jueves, 10 de diciembre de 2009

El invierno secreto

Mientras grupos y solistas de contrastada, por reincidente, mediocridad copan las listas de éxitos, artistas tan personales y sensibles como Santi Campos son pasto de minorías en nuestro país. El pop melancólico de este gran compositor ha ido evolucionando desde mediados de lo noventa cuando militaba en Malconsejo hasta la actualidad que lo hace en Amigos Imaginarios, siempre con notables resultados. Ya sea formando parte de un conjunto o en solitario jamás ha grabado Campos un mal disco. Todo lo contrario: Vivir bajo el agua (con Malconsejo), Amigos imaginarios (firmado en solitario y nombre de su futuro grupo) o El maestro de Houdini (con Amigos Imaginarios) son discos espléndidos.


Pero si hay un álbum que refleja en toda su plenitud la delicadeza y fragilidad de Santi Campos, ése es El invierno secreto. Publicado en 2006, un año después de Amigos Imaginarios, está firmado por Santi Campos y Los Amigos Imaginarios antes de que Campos sea absorbido por el grupo. Ya la portada, que parece la de un libro de cuentos, nos advierte de que estamos ante un disco muy especial. Aunque es verdad que las referencias que van de los Kinks a Teenaage Fanclub (es decir, las de la mejor tradición pop) siguen siendo ineludibles, El invierno secreto es un trabajo exquisito de sonido y maneras propios. Las confesiones autoconmiserativas de Santi Campos son musicadas con excelente gusto y arregladas con mimo, añadiendo a la habitual armazón rock chelo, trombón e incluso flauta travesera en varios de los temas.


Trabajo de orfebre, El invierno secreto es una delicia para los oídos de principio a fin, sin altibajos. Con el mérito añadido de que las tres versiones incluidas (Neil Young, Bee Gees y Colin O'Marah), adaptadas al castellano, se funden con los originales del grupo —tal es el nivel alcanzado y la personalidad exhibida— sin problema alguno. Qué lástima (¿o no?) que luego sean otros los que se lleven la fama; la fama, porque en lo musical y en lo lírico, la mera mención de melendis, estopas, orejas y sabinas cuando hablamos de Santi Campos causa, cuanto menos, sonrojo.

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