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miércoles, 25 de septiembre de 2019
Piggyback
Podría haber sido la despedida del grupo en forma de doble álbum, pero hubo que esperar más de dos décadas para que la discográfica vasca Bang! rescatara del olvido los dieciocho cortes —registrados entre 1991 y 1994, varios ya publicados en el recopilatorio Chunks— que componen Piggyback (2016). Diez temas propios (entre ellos las revisiones de esas joyas de azufre y acero llamadas Little Suzie y Junk) y ocho versiones (Velvet Underground, Chosen Few, Wipers, D.O.A., Hüsker Dü, Rudimentary Peni, Saints y American Soul Spiders) que demuestran que hasta el último de sus días Bored! hizo del estudio campo de batalla en defensa del rock and roll más crudo y agresivo. High energy, punk, hardcore, noise y heavy metal pueden ser rastreados en el sonido de la banda australiana, pero su intransigencia y extremismo le acercan al espíritu del free jazz o el krautrock. Aunque a la sazón ya se han convertido en un trío —John Nolan y Tim Hemensley se han ido para formar los Powder Monkeys, pero el primero no ha sido sustituido—, las grabaciones están esparcidas en el tiempo y casi la mitad del material es ajeno, los autores de Negative Waves azotan al oyente con su mismo e inmisericorde látigo eléctrico, atados a sus instintos vitales y estéticos e incapaces de rebajar la distorsión amenazante a cambio de un puesto en la historia del rock. Piggyback se disfruta del tirón y no tiene un solo segundo que desperdiciar, pero sí destacaría las cuatro canciones que abren las respetivas cuatro caras del trabajo (Bleed, Piggyback, Shame, Descender, todas ellas del líder, guitarrista y cantante principal Dave Thomas) y la personal lectura del Waiting For The Man escrito por Lou Reed. Las palabras postreras de Bored!, uno de los mejores grupos de su tiempo y uno de los menos conocidos. Será que muchos no han salido aún de Seattle.
martes, 28 de mayo de 2013
Negative Waves
¿Punk? ¿Hard rock? ¿High energy? ¿Heavy metal? ¿Noise? Sí… y no: Bored! y Negative Waves (1989). Registrado durante los seis primeros meses del año, el primer elepé del grupo australiano —tras un epé de debut— es el producto de varias y dispersas sesiones, lo cual no es impedimento para que se trate de uno de los artefactos más coherente y bellamente salvajes que haya conocido el rock and roll en sus casi sesenta años de historia. Saturado por las guitarras hasta límites insospechados —especialmente esa brutalidad que abre el álbum y responde al nombre de C.S.M. (No Way…)—, Negative Waves traduce en música la pasión visceral de cuatro chavales —Dave Thomas, John Nolan, Justin Munday, Grant Gardner— lo suficientemente jóvenes, inocentes y atrevidos para creer que con dos guitarras (¡qué dos guitarras!), una batería, un bajo y los acordes básicos de toda la vida había lugar todavía para la diferencia y la creatividad. Y esa fe tiene su recompensa. Llenando de electricidad las pistas de la consola del estudio de grabación para dar vida a las canciones, Bored! asalta al oyente mediante interpretaciones furibundas de ocho espectaculares temas propios que conviven sin sobresalto alguno con versiones de dos clásicos aussies absolutos: Whola Lotta Rosie y Remedy, este último con Tim Hemensley haciendo de Angry Anderson. La orgía de decibelios resultante es digna (y no exagero) de los mismísimos New York y Ragged Glory, contemporáneos ambos de Negative Waves, si bien Lou Reed y Neil Young eran ya a esas alturas viejos zorros del arte ideado por Chuck Berry, y Bored! una banda novata cuyos miembros compensaban con convicción su falta de experiencia y medios. No se preocupen, pues, si un día llegan a casa y no encuentran sus discos de AC/DC, Sonic Youth, Stooges, Metallica, Black Sabbath, MC5 y Sex Pistols: los tienen todos en Negative Waves. No solo de Distemper vivía aquel 1989 el rock australiano.
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