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martes, 16 de agosto de 2016

Steve McQueen


Las brumas y las nostalgias que anuncian la portada y el título de Steve McQueen (1985) —Two Wheels Good en Estados Unidos por la oposición de los herederos del actor a ver ahí su nombre— tienen su fiel y estilizado reflejo en el contenido del segundo y excelente disco de Prefab Sprout. Soul, funk y soft jazz se cuelan como pinceladas en el universo pop de Paddy McAloon, autor de unas canciones redondas y muy personales que, a su vez, se deben mucho a su época. El sonido del álbum y la producción de Thomas Dolby nos dicen que estamos en los años ochenta y en Gran Bretaña; las letras y las melodías de McAloon son el plus artístico que eleva el trabajo que las contiene (muy) por encima de la media.

"Cuento las horas desde que te esfumaste
Cuento las horas que llevo sin dormir
Cuento los minutos y los segundos también",

canta McLoon en Bonny para hablarnos (sin excluir la ambigüedad poética) de esas obsesiones tan hostiles que genera la pérdida del amor, si bien su mantenimiento pueda ser igual de doloroso y traumático. Precediéndola, Faron Young, o lo más cerca que Prefab Sprout está del rock, antes de que, en cascada, lleguen algunas de las crónicas de deseo y ruptura más irresistibles que servidor haya escuchado, sumándose así a Bonny, Appetite, When Love Breaks Down y Godbye Lucille #1. Las relaciones sentimentales y todo lo que de ellas se pueda derivar recorren unos temas bellísimos que se clavan en el oyente que quiera (y sepa) sumergirse en ellos. El impacto emocional del resto del elepé es menor —exceptuando Desire As—, pero su categoría formal es como mínimo similar, gracias a la delicadeza instrumental y vocal que lo atraviesa y conforma. Debemos ésta a la voz, la guitarra y los teclados de Paddy McAloon, claro, pero también al bajo de su hermano Martin, los coros y teclados de Wendy Smith y la batería de Neil Conti, además de las contribuciones puntuales de la guitarra de Kevin Armstrong y el saxo de Mark Lockhart.

Reeditado en 2007 por Legacy, el disco traía un segundo compacto en el que McAloon repasaba acústicamente, en el verano de 2006, ocho de sus once composiciones, logrando un resultado excepcional que en nada envidia al de las versiones originales, brillando por igual la desnuda lectura a la que son sometidas. Un aliciente mayor para que el protagonista de La gran evasión no deje de estar en ninguna estantería musical que se precie.