Mostrando entradas con la etiqueta The Kinks. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta The Kinks. Mostrar todas las entradas

lunes, 23 de diciembre de 2024

The Kinks Are The Village Green Preservation Society

La Velvet Underground había publicado White Light/White Heat; la Jimi Hendrix Experience, Electric Ladyland; los Beatles ponían a la venta simultáneamente el White Album… Incluso Muddy Waters se había adherido a la psicodelia y la distorsión mediante Electric  Mud. Los Kinks, sin embargo, padres del garage, el hard y el punk rock (se dice pronto), se replegaban en la Inglaterra rural y tradicional y el pop de cámara; no querían sumarse a la vanguardia sino expresarse a su manera, eludir la coyuntura musical y profundizar en el giro que habían supuesto Face To Face y Something Else By The Kinks.

The Kinks Are The Village Green Preservation Society (1968) inicia su periplo —restando los tres primeros vocablos— con la canción homónima, exquisito folk rock que trata con amor el acervo patrio. La nostalgia inunda Do You Remember Walter, más roquera que la interior, y no se escapa de Picture Book, remembranza folk pop del pasado mientras Ray Davies repasa un álbum de fotos. Además de futuro nombre del guitarrista de los New York Dolls, Johnny Thunder es el retrato de un renegado idealizado ("Johnny Thunder no necesita a nadie / No quiere dinero", "Nunca jamás le derribarán / Johnny Thunder no habla en nombre de nadie). El tema más largo con diferencia del elepé (ninguno de los demás llega a los tres minutos y éste supera los cuatro) es, además, el único que se escora al blues, un potente Last Of The Steam-Powered Trains en la que suena la armónica de Davies. La emocionante Big Sky relativiza los problemas del día a día,

"Y cuando siento
que el mundo es demasiado para mí
pienso en el gran cielo
y nada me importa mucho",
 

y Sitting By The Riverside reivindica placeres sencillos con su delicada suma de pop, honky tonk y psicodelia. Aunque Animal Farm se titule como la novela de George Orwell, su pop orquestado habla de la vida en el campo como algo positivo y feliz. Village Green, grabada en 1966, fue el origen del disco, pop barroco que evoca un mundo agreste de forma bucólica. Pop (sí, más pop) naíf, el de Starstruck y Phenomenal Cat continúa labrando la extraordinaria personalidad del trabajo, que en All Of My Friends gira hacia el music hall. Wicked Annabella significa el momento más crudo del plástico, rock ácido que bien podrían haber interpretado Cream o los Who. Monica da otra vuelta de tuerca pasándose al calipso antes de que la encantadora People Take Pictures Of Each Other  —folk, pop y music hall de la mano a casar con Picture Book lírica y sonoramente— diga que hasta aquí hemos llegado. El decimoquinto corte de un elepé ajeno a su época y por ello mismo tan atemporal y avanzado: The Kinks Are The Village Green Preservation Society.


 

lunes, 31 de mayo de 2021

Till The End Of The Day

Expeditivos e inmediatos. Así son los primeros Kinks cuando enchufan las guitarras y en 1964 plantan la semilla del hard, el high energy y el garage rock con esos dos tremendos sencillos llamados You Really Got Me y All Day And All Of The Night. Till The End Of The Day y su cara B (Where Have All The Good Times Gone) vendrán al año siguiente aportando similar energía y construcción e inolvidables melodías, clásicos del rock and roll que formarán parte asimismo del tercer elepé de la banda (The Kink Kontroversy) y fin de una etapa que dará paso —pop costumbrista y barroco mediante— a la más gloriosa y decisiva de los ingleses. Especialmente resplandecientes, los dos minutos largos de Till The End Of The Day, con esa guitarra autoritaria que anuncia el tema, respiran la misma autenticidad y pureza de las perlas seminales de Little Richard, Buddy Holly, Elvis Presley o Eddie Cochran Un poquito más larga que su compañera, Where Have All The Good Times Gone se cuece en aguas casi idénticas, aunque un pelín más lentas y sin el solo de guitarra de Dave Davies que vivifica la cara A. Dos canciones magníficas, en todo caso, que nunca dejarán de sonar en los platos o reproductores de los amantes de la mejor música.



lunes, 29 de octubre de 2018

One For The Road


La firma por Arista y el endurecimiento de su sonido en la segunda mitad de los años setenta puede ser vista como una jugada comercial de los Kinks para vender los discos que antes no se vendían (cosa lícita mientras se entregue material decente), pero que nadie olvide que el germen del hard y el punk rock estaba en una canción que, allá por 1964, había grabado el grupo londinense: You Really Got Me.

Aquella etapa con la discográfica norteamericana dejó un documento en vivo de una época de distorsión y potencia titulado One For The Road, doble elepé publicado en 1980 que muestra a una banda más parecida a un cruce de los Clash con Cheap Trick que a los autores de Something Else o Village Green. Es decir, fuera de lugar para los fans del sonido pop, refinado y muy británico que a finales de los sesenta dio con joyas tan deslumbrantes como las citadas; pero llena de sentido para unas nuevas generaciones que vibraban con la puesta al día de quienes, en realidad, eran padres de la actualidad. No en balde, muchos adolescentes recién conocían a los Kinks por la versión de Van Halen de aquel mítico, mencionado y seminal tema.

El grupo de los hermanos Davies recopila composiciones de todas sus épocas recogidas de actuaciones en Estados Unidos y Suiza —desde el primer Kinks hasta el a la sazón reciente Low Budget—, galvanizando y modernizando las antiguas para que ganen en energía pero pierdan en elegancia con respecto a las lecturas originales. Por supuesto que la música de los dos plásticos se escucha con gusto, aunque no sea ésta la versión que prefiera de los Kinks: las canciones de Arista son peores que los clásico previos; el tratamiento eléctrico que reciben éstos aporta poco más que sudor y decibelios; y los teclados de Ian Gibbons (y Nick Newall) básicamente sobran por añadir fealdad pachanguera con sus arreglos. Así que, concluyendo, diremos que estamos ante un buen y rocoso álbum al que los años (los suyos y los míos) han hecho perder atractivo y credibilidad. Sobre el escenario me quedo antes con los Kinks de las BBC Sessions 1964-1977.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

The Kink Kontroversy


Transición es la palabra más comúnmente asociada a The Kink Kontroversy, tercer álbum de los Kinks, y a pesar de ser acertado su uso visto lo que vendrá después, es una transición que afecta a toda la música rock cuando a finales de noviembre de 1965 se publica el elepé. Época de cambios, pues, es también cierto que la nueva orientación del grupo de los hermanos Davies lo hará marchar por unos derroteros tan genuinos, a la par de idiosincrásicamente británicos, que es difícil comparar con los de nadie los logros a los que conducirán sus inquietudes.

Ateniéndonos al disco en cuestión, se podría admitir que no está a la altura de lo que a partir del año siguiente va a parir la banda —una extraordinaria tetralogía cuyo pináculo, The Kinks Are The Village Green Preservation Society, mira de igual a igual a lo mejor de los Beatles y los Stones—, pero cuando uno se para a escucharlo descubre que The Kink Kontroversy es una obra espléndida. La versión de Milk Cow Blues, Gotta Get The First Plane Home, Till The End Of The Day, Where Have All The Good Times Gone, It's Too Late, What's In Store For Me y You Can't Win desarrollan la apropiación de R&B y rock and roll que los Kinks hacen desde un principio, enérgico garage rock que influirá por igual en el hard y en el punk, y que la voz y la manera de cantar de Ray Davies hace inconfundible. Sin embargo, The World Keeps Going Round y, en especial, I'm On A Island —sin dibujar a un conjunto radicalmente distinto— empiezan a remitir a lo que muy pronto se va a desarrollar. Hay también una preciosa balada, Ring The Bells; dos minutos para acercarse al beat, When I See That Girl Of Mine; y una notable composición de Dave Davies, I Am Free, que nada tiene que ver —por si acaso aún quedan despistados— con el I'm Free stoniano de ese mismo año.

No negaremos, pues, que Something Else By The Kinks o Arthur (Or The Decline And Fall Of The British Empire) tengan mayor enjundia que este The Kink Kontroversy —irónica referencia a la mala fama del cuarteto—, pero cuando un disco contiene clásicos como alguno de los mencionados y de sus canciones obtenemos un placer tan grande sí que podemos asegurar que las comparaciones nos son indiferentes… al menos hasta que la música deja de sonar. Si a la sazón no tan originales, ya eran profundamente ingleses los Kinks.

 

miércoles, 6 de abril de 2011

BBC Sessions 1964-1977

De su paso por la BBC durante los años que van de 1964 a 1977 da cuenta este doble compacto puesto en circulación en 2001, pero más allá de la obviedad, de lo que realmente da cuenta esta excelente referencia es de que el refinamiento y la sutileza que los Kinks desarrollaron con el paso del tiempo en el estudio (y la espontaneidad que perdieron) no supuso merma alguna en su capacidad de insuflar energía a sus canciones sobre un escenario. Aunque al oyente desprevenido que jamás haya escuchado a los Kinks y se acerque a ellos por primera vez reproduciendo esta referencia (afortunado él), lo que le llamará la atención —dejémonos de zarandajas— son las estupendísimas canciones que compuso el más británico de los grupos ingleses.

Un breve introducción del locutor da paso a una excitante interpretación de You Really Got Me (¡ese riff!), registrada el 30 de octubre de 1964, que si no es la precursora del hard rock se le parece mucho, más salvaje que la notable lectura de la canción que hizo Van Halen. Una pequeña entrevista con los Kinks (en la que califican su música como "expresión" y "pop", "no R&B" y en la que el locutor les pregunta por qué llevan el pelo tan largo) se interpone entre You Really Got Me y la versión del Cadillac del gran Bo Diddley, garage primerizo y también aguerrido. A partir de ahí se van sucediendo algunos de los mejores temas escritos por el grupo (sobre todo por Ray Davies), más dinámicos y altivos —con diferentes arreglos, curiosos matices— que en sus respectivas versiones en el estudio: All The Day And All Of The Night, Ev'rybody's Gonna Be Happy, See My Friend, This Strange Effect, Till The End Of The Day, Where Have All The Good Times Gone?, Love Me Till The Sun Shines, Days… Así hasta que una sensacional interpretación de The Village Green Preservation Society cierra el primer disco.

No es tan glorioso el material que ocupa el segundo, fundamentalmente sacado de la primera mitad de los setenta, excepto dos temas de los sesenta (Did You See His Name y When I Turn Off The Living Room Lights) y uno de 1977 (Get Back In The Line). Lo cual no significa que no sea muy disfrutable, que lo es. Claramente se puede percibir como el sonido de los Kinks —y del rock en general— cambia en los primeros años de la nueva década. Del Mindless Child Of Motherhood de mayo de 1970 al Celluloid Heroes de julio de 1974 hay un mundo sonoro, aunque ambas sean canciones excelentes. También de 1974 es la fantástica medley de Skin And Bone con el tradicional Dry Bones y las versiones en vivo de Demolition, Victoria, Here Comes Yet Another Day o Money Talks que avisan parcialmente de la crudeza punk del doble elepé en directo, One For The Road, que los Kinks lanzarán en 1980. Aunque siempre me ha gustado el tratamiento de choque que los hermanos Davies daban a sus temas en aquel disco, me quedo sin duda con estas BBC Sessions 1964-1977. Siéntense es su sillón favorito, abran una cerveza y gocen de esta joya que sirve de complemento perfecto a la discografía en estudio de una de las mejores bandas que ha dado esto del rock and roll: The Kinks.