miércoles, 28 de octubre de 2020

The 24 Kilate Sound

Olvidado pero delicioso, este artefacto del año 2000 que hoy recomendamos es la única referencia editada por los Golden Zombies, banda del underground madrileño liderada por Mike Sobieski (Pleasure Fuckers y Sin City Six) que en The 24 Kilate Sound pasea su música surf e instrumental grabada en los estudios Chockablock de Mikel Biffs y presentada en sociedad bajo el paraguas de Munster. Garantía de calidad, pues, que se ve refrendada en nueve piezas (entre las que está una versión del mítico Stay de Maurice Williams y los Zodiacs) ejecutadas con clase y precisión que llevan marcas de Dick Dale, Ventures, Link Wray, Chantays y demás aunque a veces colinden con terrenos propiedad del lounge y la bossa nova. Un pequeña delicatessen a la que se ha prestado poca atención para recordar —tumbados en una hamaca o cuidando a un familiar enfermo— que la vida a veces puede ser hermosa.

lunes, 26 de octubre de 2020

Invitation

 
Word Of Mouth fue el título del segundo elepé de Jaco Pastorius y el nombre de la big band con la que giró para presentarlo mientras el colapso mental aparecía en su vida, arruinándola hasta su triste final —molido a palos en la entrada de un local y muerto unos días después— con treinta y cinco años. El paso de aquella gira por Japón dio lugar a un álbum grabado en Tokio, Yokohama y Osaka que Warner publicaría a finales de 1983 y que nos trae al extraordinario bajista liderando una banda de veintiún músicos.

Una canción de Bronislaw Kaper para el film de George Cukor Su propia vida inicia el disco y le da nombre. Invitation deja en nuestra pluma etiquetas obvias (jazz fusion, post bop, world music…) que el resto de piezas no va a negar e incluso va a ampliar. Pero no hay en estas magníficas tomas en vivo (o al menos no para ser rémora) la afectación que muchas veces lastra y afea dichos subgéneros jazzísticos. Amerika es un tema tradicional que Pastorius utiliza para lucir brevemente su bajo y enlazar con una Soul Intro de su propiedad que sirve de prólogo a la versión de The Chicken, tema que Pee Wee Ellis escribiera para James Brown y que añade el funk a la función en sus potentes sonidos orquestales. Continuum lo recupera Jaco Pastorius de su primer trabajo, corte dominado por sus mágicas cuatro cuerdas salvo en su final. Del segundo y mencionado al arrancar este texto viene Liberty City, en lectura muy podada si la comparamos con los doce minutos que duraba en el estudio.

No se olvida quien fuera miembro de Weather Report de homenajear a los más grandes de su negociado. Nos encontramos así con el Sophisticated Lady de Duke Ellington, convertido en un duelo amistoso entre la armónica de Toots Thielemans y el bajo que acaba completando la orquesta, y con el Giant Steps de John Coltrane, incrustado en medio del Reza y su Reprise de Pastorius y conformando un mosaico único de diez minutos largos en cuya primera mitad brilla la trompeta de Randy Brecker, en cuya segunda Pastorius tiene momentos muy potentes y en el que escuchamos una cita del Caravan de —sí, nuevamente— Ellington. Fannie Mae y Buster Brown dan paso al R&B y al jump blues, baile y diversión que preceden a Eleven, adaptación del tema de Gil Evans (y Miles Davis) que hurta segundos al ya corto original para decir adiós en menos de un minuto. La felicidad que nos trasmite la música tornaría en problemas y miserias que arrastrarían —perra y maldita existencia— a Jaco Pastorius a la tumba, sin que la paliza que le propició aquel desalmado aparezca como colofón inesperado de un devenir idílico. Al contrario, pero que la destrucción estuviera cantada no es ni será óbice para recordar a un artista fantástico disfrutando frente al público nipón y rodeado de dos decenas de compañeros mientras hacía lo que mejor sabía. La muerte llega antes o después.

miércoles, 21 de octubre de 2020

Here Comes The Whistleman

El primer elepé de la relación contractual de Rahsaan Roland Kirk con Atlantic —la más extensa y fructífera de una carrera genial— es un curioso artefacto registrado en directo en los estudios neoyorquinos de la discográfica en marzo de 1965 pero que no será publicado hasta dos años después. Previo a la tríada que le consagrará artísticamente (The Inflated Tear, Left & Right y Volunteered Slavery), Here Comes The Whitleman puede pasar por divertimento que sirve de toma de contacto con los directivos de la compañía, mas el placer que transmiten las interpretaciones niega cualquier condición de pasatiempo o trabajo menor al álbum. Hard bop que en vivo tiene algo de jump blues, el de Kirk es propulsado por sus saxos tenor, soprano y alto, los dos últimos (manzello y stritch) inventados por él, tal y como es sabido, y flautas convencional y nasal. El protagonismo de sus instrumentos y su espectacular manera de tocarlos no es excusa para olvidar una base rítmica espléndida que aquí forman Major Holley (contrabajo), Charles Crosby (batería) y Jaki Byard (no Jackie, según los erróneos créditos originales) y Lonnie Liston Smith alternándose al piano en deliciosas intervenciones. La calidad de los siete cortes hace muy difícil el intento de destacar uno por encima del otro, así que si nombro la pieza que titula el disco es por el absoluto desfase que se produce al acompañar al cuarteto un buen número de silbatos tocados por el público presente (cualquier cosa es posible si hablamos del autor de We Free Kings) en una fiesta musical que prologa una charla de Kirk. Y termino: que su situación cronológica y el olvido sufrido no nos hagan renegar de esta fantástica grabación llamada Here Comes The Whistleman.

lunes, 19 de octubre de 2020

We Got This!


 
Paradigma de grupo de culto, el de Rob Younger es uno de los mejores nacidos en los últimos cuatro decenios, si bien su repercusión sigue limitada a esos círculos de connaisseurs que Juanjo Mestre llama las "minorías privilegiadas". No fue hasta nueve años después de su fundación en 1980 que los New Christs publicaban su primer elepé, el colosal Distemper, una de las obras maestras de la década, aunque los singles dispersos a lo largo de la misma los había compilado Divine Rites un año antes. Lower Yourself, el segundo paso largo, no llegaría antes de 1997. Acechada por las rupturas y las distintas formaciones, la banda australiana mantenía el tipo de sobra en un trabajo excelente pero sin el carisma de su predecesor. El tercero en discordia, We Got This!, veía la luz en 2002 con el grupo fuera de combate por cuarta o quinta ocasión y, milagro o no, sin dar muestras de agotamiento creativo alguno. Durante una hora larga los Christs demuestran por qué la grandeza de Radio Birdman vive en ellos. A pesar de haber mayor gravedad y mal rollo en su música (Younger se hace mayor y nunca fue muy optimista), el secreto de la canción rock está a salvo en sus composiciones y en su manera a la par dura y elegante de interpretarlas. Canción adulta que es consciente de que, como afirma la última de todas, las fiestas son cosas del pasado (The Party Died) sin que la energía o la electricidad se hagan a un lado. Esto es lo que hay, viene a decir el título, lo tomas o lo dejas; ya no somos los jóvenes punks herederos de los Stooges que arrasábamos los locales donde tocábamos, lo que no es óbice para que sigamos tocando (de puta madre) rock and roll algo menos high energy y algo más post punk. Y todavía habrá nuevos discos igual de minoritarios e imprescindibles de unos New Christs que juegan en la primerísima división artística y en una bastante inferior comercial.

jueves, 15 de octubre de 2020

You Could Be Mine

Podría haber formado parte del magistral Appetite For Destruction, pero quedó como banda sonora de la segunda parte de Terminator, primero, y canción de Use Your Illusion II, después. Anticipo de un álbum cuádruple e irregular, aunque lleno de canciones soberbias, You Could Be Mine (1991) es un single tremendo que sirvió por igual para abrir boca a los fans de Guns N' Roses que para animar a despistados y dubitativos a ver la película de James Cameron. Completa y hace perfecto el sencillo otro tema asimismo incluido en el segundo de los Illusion, Civil War, cuyos homéricos siete minutos y medio son protagonizados por las guitarras de Slash (salvaje y sensacional) e Izzy Stradlin y las teclas de Dizzy Reed. Una rodaja de órdago, oigan.

lunes, 12 de octubre de 2020

Backbone Ritmo

Manteniendo e incluso aumentando el nivel del excelente Chasin' The Onagro, Atom Rhumba volvía en 2003 con Backbone Ritmo para seguir autoseñalándose como una de las bandas más personales e impactantes del panorama patrio. Constant Deja Vü y Gone abren el álbum con un funk estilizado que se convierte —esquizoide— al punk y el noise en Eskimo Bones sin dejar que los ecos de James Brown y epígonos se apaguen. High energy rock and roll, techno y soul jazz se pueden rastrear sin problemas en Take Your Time. El country pantanoso con olor a los Beasts Of Bourbon tiene su espacio en Satin Breakdown. New Kind Of Virus muestra a los Rhumba más agresivos sin que los riffs y los ritmos pierdan su esencia funk. Country rock es lo que nos ofrece One Bit Memory, servido con la pedal steel de Hendrik Röever y letra del bicho mayor, Josetxo Ezponda, influencia siempre presente en los de Bilbao. Endurecen de nuevo el asunto Rober! y compañía con un Abstract Blues que desciende de Captain Beefheart, aunque no llegue al extremismo del autor de Trout Mask Replica, y un Just Stop punk y febril que antecede al último corte de la función. Así es. Los seis minutos de Cowboy Fly echan el cierre partiendo de presupuestos cercanos a los de Tom Waits para desarrollarse en la línea de Manta Ray, grupo con el que Atom Rhuma mantiene no pocas relaciones estéticas. Solo falta mencionar el espectacular sonido de la producción del grupo y Kaki Arkarazo, si la anterior había correspondido al ilustre Mick Collins, para tener el cuadro completo de un gran trabajo hecho de bajo, batería, voces, guitarras, teclados, percusión, saxo, vibráfono, palmas y sierra melódica: Backbone Ritmo.


miércoles, 7 de octubre de 2020

Get Our Way

 
Se separaron en un estado de forma excelente. Corría 1994 y los Cynics publicaban Get Our Way, un pedazo de disco donde cultivaban su garage rock de siempre, del que nos tendrían huérfanos ocho años antes de volver con el no menos brillante Living Is The Best Revenge. Fulgurante e inmediata, No Reason da el pistoletazo de salida y dicta las normas a seguir, bien sean canciones de la casa (entre las que también caben baladas como I'll Wait y Time Alone) o lecturas del Lose Your Mind que tocaran los míticos Third Bardo, el Don't Shoot Me Down de los Brogues y el And She Said Yes de The Painted Ship, oscuras joyas de los sesenta cuyo sonido y estructura informan sí o sí el estilo de los autores de Twelve Flights Up. Sí o sí, pero no solo. Al garage, psicodelia y pop sesenteros que siempre están en la música de Gregg Kostelich y Michael Kastelic (Sonics, Electric Prunes, Animals, 13th Floor Elevators, Byrds y montones de bandas semidesconocidas cuya existencia y escaso éxito corren en paralelo a los de las tres versionadas) hay que añadir una influencia del high energy de corte stooge que enriquece y endurece alguna de las composiciones (David V's Car es un ejemplo perfecto). Si no a la altura de su obra maestra (Rock 'N' Roll), Get Our Way y los varios singles que veían la luz el mismo año demostraban que la disolución de los Cynics no se debía a un hipotético agotamiento creativo, sino a coyunturas ajenas que poco o nada nos interesan.

lunes, 5 de octubre de 2020

Too Much Boogie, Need Somebody

 
Palabras similares a las utilizadas aquí mismo hace un año para reseñar el single compuesto por Down Child y Gotta Boogie nos valdrían para esta doble cara con la que comparte año y sello, 1953 y Modern Records. Similares, que no iguales. Too Much Boogie prefigura en su hipnótico y repetitivo transcurrir el rock hablado de la Velvet y salvajadas como The Gift, mientras que Need Somebody sangra una mayor electricidad protohendrixiana, aun sin llegar al exceso bíblico del primer y colosal sencillo nombrado, padre de todas las futuras distorsiones rockers. Blues nacido en las tierras pantanosas de Misisipi y amplificado y modernizado en Detroit (después en Chicago) que en manos de John Lee Hooker se manifiesta genuino e incomparable. El cante jondo de la Norteamérica negra y descendiente de esclavos.