miércoles, 11 de mayo de 2011

Palau de la Música Catalana. Piano Solo. 21-03-1997

Yo estuve allí, y le vi saliendo al escenario del Palau con la ilusión de tantos años que, a pesar de todas las luchas, se escapaban. Oí cómo tocó, cómo su piano se impregnó de toda la ternura del mundo. Nadie lo dijo, pero era una especie de ceremonia del adiós en honor de uno de los grandes del jazz.

(Joan Anton Cararach)

Grabado cinco meses antes de su desaparición y publicado de manera póstuma en 1999, el concierto que Tete Montoliu, ya tocado de muerte, ofrece el 21 de marzo de 1997 en el Palau de la Música Catalana de Barcelona es, como ha dejado escrito su viuda, Montserrat García-Albea Ristol, "un creativo recorrido por la historia del jazz. A través de sus músicos más admirados y temas preferidos, resumió en una hora y media su propia vida. Una lección magistral". Así es. Él solo con su piano se enfrenta al público y a todo el jazz que le ha precedido y educado (es decir, a la historia del jazz al completo) para salir victorioso si en términos agonales habláramos, pues no hay aquí batalla alguna, sino homenaje, ofrenda, comunión. Montoliu entrega su arte en esencia, ése que surge de aquel  niño nacido ciego en un país republicano al que la violencia fascista despertará de su sueño democrático —abocándolo a una guerra civil que será preludio de una mundial— cuando el músico sólo cuente con tres años.

Un prólogo de tres temas que culmina el Au Private de Charlie Parker nos introduce en los cinco capítulos que —dedicados al propio Montoliu, Duke Ellington, Dexter Gordon, John Coltrane y Thelonious Monk— se convierten en uno solo al servir como vehículo a los únicos protagonistas de aquel día de marzo de 1997: los dedos del pianista sobre las teclas de su instrumento. Llenos de swing o gravedad según convenga, los dedos de Montoliu ofrecen un recital extraordinario del que no es posible soslayar el hecho de que el propietario de esas diez herramientas de trabajo tan preciadas sabía que su vida llegaba a su fin. Por mucho que queramos evitarlo —Montoliu también lo querría— redobla dicha circunstancia la emoción, pues es difícil saber si el músico catalán hubiera realizado una performance tan cálida y exquisita si su salud no hubiera estado tan deteriorada. Lo que si me arriesgo a decir es que treinta años atrás no hubiera sido posible. Hay una sabiduría y una generosidad en la interpretación de Montoliu que sólo la madurez y la experiencia pueden dar, aun reconociendo que hay muchas personas a las que la edad no saca de la mediocridad ni a tiros.

Un tema de Montoliu, Apartment 512, sirve de epílogo a tan aleccionadora experiencia. Es la vida que se sobrepone a la parca durante aquella noche mágica en el Palau de la Música Catalana. La vida en forma de música hecha por un catalán en Cataluña, pero, como imaginarán, absolutamente universal y que vuela sobre los límites patrios. Pues si éstos son excluyentes, el jazz y Montoliu son inclusivos, no los conocen y capturan a cualquiera que esté abierto a la belleza. Es en ella donde todavía vive el pianista, estén donde estén su cuerpo y su país.

2 comentarios:

  1. Cómo se decía en los comentarios del post sobre Ornette, aún no ha llegado mi hora con el Jazz. Y no es por ese aura de "intelectualidad" que muchos le atribuyen (y que no comparto) sino porque aún no estoy preparado para apreciarla del todo, como el flamenco.

    Por cierto, le estoy hincando el diente a TMGE: Alto tronío, Strawberry Garden es un temazo como una casa.

    Rock On!

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  2. No creo, sinceramente, que no estés preparado para apreciar el jazz o el flamenco, Tyla. Los mismos matices tienen los mejores discos de los Stones que los de Thelonious Monk, la misma belleza irradian.

    En cuanto a TMGE, estoy preparando algo sobre uno de sus discos. Tronío es la palabra.

    Saludos.

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