martes, 29 de septiembre de 2009

Appetite For Destruction

No ha envejecido bien el sleaze angelino de los años ochenta. La mezcla de glam, punk y heavy metal —tan exitosa hasta que llegó Kurt Cobain— suena a día de hoy bastante desfasada: mucho ruido (rímel) y pocas nueces (canciones). En paralelo al neoliberalismo que se adueñaba del mundo, el movimiento que produjo el sleaze ha quedado como superficial y más cuando se escuchan a día de hoy esas grabaciones superproducidas, hinchadas (defecto general de la década de los ochenta), esas voces chillonas y esas nefastas composiciones.
 
Pero, en fin, todo tiene sus excepciones. Y Guns N' Roses son la excepción, al menos su primer álbum. Influenciados por multitud de grupos (Hanoi Rocks, padres de todo el sleaze, AC/DC, Led Zeppelin, Rose Tattoo, Rolling Stones, Sex Pistols, etc.), los californianos supieron trascender todas sus influencias para crear un sonido propio (de su época pero diferente) en su espléndido debut de 1987: Appetite For Destruction. La crudeza de las guitarras de Izzy Stradlin y Slash y la contundencia de la base rítmica, en el fondo, les alejan del sleaze y les acercan a una relectura del mejor rock de los setenta. Canciones tan enormes como Welcome To The Jungle o Nightrain muestran a un grupo en estado de gracia que, al menos en este disco, ha encontrado una voz única en algo a veces tan manido como el rock and roll.

El éxito de Sweet Child O' Mine (con ese tremendo solo de Slash) catapultó a Appetite a lo más alto de las lista de ventas, y durante unos años Guns N' Roses fue el grupo más famoso del mundo. Las ínfulas de Axl Rose perjudicaron mucho la carrera posterior de la banda, perdiendo peso en las tareas compositivas Izzy Stradlin en favor de un cantante que parecía querer mezclar ópera con rock and roll con arreglos que lastraron en buena medida el ambicioso Use Your Illusion. Pero ésa es otra historia que no debe afectar a la valoración de un disco que se ha mantenido incólume con el paso del tiempo.
 
Añadir que la portada original, una pintura de Robert Williams, fue censurada por el infantil puritanismo de la Administración estadounidense cuando el disco empezó a venderse por millones y sustituida por el famoso dibujo de la cruz con las calaveras de los cinco miembros del grupo.

7 comentarios:

  1. Viva Gontzal y larga vida al hard rock,gran articulo

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  2. increible pero cierto: los guns dejaron de hacer lo q bn supieron plasmar en este disco, el objetivo era experimentar, un error garrafal q los llevaria a la ruina
    pero por lo pronto me quedo con apettite for destruction que ha terminado siendo uno d mis discos favoritos para escuchar siempre q m siento desanimado

    saludos!

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  3. Bueno, coincido con lo que apuntas al principio, pero en parte: Junkyard o The Four Horsemen, aún a menor escala,pasan la prueba del algodon-temporal!

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  4. Para mí sí que hay grupos,discos y canciones que pasan la prueba del tiempo dentro del glam, sleazy, y que a día de hoy suenan bien.Eso de que las canciones eran nefastas no se donde lo has sacado.

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  5. Pues lo he sacado, anónimo, de escuchar a Faster Pussycat, L.A. Guns o similares lustros después. Hay excepciones, claro, como apuntaba Tyla DeVille en su momento, pero escasas. En mi opinión, por supuesto.

    Saludos.

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  6. Los gunners fueron una de las escasas excepciones que confirmaron la regla general que nos indica que el "sleazy angelino" fue un auténtico fiasco.
    Appetite es ni más ni menos que hard rock, en la vieja y querida tradición de Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath, con algunos marcados filtros punkoides reemplazando al blues y mucha, mucha energía. El único disco que poseo de la banda, no necesito más.

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  7. Así es, Jep, el tiempo no ha tenido piedad. Buena descripción del disco, el mejor de Guns N' Roses y uno de los esenciales de los ochenta.

    Un abrazo.

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