Of Orpheus, corte que abre y titula el segundo volumen, describe bien esa tensión que produce unir las guitarras retorcidas que podríamos escuchar al fondo de un garito y los coros más propios de alguna iglesia norteamericana. Dominan, sin embargo y como hemos señalado, las melodías sentimentales en bellísimos temas que tienen su paroxismo creativo en Easy Money, Carry Me y O Children, aunque en un momento dado Supernaturally apele a la vehemencia de There She Goes… Sea cual sea su intensidad o subgénero, es muy importante señalar que cada una de las canciones goza de los matices y la densidad de unas interpretaciones muy logradas; las de la voz y el piano de Nick Cave, el bajo de Martyn P. Casey, el violín, la mandolina, la flauta y el bouzouki de Warren Ellis, las guitarras de Mick Harvey, el órgano de James Johnston, el piano de Conway Savage, las baterías de Jim Sclavunus y Thomas Wydler y las voces de los coristas invitados. Cruciales todas para que Abattoir Blues y The Lyre Of Orpheus alcancen, en mi opinión, la categoría de obra(s) maestra(s) o de obligatorio dos en uno. Blixa se fue, la calidad se quedó.

lunes, 21 de septiembre de 2020

Road To Ruin

 
En mi opinión un punto por debajo de su predecesor Rocket To Russia, el cuarto elepé de los Ramones (Road To Ruin, 1978) se caracteriza por una mayor querencia pop, la sustitución de Tommy por Marky Ramone y contener los primeros solos de guitarra de Johnny Ramone, si bien el sonido del grupo neoyorquino se mantiene básicamente intacto y las canciones siguen siendo una delicia. Partiendo del riff dictatorial de The Next Big Thing, I Just Want To Have Something To Do encabeza el álbum informándonos de que la esencia ramone (inmediatez, sencillez, punk rock melódico) no se ha ido a ningún sitio. Sin embargo, no hay sino que esperar al tercer y quinto corte (el maravilloso Don't Come Close y la versión de Needles And Pins) para que el beat y el folk asomen felices y desvíen por momentos el discurso eléctrico y contundente de la banda. Cierto que una vez terminada la lectura del tema escrito por Jack Nitzsche y Sonny Bono, I'm Against It, el mítico I Wanna Be Sedated y Go Mental se encargan de reivindicar la naturaleza primordial de los autores de himnos inmortales como Blitzkrieg Bop, Gimme Gimme Shock Treatment o Rockaway Beach. Pero, ¡oh, sorpresa!, Questioningly —balada nostálgica— retoma el olor de los primeros Byrds y antecedentes donde Needles And Pins lo había dejado antes de que She's The One, Bad Brain e It's A Long Way Back escupan rock and roll acelerado y completen Road To Ruin. Los mismos Ramones con matices y variaciones de calado aunque no lo suficientemente importantes como para hablar de un grupo diferente. Las dos canciones que habían quedado sin nombrar por caprichos de quien esto escribe vienen en mi ayuda a corroborarlo: I Wanted Everything y I Don't Want You. Afirmaciones diacrónicas y complementarias  las de ambos títulos —la ambición pretérita; la negación reductora, tajante y presente— que dicen adiós a este texto.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Songs For The Deaf

Si en nuestra anterior entrada las canciones de Frank Sinatra eran para los jóvenes amantes, en ésta de hoy las de Josh Homme y compañía son para un sordo que viaja por el sur de California escuchando la radio en su coche. Canciones muy diferentes, las de Sinatra y las de Queens Of The Stone Age, aun con un punto en común: la enorme calidad que las sostiene. Aunque en su segundo álbum (Rated R) el grupo estadounidense ya había volado alto, en Songs For The Deaf (2002) iba a fabricar su obra maestra, arrebato musical en el que Dave Grohl sustituye a Gene Trautmann, Mark Lanegan hace coros, Josh Homme canta y toca la guitarra y Nick Oliveri se encarga del bajo y también pone sus cuerdas vocales al servicio de la banda. Estilizando el discurso stoner sin perder la potencia en el intento, el tercer paso de QOTSA se funda en unas composiciones inapelables cuyo cuerpo está hecho de heavy rock y un sentido melódico muy peculiar. Al igual que llegaban a Kyuss, los ecos de Black Sabbath siguen llegando aquí, pero la personalidad de nuestras reinas es demasiado fuerte como para sentirse cohibidas por etiqueta o influencia algunas. No hay más que ver lo cerca del garage psicodélico que se sitúan en Another Love Song o escuchar los dos cortes ocultos que culminan la función, Mosquito Song (delicado folk hecho de guitarras acústicas y flamenca, acordeón, piano, violín, chelo y trompas) y la versión del Everybody's Gonna Be Happy de los Kinks. Punto final de este fantástico Songs For The Deaf que no debería faltar en ninguna relación de los mejores discos de lo que llevamos de siglo.


lunes, 14 de septiembre de 2020

Songs For Young Lovers

Grabado en noviembre de 1953 y publicado al año siguiente, uno antes de que vea la luz el inconmensurable In The Wee Small Hours, Songs For Young Lovers es un epé de ocho canciones en el que Frank Sinatra es asimismo acompañado por la orquesta de Nelson Riddle. Composiciones concisas y muy hermosas (hoy absolutamente clásicas) de los años treinta y cuarenta que en manos de Sinatra y Riddle se convierten en ambrosía sonora. Solo una pega —pega que a la vez es virtud— podemos poner a estas melodías para los jóvenes enamorados: sus veinte minutos nos hacen querer más, nos dejan con hambre de su fantástico jazz vocal y orquestado. Así que una vez que Violets For Your Furs pone fin al mini álbum no queda otro remedio que volver al principio y embriagarse con la deliciosa lectura de My Funny Valentine y el resto de piezas de Songs For Your Lovers. Un sola escucha nunca es suficiente.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Back To Black



Solo por habernos dejado un disco como Back To Black (2006) merecieron la pena los breves veintisiete años de existencia de Amy Winehouse. Segundo y último álbum de la inglesa, sus once canciones demuestran que el nuevo soul del siglo XXI tenía en ella a una de sus más sensibles y destacadas representantes. La calidad de las composiciones, el soberbio acabado de los arreglos, la producción exquisitamente profesional y la voz de Winehouse, cuya entereza interpretativa planta cara a la persona frágil y adicta, forjan un trabajo maravilloso que aspira al éxito comercial absoluto sin rebajar un milímetro la exigencia.


Ese bombazo que es Rehab ("Intentaron hacerme ir a rehabilitación / Pero dije: No, no no") sirve de acicate y advertencia para lo que va a venir: si empiezas tan arriba cualquier desliz es pecado. Siguiendo una doctrina sixtie hecha de soul de Motown (más) y de Stax (menos), pop de los girl groups y R&B (revelándose radicalmente en Tears Dry On Their Own, que homenajea al inmortal Ain't No Mountain High Enough), Winehouse consigue revivir la magia de sus ídolos sin sonar rancia mientras hace una radiografía sentimental muy suya y muy de su tiempo. No hay tema menor en este trayecto de vuelta a la música negra, pero sí me gustaría destacar, además del nombrado Rehab, los tres singles consecutivos que a mitad de camino —quinto, sexto y séptimo corte respectivamente— iluminan Back To Black: el homónimo que le da título, Love Is A Losing Game (ambos orquestados) y el mencionado Tears Dry On Their Own. Parte de un conjunto impecable de treinta y cinco minutos que no necesita un solo segundo adicional para probar su maestría. Una pena que te fueras, Amy.

lunes, 7 de septiembre de 2020

Fire Of Love


Imposible comenzar este texto sobre Fire Of Love (1981) sin mencionar las concomitancias entre The Gun Club y The Cramps. El sonido trash y underground inunda las canciones del primer plástico del grupo de Jeffrey Lee Pierce igual que había invadido las de los dos primeros del de Lux Interior y Poison Ivy, el segundo de ellos publicado solo tres meses antes del que hoy comentamos. La guitarra de Kid Congo Powers descargaba su electricidad en aquél tras haber abandonado el club de la pistola*, no sin antes haber escrito en compañía de Pierce For The Love Of Ivy, uno de los temas clave del elepé. Los nombres de Powers y su venerada Ivy, la actitud ante la música, la etiqueta psychobilly e incluso las portadas vinculan, pues, a dos de las bandas que, en los ochenta, huyeron del techno, los teclados y las producciones hinchadas para seguir practicando, a su manera, el rock and roll.

La descripción de punk blues utilizada para describir el estilo de The Gun Club, al menos en su primera etapa y específicamente en su primer paso, la apoya la yuxtaposición de los cortes que abren el trabajo: Sex Beat y la personal lectura del Preaching The Blues de Robert Johnson. A veces tenderá más al blues (o al bluegrass, como indica el violín de Promise Me), otras al punk, e incluso, en sus dos temas más extensos: el mencionado For The Love Of Ivy y la versión de Cool Drink Of Water, se acercará a una especie de psychobilly progresivo la mar de sugerente; pero la etiqueta punk blues (esas slide guitars de Dotson y Pierce vienen en mi ayuda) es ciertamente plausible. Etiqueta que habría que matizar para los dos siguientes plásticos de la banda (Miami y The Last Vegas Story) y eliminar si hablamos del cuarto e inicio del segundo periodo (Mother Juno). Fire Of Love: un debut mítico y muy brillante que, sin embargo y volviendo al cotejo del que partíamos, no lo veo a la altura de Songs The Lord Taught Us y Psychedelic Jungle ni considero el mejor álbum de sus autores.

*Hoy no quedan dudas, pero en el pasado fue habitual pensar que el señor Powers pulsaba las seis cuerdas en Fire Of Love, cuando es Ward Dotson quien las toca en éste y el posterior Miami.


miércoles, 2 de septiembre de 2020

Living With War


Recuperaba Neil Young la electricidad tras la introspección folk de Prairie Wind. Living With War (2006) es un disco que el canadiense utiliza para atacar sin concesiones a George W. Bush y toda la maquinaria de guerra de su administración federal que no dudó en crear pruebas falsas y servirse del ambiente de odio generado por los atentados contra las Torres Gemelas para invadir Irak y completar la obra del padre del presidente. Acompañado de Rick Rosas y Chad Cromwell en la base rítmica (y la trompeta puntual de Tommy Bray), Young fabrica un buen y crudo álbum de crítica política con el objetivo de derribar a la máxima autoridad estadounidense, tal y como Let's Impeach The President deja claro. El garage y el high energy rock no son enemigos de la capacidad melódica de las canciones, que, sin estar a la altura de las mejores del autor de On The Beach, se suman dignas a la causa antiimperialista. No esperen aquí, por supuesto, la distorsión poética, los meandros arrebatadores de Everybody Knows This Is Nowhere, Zuma o Ragged Glory, pues se llevarán un chasco. Ling With War es un arma de proyectiles sonoros pensada para denunciar la ignominia de Bush, Powell, Cheney y compañía antes que para crear la gran obra maestra de la música rock del siglo XXI. Y eso también es necesario.