jueves, 27 de noviembre de 2014

Stukas Over Disneyland


Cuatro años después de la publicación del mítico Dawn Of The Dickies, la banda californiana editaba Stukas Over Disneyland (1983), menos conocido que su predecesor pero tan cachondo como su titulo anuncia. El disco tiene dos partes diferenciadas cronológica y sonoramente. Los cuatro primeros cortes, producidos por Robin Geoffrey Cable (también responsable del anterior elepé de los Dickies) y grabados en septiembre de 1980, entroncan con la mezcla de punk, garage y power pop de Dawn Of The Dickies. El bubblegum y los primeros Beatles guían a Rosemary y Out Of Sight, Out Of Mind, mientras que el punk veloz y conciso es protagonista de She's A Hunchback y y la desmelenada versión del Communication Breakdown zeppeliano.


La segunda mitad, sin embargo, es registrada en enero de 1983 por Ed Stasium, quien logra una producción de mayor empaque para unas canciones algo más largas aunque alimentadas por los mismos ingredientes. Pretty Please Me es una potente lectura de un tema de The Quick compuesto por Steve Hufsteter, un miembro más del grupo escribiendo y tocando la guitarra en Wagon Train, If Stuart Could Talk y Stukas Over Disneyland, corte este último donde los Beach Boys son conjurados sin ambages.


Reeditado por Restless en 1988, Stukas Over Disneyland vendrá con tres canciones añadidas y no fechadas (I'm Okay, You're Okay, Bedrock Barney y Gigantor, versión en directo del tema de la serie televisiva compuesto por Eugene Raskin y Louis C. Singer) de frenético punk and roll que se suman gozosas al resto del material; material, por otro lado, que verá alterado su orden al pasar el más antiguo al final del disco y el más reciente al principio. Peccata minuta que agregar a la de los cambios en la formación (en la base rítmica especialmente), pero que no impide el disfrute de este artefacto dispuesto a bombardear con aviones nazis la cabeza de Mickey Mouse. ¡Válgame Dios!

lunes, 24 de noviembre de 2014

Branquias bajo el agua


Sigue sonando único y rompedor el epé con el que Derribos Arias se daba a conocer en 1982, Branquias bajo el agua, casi en paralelo a la que será su casa discográfica durante su breve existencia: Grabaciones Accidentales, S.A., más conocida por su acrónimo GASA. Marcado, como tantos otros en la movida madrileña, por el after punk británico y la Velvet Underground, el grupo de Poch y Alejo Alberdi se presenta tan siniestro como espectacular mediante uno de los mejores temas que ha dado el rock español: Vírgenes sangrantes en el matadero. De cadencia majestuosa, ecos claros de Joy Division y letra críptica y provocativa ("Vírgenes sangrantes / en el matadero / es un buen plan / para el fin de semana"), la canción se mueve entre lo ominoso y lo humorístico excelentemente musicada e interpretada. El corte que da título al disco deconstruye guasonamente la estructura pop tradicional, en base a la utilización de efectos electrónicos muy de su época, teclados y guitarras ruidosos y subterráneos y una letra demencial. El humor absurdo y minimalista se cuela en ese himno descacharrante en el que Poch delata su procedencia, Dios salve al Lendakari, dos minutos de surrealista jolgorio ("Dios salve al Lendakari / Que no es un rastafari / Él es un txistulari") con los que el epé termina. Muy bien producido por Paco Trinidad y la propia banda, Branquias bajo el agua es, además de la primera pieza de la carrera de Derribos Arias, un ejemplo de creatividad e independencia que no renuncia a moldearse con los sonidos de su tiempo pero cuya visión es plenamente particular; ahí está la clave para que a día de hoy siga poseyendo una originalidad y una riqueza con las que los años no han podido. Al igual que cantaba Poch hace treinta y dos, y aunque el artista vasco ya no esté con nosotros: "Branquias bajo el agua / es el baile de actualidad". No lo olviden.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Make Yer Own Fun


Las más bellas melodías pop conjugadas con el más recio sonido rock protagonizan el único disco publicado por los Monarchs (Make Yer Own Fun, 2001), abortado proyecto de Brad Shepherd, su hermano Murray, Greg Hitchcock y Andy Kelly que, por desgracia, no dio para un segundo álbum; una verdadera lástima, pues lo que ofrecía el grupo australiano era auténticamente espléndido. A la sombra como compositor de Dave Faulkner en su banda de toda la vida, Hoodoo Gurus, Brad Shepherd se destapa aquí al escribir todo el material de un álbum que, aunando hard rock, garage, high energy y power pop, da una y otra vez con la canción redonda. Beatles, AC/DC, Redd Kross, Stooges, Radio Birdman, 13th Floor Elevators, Sonic's Rendezvous Band o los mismos Hoodoo Gurus llaman constantemente a la puerta en este festín de guitarras distorsionadas y base rítmica febril en el que solo dan tregua las mágicas baladas The Stalker Waltz y Unimaginable. Imposible destacar temas, pues ninguno baja del notable alto ni el cuarteto se desinfla al interpretarlos, así que es recomendable la escucha del tirón del trabajo (y a todo volumen) para disfrutar de él al máximo. Terminamos con lo de siempre: como es habitual en las dos últimas décadas (y como recordaba The Distraction un año después de Make Yer Own Fun en Calling All Radios), unos dicen tocar rock and roll y otros realmente lo tocan. Los Monarchs entre ellos.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Pekka's Tube Factory


Creada en la primavera de 1996, la Pekka's Tube Factory es una banda finlandesa de jazz a la que da nombre Pekka Pylkkänen, saxofonista, flautista y clarinetista (como mínimo) que es en realidad a quien está acreditado este disco de 1999 llamado como su sexteto. Pekka's Tube Factory es, si no yerro, su primer trabajo y el único que yo conozco de este músico y sus compañeros, así que mi descripción se limitará a los ocho cortes de los que consta. Su sonido, en general, remite a ese jazz fusión practicado por Weather Report, demasiado edulcorado para mí gusto, pero en el que podemos encontrar virtudes y aciertos a poco que miremos con lupa. ¿Y dónde se manifiestan éstos una vez escrutado el contenido? Pues en el saxo de Pylkkänen y el contrabajo de Hannu Rantanen en 13 Seagulls, autores ambos de sólidos y elegantes solos; en los prominentes y atmosféricos teclados de Seppo Kantonen y la contenida guitarra acústica de Pekka Luukka en The Strawberry Tree; en la juguetona batería de Marko Timonen y la guitarra (esta vez eléctrica) de Luukka en Fungi (Gyromitra Esculenta); en las hermosas notas del piano de Kantonen, la delicada flauta de Pylkkänen y —en contraposición radical— la fuerte descarga de las seis cuerdas de Luukka para describir —palabras de Pekka Pylkänen— "los monstruos" del "sueño de Kaisa", la niña que da nombre al tema, en She How She Sleeps; en la percusión tribal de Tapio "Mongo" Aaltonen y el piano feliz de Seppo Kantonen en Sans blagues (No Kidding); en la apertura del contrabajo de Kantonen y el melódico saxo de Pylkännen en Le petit pingouin; y en el poderoso sonido del clarinete bajo con el que el mismo Pylkännen, sin compañía y brevemente, despide el disco tocando para su mujer Oona. Nada más añado ni puedo añadir, simplemente que he dejado fuera el primero de los cortes, Akseli And The 11th Dream, porque, sin ser malo, no veía en él algo especialmente destacable. Desde Finlandia para el mundo, Pekka Pylkkänen y su Tube Factory, cortesía de Naxos Jazz.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Four Sail



Marginado por culpa de su eminente predecesor (Forever Changes), la nueva formación que lo graba (aunque el líder, Arthur Lee, se mantenga), su querencia eléctrica (materializada básicamente en la guitarra solista de Jay Donnellan) y la avalancha de obras maestras del año en que ve la luz (1969), Four Sail, cuarto elepé de Love, es un trabajo excelente marcado por el influjo de la Jimi Hendrix Experience en el endurecimiento de un sonido que también remite a bandas como Vanilla Fudge o The Who; endurecimiento relativo y parcial —también hay que decirlo— que ni ofende ni oculta la magia pop —aquí sin orquestaciones ni vientos (excepto la trompa no acreditada de Always See Your Face)— de las magníficas composiciones de Lee.


August es la primera de ellas, y en sus cincos minutos se esconden los momentos más furibundos del álbum, salvaje jam comandada por las seis cuerdas de Donnellan y la batería de George Suranovich que se erige como cumbre de la carrera de Love. Sustituido por Drachen Theaker, desaparece el percusionista en los tres siguientes cortes, donde podemos encontrar folk y country psicodélico (Your Friend And Mine - Neil's Song), el inconfundible beat atmosférico de la banda (I'm With You) y rhythm and blues (Good Times), en el que Donnellan se sirve igual del punteo ácido que del agresivo. Las maneras nerviosas de Suranovivh se perciben inmediatamente al escuchar Singing Cowboy, y son sus continuos redobles protagonistas de este tema coescrito (única excepción en la autoría del disco) por Jay Donnellan. Las evocadoras melodía y letra de Dream dan paso a una de las canciones más potentes y conocidas de Four Sail, Robert Montgomery, donde además de la virtudes de unos Donnellan y Suranovich encendidos constatamos y corroboramos la notable y llamativa técnica al bajo de Frank Fayad, más cercana al jazz que al rock. Tan bella y abisal como su título, Nothing fundamenta su musicalidad en la improvisación, pues fijar acordes y armonías que describan la nada resulta mera entelequia. En Talking In My Sleep se lucen —epígonos del trío de Hendrix— Fayad, Suranovich y Donnellan, antes de que la ya mentada Always See Your Face cierre esplendorosa el camino andado. Arthur Lee añade aquí el piano a su voz y su guitarra rítmica, y, junto a la trompa de la que hemos hablado, nos mece con esta suerte de nana para adultos que, en palabras de Andrew Sandoval, es cuando más cerca se halla Four Sail "de la elegante complejidad de Forever Changes".


Siempre a la sombra del inmortal y tercer álbum de Love (hasta a mí me pasa, pues no dejo de nombrarlo), es Four Sail una obra cuya entidad está hoy fuera de toda duda, parida por un cuarteto en plena forma que, pocos meses después, publicará otro (doble) elepé registrado por la misma época (Out Here), en el que, aparte de esconderse algunos de los temas más largos del grupo (e incluso ¡un solo de batería!), la calidad seguirá siendo notable, muy notable. Pero, como suele decirse, ésa es una historia de la que nos ocuparemos en otra ocasión, pues demasiada enjundia tiene ésta que por Ragged Glory se ha paseado señorial, mas esclava de su pasado. La de Four Sail.

NOTA: La magnífica ilustración de Arthur Lee que acompaña al texto es obra de los amigos de El Ciento y Más Truenos Magazine, con los que me honra colaborar y a quienes va dedicada esta entrada.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Agila


No es que cambiase la peculiar morfología de sus canciones; no es que éstas fuesen sustancialmente mejores que algunos de los temas más redondos grabados por el grupo; no es que las teclas y los vientos no hubiesen aparecido ya en elepés previos; no es que esa mezcla de procacidad y sensibilidad no formase parte del ADN de las letras de Robe Iniesta desde el primer álbum. No. Es la manera en que cada pequeño elemento es matizado para alcanzar una mayor sofisticación y —esencial— el sonido logrado por la producción de Iñaki "Uoho" Antón lo que hace que lo que hasta entonces había sido notable en Extremoduro se vuelva sobresaliente en Agila (1996).

Citando a Machado, Miguel Hernández y Neruda e invocando a "Gillespie, Zappa, Mercury y Camarón", la tríada de arranque (Buscando una luna, Prometeo y Sucede) endurece el discurso progresivamente para acercase al metal en el tercero de los cortes, cuya primera estrofa (el primer verso, de Neruda) define muy bien lo que siempre ha sido Iniesta:

"Sucede que me canso de ser hombre
sucede que me canso de mi piel y de mi cara
y sucede que se me ha alegrado el día ¡coño!
al ver al sol secándose, en tu ventana: tus bragas".

So payaso es, en mi opinión, el punto álgido del disco, espléndida composición redondeada por el trombón de varas y el piano. El romanticismo según Extremoduro se define por letras como:

"Quiero ser tu perro fiel,
tu esclavo sin rechistar
que luego me desato y verás,
¡a ver qué me dices después!".


El día de la bestia —de la película homónima de Alex de la Iglesia— pasa del funk al punk y del heavy metal al rock progresivo sin inmutarse. Esa pequeña broma llamada Tomás precede a ¡Qué sonrisa tan rara!, en la que Albert Plá es invitado para cantarnos

"¿Cuánto tiempo hace que no follaba?
me abrazaste y se me puso dura,
yo ya empiezo a notar desbordarse
los pantanos de toa Extremadura".

Cabezabajo, Ábreme el pecho y registra y Todos me dicen mantienen ese difícil equilibrio estructural de las canciones de la banda, yendo de aquí para allá, cambiando de registro de manera brusca, encontrando la poesía en versos que son oxímoron ("Perdido entre montañas, no conozco este lugar / y tengo la sensación de haber estado, aquí, antes ya"); contraste burlón ("El cielo estaba rojo como una amapola / los ojos también rojos de no haber dormido"); o fantasía:

"Tú te crees que yo me invento
de qué color es el viento,
me lo encuentro por la calle
y siempre paro a hablar con él".

Al trotar vacilón de Correcaminos estate al loro se yuxtapone ese trallazo llamado La Carrera, macarrada de tomo y lomo que no puede ser más explícita:

"Al final de la carrera
ningún título te van a dar,
sólo te han dado un carné
politoxicomanía total
y te quedan muchas venas por chutar",

al hablar de los estudios tan especiales que sigue dicho individuo. Sin abandonar el mundo de las drogas, pero cambiando punk por flamenco, Me estoy quitando despide el álbum con una versión de Tabletom que dice mucho —si no la han dicho ya de sobra sus canciones— sobre la personalidad intransferible de Roberto Iniesta y su grupo, Extremoduro, que en Agila alcanzaba su nivel más alto hasta ese momento y que, a día de hoy, es un clásico del rock español. Por mucho que los gafapastas se espanten o los más finos echen pestes.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Rodeo Tandem Beat Specter


Reafirma y corrobora Rodeo Tandem Beat Specter (2001) el magnífico rock and roll kamikaze de Thee Michelle Gun Elephant, si bien supone, asimismo, el final de una etapa. El grupo japonés desaparecerá solo dos años más tarde cuando Sabrina Heaven y Sabrina No Heaven —sus dos última entregas— hayan abierto nuevas y brillantísimas rutas, pero la separación cercenará dichos campos de investigación estética. Expuesto esto, añadimos que no estamos aquí para llorar lo que pudo haber sido, sino para celebrar lo que fue, y el álbum del que vamos a hablar fue mucho.


Rodeo Tandem Beat Specter —que quede claro— es una obra maestra como lo eran sus antecesores Gear Blues y Casanova Snake. High energy, garage, pub rock y rockabilly son llevados al paroxismo por TMGE en un ataque frontal en el que vuelve a destacar, dentro de un conjunto soberbio, ese alumno adelantado y feroz de Wilko Johnson que era Futoshi Abe. Las canciones se van sumando siempre excelentes, los músicos no saben de tregua alguna —ni siquiera en los breves e inquietantes interludios instrumentales: Beat Specter Buchanan, Beat Specter Garcia— y el sonido perfora los oídos desparramándose denso, intenso e inmisericorde por el cerebro. La melancólica potencia de The Readhead Kelly (quizá devastadora) clausura de modo sublime un disco en el que la prestancia técnica (que la hay, y mucha) se rinde al poder de las emociones transmitidas por el mejor rock and roll. Practicándolo, difícil encontrar bandas a la altura del cuarteto nipón antes, durante y después de su existencia. Lógico, pues, considerar a Thee Michelle Gun Elephant —ni más ni menos— como uno de los grandes nombres de todos los tiempos. Agárrense a él si dejaron pasar el carro en su momento.

martes, 4 de noviembre de 2014

España

Este maldito país es una gran pocilga.
Maldito país, España
Maldito país, España.

(Maldito país, Eskorbuto)




Recortas en educación y sanidad,
quitas derechos laborales,
amparas a corruptos
y mientes sin cesar.

Te inventas EREs,
usas la puerta giratoria,
miras a otro lado
y saludas a Felipe VI.

Reformas la Constitución
para pagar la deuda a toda costa.
Mantienes la ley electoral
y permites que los niños pasen hambre.

Te lucras con el dolor ajeno
y vives de la economía sumergida.
Y encima dices que la ley
está para cumplirse.

Eres la piel de toro
más sucia que existe.
Eres sufrimiento, hastío y fraude.
Eres España.
(Y mereces ser odiada.)


domingo, 2 de noviembre de 2014

The Dave Brubeck Quartet In Europe


Proveniente de un concierto ofrecido en Copenhague el 5 de marzo de 1958, The Dave Brubeck Quartet In Europe da fe de la destreza y la profesionalidad en vivo del mismo cuarteto que —un año después— grabará el esencial Time Out. Una pequeña introducción da paso a un tema de Frank Loesser perfecto para la ocasión, Wonderful Copenhagen, en el que el saxo alto de Paul Desmond y el piano de Dave Brubeck presentan breves pero aclaratorias credenciales. My One Bad Habit Is Falling In Love es una composición de Brubeck en la que el pianista, apoyado por Joe Morello y Eugene Wright (batería y contrabajo respectivamente), describe entre melancólico e irónico los peligros del amor. Los diez minutos largos de Tangerine, clásico de Johnny Mercer y Victor Schertzinger, son quizá lo mejor del elepé gracias a las extensas improvisaciones de Desmond y Brubeck, flirteando éste con la atonalidad al explorar las teclas graves de su instrumento. The Wright Groove lleva el nombre de su autor y, en consecuencia, es protagonizado por su contrabajo, recibiendo notables respuestas de Paul Desmond y el líder del cuarteto. Vuelve el amor a adueñarse de la función con Like Someone In Love (Johnny Burke, Jimmy Van Heusen), de hermosas y contenidas intervenciones de Desmond y Brubeck y delicado lecho de la base rítmica. Watusi Drums, segundo corte escrito por Dave Brubeck, se encarga de cerrar el álbum en clave rítmica, como adelanta su título, para que Joe Morello puede exhibir sus habilidades mediante un buen y trabajado solo de batería, si bien alejado de la línea de percusión que Morello había llevado hasta ese momento. No hay reproche en lo que digo ni incoherencia en el grupo, sencillamente un cambio de registro que no rebaja la nota media —pero que tampoco la sube— de este recomendable directo de un cuarteto tan sabio y elegante como el de Dave Brubeck. En Europa, como en casa.