Fracaso o quiebra en su traducción castellana, Failure (1988) no es lo uno ni la otra, sino el notable primer elepé de los Posies, o, mejor dicho, la primera casete. En efecto. No llega ninguno a los veinte años cuando —inocencia y descaro mediante— Jon Auer y Ken Stringfellow graban y autoeditan su debut, del que no solo componen sus doce temas sino en el que también tocan todos los instrumentos y producen. Obviamente, este prurito descaradamente amateur no tendrá continuación en sus siguientes trabajos, sin que ello signifique que Dear 23 o Frosting On The Beater nos hablen de un grupo diferente, pues la búsqueda de la melodía pop perfecta para la canción redonda seguirá siendo el santo y seña de la banda de Bellingham.
Puede deducirse de lo dicho que Failure tiene un encanto especial, el vinculado a la adolescencia, a la inmediatez, a los primeros amores y a los primeros desengaños. Desde Blind Eyes Open hasta What Little Remains se respira frescura y honestidad, lo cotidiano y lo eterno dándose la mano en canciones realmente bien estructuradas e interpretadas a pesar de las limitaciones de la edad y la experiencia. En muchos momentos la emoción se desborda, igual que la existencia debía desbordar a Auer y Stringfellow, personas sensibles que vuelcan sus experiencias, dudas, miedos y vivencias en general en píldoras sonoras de tres o cuatro minutos. Composiciones que traen el pop de los años sesenta a los ochenta, sin olvidar lo que ha ido sucediendo en su terreno durante la década en la que debutan.
PopLlama editará el disco en CD y vinilo (y casete de nuevo) en 1989 y ampliará su distribución y conocimiento. No será Failure la obra más redonda de sus autores, pero desprende una magia única, la de la vida a flor de piel y la primera juventud. Si queremos retomar las sensaciones perdidas de aquel tiempo, que diría Proust, ahí está esperándonos. Aunque ya hayamos superado los cincuenta largamente.