miércoles, 28 de marzo de 2018

Ragged Glory cumple diez años (2). Las palabras de Bernardo de Andrés Herrero


¿Qué es Ragged Glory? Un Blog... sí. ¿Solo un Blog? No, es el FUN HOUSE de los blogs, diría yo. y creo que digo bien, aunque tenga nombre de disco de Neil Young. Visceral, crudo y abrasivo, con una prosa frontal, sin ambages, sin indecisiones, franca, sin palabrería y excelsa. Una Jazz Punk Opus, tomando prestada la definición que Greg Kot realizó del disco de los Stooges, sólo que en formato escrito. Cada vez que me pongo a leer cada una de sus entradas es como cada vez que suena el disco de los Stooges, una bendita patada en la entrepierna para que espabile y aprenda. Gracias por estos diez años de resistencia y vibraciones. Es un Blog, sí… pero no uno cualquiera. Enhorabuena por honrar el medio social de comunicación llamado internet y literaturizar la buena música.

NOTA: Bernardo de Andrés Herrero es el autor del blog Mi tocadiscos Dual y de otros de él derivados, así como uno de los responsables de la web Criaturas Salvajes.

domingo, 25 de marzo de 2018

Elogio de la solidaridad


Nacido en la pequeña localidad finlandesa de Orimattila en 1957, Aki Kaurismäki es una rara avis dentro del panorama del cine actual. En una industria cinematográfica como la de su país, prácticamente inexistente, ha conseguido poner en pie una obra personal, sugerente y atípica con la ayuda de su hermano Mika —también director— y unos cuantos colaboradores. Productor, director y guionista de todas sus películas, el cine de Kaurismäki mantiene una línea de coherencia ejemplar que hace difícil encasillarle porque —aunque pueda tener puntos en común con cineastas coetáneos— debido a su acusada personalidad es complicado remitirle, en el presente, a nadie. Si que encontramos, sin embargo, referencias en el pasado (las cosas no surgen por generación espontánea), pues es Kaurismäki —y esto sin menoscabo de sus películas, ya que éstas tienen como referencia primordial la vida, al contrario de aquéllos que no han salido de la sala oscura sino para empezar a rodar su primer largo tras unos cuantos (¡horror!) cortometrajes— un cinéfilo apasionado. Influencias básicas de Kaurismäki son, por un lado, Robert Bresson (del que ha aprehendido hieratismo, austeridad y control) y, por otro, el cine de género de serie b norteamericano de los años cuarenta y cincuenta (concisión y agilidad narrativas); a las que ha venido sumándose —con los años y cada vez con más intensidad (es evidente en el aspecto formal de su última película, que ahora vamos a comentar)— las de Luis Buñuel (surrealismo e incluso fantasía) y Frank Capra (ingenuidad y buenas intenciones).


Un hombre sin pasado (2002) es la última aventura emprendida por Aki Kaurismäki, estrenada con el habitual (habitual, podríamos decir, en todas las películas «diferentes», por llamarlas de alguna manera. Veamos si no, por ejemplo, Los espigadores y la espigadora (Agnès Varda, 2000) o Millenium Mambo (Hou Hsiao Hsien, 2001). Por cierto, que del taiwanés sólo se han estrenado dos filmes en nuestro país, tratándose, como se trata, de un cineasta importantísimo) retraso en España. En ella narra la historia de un hombre que llega a Helsinki y recibe una paliza que le hace perder la memoria. La amnesia le convierte en un ser marginal y sólo con la ayuda de un puñado de indigentes y una mujer que trabaja en la beneficencia podrá salir adelante. La película entronca directamente con Nubes pasajeras (1996), su anterior e inferior trabajo, y continúa con la senda de peculiar optimismo abierta con Contraté a un asesino a sueldo (1990), que aquí toma forma —creo que ya de modo definitivo y sin cortapisas— de compromiso moral con sus congéneres (el protagonista llega a citar la regla áurea de toda ética: «Ama al prójimo como a ti mismo»), aunque no por ello haya que pensar que Kaurismäki haya dejado de mostrar el lado más duro de la realidad —sin la sequedad, eso sí, de Ariel (1988), su obra maestra, o La chica de la fábrica de cerillas (1990) y con más sentido del humor—, se haya vuelto blandengue o mojigato, haya empezado a eludir responsabilidades o, en fin, se haya aburguesado. No. Kaurismäki es, básicamente, el de siempre. Ahí están la sobriedad de su puesta en escena, su humor negro, sus escasos diálogos, sus extraños y entrañables (humanos, cuanto menos) personajes y su amor por las elipsis (¡y qué gusto da cuando nos ahorran toda esa serie de explicaciones penosas e innecesarias a las que nos tienen (mal)acostumbrados!). Es verdad, también, que Un hombre sin pasado tiene más movimientos de cámara, es más luminosa (encontramos todo un canto a la solidaridad generada de manera individual —es decir, por cada individuo— frente a la deshumanización de la sociedad neoliberal) y en ella se habla más de lo habitual, pero las constantes de su cine siguen inamovibles.


Creador de una de las obras más hermosas e intransferibles del cine reciente, la apuesta que lanzó Kaurismäki hace veinte años va cobrando sentido, si bien sea constituyendo una más de las islas que predijo su admirado Bresson. Él ha dicho en repetidas ocasiones que gracias a que hace películas no se ha suicidado. Esperemos que siga haciéndolas para que al menos alguien nos cuente el reverso doloroso de uno de los países, Finlandia, con mayor estabilidad y renta per cápita, junto al resto de países escandinavos, del planeta, pero que, al igual que éstos, tiene una de las tasas de suicidio más altas y que con la disolución de la URSS, principal destino de las exportaciones finlandesas, sufrió una fuerte recesión que aumentó el paro y le hizo tener que reestructurar su economía.

NOTA: Esta reseña fue publicada por la revista Ruta 66 el mes de mayo de 2003. 

 

jueves, 22 de marzo de 2018

No Mört


No solo en el norte de Europa ardían las guitarras de filiación punk, hard y high energy a finales del siglo XX y principios del siguiente. Qué va. Atrincherados en L'Arboç, pequeña localidad tarraconense, los hermanos Marc y David Teichenné defendieron alrededor de tres lustros (tras la muerte del segundo en 2014 creo que el grupo ya no funciona) el rock and roll más agresivo y menos complaciente bajo el nombre de The Rippers. El segundo de sus trabajos, No Mört, veía la luz en 2001* y ya hablaba de un grupo visceral y técnicamente muy capaz que especificaba de dónde venía al culminar el álbum versionando a los Stooges. A la guitarra de Marc y el bajo de David se sumaban la guitarra de Enric Foguet y la batería de Oriol Mas, instrumentos ambos que cambiarán de manos en futuras formaciones, pues únicamente la familia Teichenné tenía contrato indefinido y a tiempo completo en el cuarteto catalán. Hasta que la lectura del I Wanna Be Your Dog echa el telón asistimos a una algarada rocker que bebe de la intensidad y el sonido de bandas como Motörhead, Hard-Ons, Poison Idea o Turbonegro, pero también del rock alternativo de los ochenta representado por Hüsker Dü, Jesus And Mary Chain, Pixies y similares (Dead End Road y Beat The World, por ejemplo, lo dejan claro). Es decir, hardcore matizado pero rotundo y frontal como un puñetazo pegado con exactitud y prolongado durante media hora larga. Por fortuna, además, los Rippers no se quedarán aquí y seguirán creciendo y grabando elepés excelentes, lo que hace de ellos referencia ineludible de la mejor música grabada en España en las últimas dos décadas. Minoritaria, sí, pero auténtica, fiable y salvaje.

*La edición en CD aparecía en 2002, pero la de vinilo lo hacía, si no me equivoco, a finales de 2001.

lunes, 19 de marzo de 2018

In The Court Of The Crimson King


La segunda mitad de los sesenta y los primeros años de la década siguiente no solo fueron el periodo de máxima creatividad de la historia del rock and roll, sino que convirtieron la música del diablo en un amplio cajón de sastre que la alejaba de su significado original y ampliaba sus planteamientos mezclándose con todo tipo de sonidos y vanguardias. La inquietud y la creatividad de muchos artistas hicieron que la psicodelia, el rock progresivo, el krautrock y otros subgéneros fulminaran el concepto de diversión juvenil e inmediatez que los jóvenes de Estados Unidos habían implementado a mediados del siglo XX mediante canciones cortas y enormemente pegadizas.

El esencial debut de King Crimson (In The Court Of The Crimson King. An Observation By King Crimson, 1969) es uno de los ejemplos definitivos de lo contado en el primer párrafo. Su contenido —cinco cortes mayoritariamente subtitulados cuya duración en ningún caso baja de los seis minutos— poco o nada tiene que ver con aquellos himnos que Chuck Berry, Elvis Presley, Gene Vincent o Little Richard lanzaran contra una sociedad mojigata y conservadora. 21st Century Schizoid Man (conteniendo Mirrors) lo deja claro desde el principio con su cruce de rock épico con free jazz. La guitarra de Robert Fripp, el saxo de Ian McDonald, el bajo de Greg Lake y la batería de Michael Giles navegan en aguas experimentales y técnicamente complejas, personales y emocionantes por igual. El quinto Crimson, Peter Sinfield, es el responsable de la letra de la exquisita balada I Talk To The Wind, cuyos subyugantes teclados, flauta y melodía se los debemos a McDonald, aunque el trabajo de las baquetas de Giles sea igual de soberbio y delicado. Epitaph (conteniendo March For No Reason y Tomorrow And Tomorrow) se mueve en terrenos similares a los de su antecesora, si bien la composición es de todo el grupo. Tremendamente atmosférica, la canción vuelve a contar con un texto poético de Sinfield y es asimismo cantada por Lake.


Conteniendo The Dream y The Illusion, Moonchild es uno de los dos temas que conforman la segunda mitad del álbum. Si su comienzo augura que King Crimson va a repetir fórmula, su ruptura a los dos minutos y pico rechaza tajantemente dicho aserto. La música concreta y atonal se apodera del elepé durante un vasto y muy logrado pasaje que renuncia a rescatar el motivo melódico que abría el corte y parece imposible asociar, siquiera remotamente, a Johnny B. Goode o Tutti Frutti. Escrita, al igual que I Talk To The Wind  por el tándem McDonald/Sinfield, The Court Of The Crimson King (conteniendo The Return Of The Fire Witch y The Dance Of The Puppets) comparte lirismo con aquélla y con Epitaph y constituye el cierre perfecto para la función, grand finale lleno de matices instrumentales y compositivos que corona una obra maestra absoluta.


Desde la portada y los títulos de las canciones hasta la última de las notas tocadas, In The Court Of The Crimson King sigue manteniendo su capacidad de sorpresa y un sentimiento de misterio y aflicción que lo hace siempre moderno y universal. Pero es, además, la primera pieza de una carrera única, intermitente e insobornable que no cederá a tentaciones comerciales aunque tampoco se anquilosará, adaptándos a diferentes épocas y constantes mutaciones sin perder personalidad ni ánimo investigador. Culpable, si se quiere, de decir adiós al beat primigenio; coherente, sin embargo, con su manera de ver las cosas y poniendo su arte por encima de acusaciones necias de los puristas de los tres acordes.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Ragged Glory cumple diez años. Las palabras de Alfonso Tyla DeVille


Diez años de Ragged Glory. Diez años. Voy a enlazar estas líneas mientras me repongo de la congoja que me produce el paso del tiempo a cámara rápida. Lo haré de la única manera que sé: Tirando de apunte autobiográfico y sentimental.
 

Huelga decirlo, no soy la misma persona que era cuando me asomé a Ragged Glory, años ha. Han cambiado muchas cosas, pero el valor y la enseñanza de los textos de Gonzalo permanecen intactos: En ese retablo formidable apuntalado por Motorhead, Miles Davis, The Stooges, Camarón o Gluecifer aprendí lo normal en estos casos (discos y artistas que añadir —o no— al imaginario propio) pero también otros aspectos tan o más determinantes.

El valor del eclecticismo, por ejemplo. El poder de una prosa libre de clichés, precisa,
convenientemente higienizada de mitomanías. Mostrar el sonido con palabras y precisión de
cirujano: Nada de empantanarse en anécdotas extramusicales, la radiografía de un disco se
obtiene en base a su ADN sónico, su contexto histórico, las sensaciones que produce. Sería
imposible negar la influencia que esas premisas tuvieron en mí y como contribuyeron a moldear mi propio estilo hasta el día de hoy.


Ese es, para el abajofirmante, el gran valor de Ragged Glory. ¿Y cuál es la enseñanza?


Que, más allá de la distancia geográfica, biográfica y biológica y gracias a esta extraña alquimia de música y letras se puede crear una afinidad, una conexión que trasciende los límites impuestos por la realidad para llegar a ser una amistad. Tal es el poder de esto.


Todo eso ha sido para mí Ragged Glory. Todo eso es Gonzalo. Me voy reponiendo de la impresión por el decenio pasado y alzo mi copa para desear que siga aplicando su ojo de puntual francotirador como mínimo diez años más.


Y que estemos para verlo, claro. 

NOTA: Alfonso Tyla DeVille es el autor del blog Guitarras y Fantasía y coloborador en diferentes publicaciones.

lunes, 12 de marzo de 2018

Space Is The Place


¡Ojo!: que el inefable personaje que aparece en la portada —suerte de faraón afroamericano de una galaxia remota— sea el mismo que protagoniza la película Space Is The Place no significa que estemos ante su banda sonora. No. La banda sonora del film no se publicó hasta 1993, e incluso el propio largometraje, rodado en 1972, se estrenó un año después de que el álbum hubiese visto la luz en 1973. Sin embargo, es obvio que los efluvios de la delirante propuesta audiovisual llegan del Sun Ra guionista y actor al Sun Ra músico, quien, encabezando su Astro Intergalactic Infinity Arkestra graba el 19 y 20 de octubre de 1972 un colosal y cósmico elepé a la vanguardia del jazz de la década.


Los veinte minutos largos de la primera pieza, de igual título que el disco, extienden sus tentáculos free para dar con los sonidos de un hipotético espacio exterior. Al órgano de Sun Ra (un Farfisa llamado órgano espacial) se suman voces, clarinete bajo, saxo barítono, bajo y batería en este mantra pagano que pareciera querer invocar a los hermanos extraterrestres mediante su propuesta extrema. Se pasa al piano Sun Ra en Images, tema más convencional en todos los aspectos aunque no menos espléndido. Dos trompetas, saxo tenor (el de su inseparable John Gilmore), bajo y batería acompañan a nuestro hombre en una interpretación marcada por la potencia de unos vientos que se mueven entre la tonalidad y la disonancia. Discipline 33 encuentra a Sun Ra de nuevo, y ya hasta al final, al órgano; saxo tenor, trompeta y, por si fueran pocas, cuatro flautas completan el septeto que se enfrenta a esta composición de vocación atonal, aunque ligera si la comparamos con la radicalidad disonante de Sea Of Sounds. Farfisa, dos saxos altos, uno tenor y otro barítono, trompeta, fiscorno, batería, y dos percusiones se dedican durante casi ocho minutos a escenificar el momento más intransigente del álbum, aquél en el que no existe ninguna concesión melódica para oídos delicados o desconocedores de la Segunda Escuela de Viena. Rocket Numer Nine pone breve coda mediante órgano, clarinete bajo, saxo (alto o barítono, no estoy seguro), batería y voces, extensión del primero de los temas y confirmación de lo magistralmente expuesto en Space Is The Place. A escuchar, verbigracia y por si no me he explicado bien, tras A Jackson In Your House y On The Corner.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Earthling


Siempre a la última, a nadie pudo extrañar (menos con el precedente de 1. Outside) que a principios de 1997 David Bowie se sacara de la manga un álbum en el que el drum & bass, el techno y la música electrónica fueran los protagonistas. Sea como fuere, sorprendidos o no, no muchos fueron los que entonces apreciaron Earthling, igual que pocos lo defienden a día de hoy. A mí, sin embargo, me gustó en el momento de su publicación y me sigue gustando dos décadas después, ya hablemos de su armazón sonoro como de las (excelentes) composiciones que conforman el disco. Dentro de un conjunto homogéneo y de enorme potencia (en el que programaciones y samples conviven con los tradicionales bajo, batería, guitarra, teclados y saxo alto) sobresalen los dos temas más largos, Seven Years In Tibet y Dead Man Walking, de bellísima melodía, radicales contrastes y sugerente saxo de Bowie el primero, intensísimo rompepistas el segundo. Singles ambos, también lo fueron la inicial Little Wonder, Telling Lies y I'm Afraid Of Americans, esta última escrita por el autor de Low junto con Brian Eno pero descartada para el mencionado 1. Outside. La energía de las canciones que hemos nombrado y las cuatro restantes, basada en un tratamiento industrial agresivo y una interpretación humana que no se queda atrás, puede hacer que, escuchado al máximo volumen, el trabajo deje exhausto al oyente, pero seguramente que ésa era la intención de David Bowie y Reeves Gabrels, imprescindible mano derecha del inglés a la sazón. Un álbum, Earthling, que en mi opinión sigue siendo muy recomendable, si obviamos el horroroso diseño del libreto que acompaña al CD, diseño en boga a mediados de los noventa que podíamos ver por igual en obras de Marilyn Manson, Radiohead o Nine Inch Nails. Artistas, por cierto, influidos por Bowie que nos sirven para concluir este texto dedicado a una de esas grabaciones injustamente maltratadas o incomprendidas (¡las hay tantas!) de un maestro de la música.

lunes, 5 de marzo de 2018

2008-2018. Diez años de Ragged Glory


Así es. Esta cruzada en solitario, que diría el gran Chester Himes, cumple diez años a finales de 2018. Para celebrar una década de resistencia en la red, iremos publicando los textos de una serie de blogueros (y similares) que me honra con sus palabras y da su visión de Ragged Glory, un trabajo continuado de análisis y divulgación musicales, además de artículos sobre cine, poemas de mi cosecha y otras cosas. No hay que ser soberbio, pero tampoco tonto o humilde: sería un imbécil si no reconociese el esfuerzo que me ha costado sacar (y seguir sacando, no me voy, no lo dejo) el blog adelante. Aquí han sido glosadas, mejor o peor, las grabaciones de artistas claves en mi educación sonora, de los Stooges a Bob Dylan, de AC/DC a Miles Davis, de los Stones a Enrique Morente, de la Velvet Underground a Bill Evans, de John Coltrane a los Beatles, de Freddie Hubbard a Camarón de la Isla, de Prince a Union Carbide Productions, de Lou Reed a Thee Michelle Gun Elephant, de Chuck Berry a Joy Division, de MC5 a Oliver Nelson, de Sonic Youth a Jane's Addiction, de los Byrds a Motörhead, de los Beach Boys a Funkadelic, de los Ramones a King Crimson, de David Bowie a Ornette Coleman, de Can a Los Enemigos, de Love a Black Sabbath, de Little Richard a CRAG, de Asteroid B-612 a Art Ensemble Of Chicago, de Zeke a Dave Brubeck, de Archie Shepp a Circle Jerks, de Sex Museum a Neil Young, de Dizzy Gillespie a Deep Purple, de Duke Ellington a Flamin Groovies, de Charles Mingus a Gluecifer, de la Creedence Clearwater Revival a los Dictators, de los New York Dolls a Neu!, de The Band a Alice Cooper, de Charlie Haden a Bo Diddley, de Frank Zappa a Manta Ray, de Thelonious Monk a Van Halen, de Atom Rhumba a Oscar Peterson, de Sam Cooke a Public Enemy, de Led Zeppelin a Burning, de Muddy Waters a Sonny Rollins, etcétera. Faltan otros muchos nombres (algunos igual de importantes), pero es una buena muestra de lo que se puede encontrar en Ragged Glory. Dentro de diez años, si las cosas marchan sobre ruedas, la lista habrá aumentado. Gracias a todos los que se pasan por aquí y a las personas tan especiales que he conocido escribiendo este espacio virtual. Se os quiere.