martes, 4 de abril de 2017
…And Justice For All
De la colisión del heavy metal y el hardcore (trash metal) al heavy metal progresivo sin perder un ápice de agresividad sonora: hablamos del camino recorrido por Metallica desde sus inicios a principios de los ochenta hasta la grabación y publicación en 1988 de su obra maestra: …And Justice For All. De extraordinaria coherencia, el disco sigue produciendo en quien hoy lo descubre el mismo impacto —si no más— que el logrado en el momento que sale a la calle. Nueve temas —siendo el más corto (Dyers Eve) de cinco minutos largos— duros y fríos como la tundra y secos como el desierto que emocionan precisamente por su ausencia de sentimentalismo, su obstinación formal y su rigor técnico.
En un todo tan extenso, sólido y concordante, las partes sirven al conjunto (o a él se sacrifican, usando una terminología maoísta), con lo cual es arriesgado destacar alguna de ellas. Sin embargo, creo de justicia resaltar esa soberbia sinfonía del horror llamada One como síntesis o epítome del álbum, pero también como creación independiente que extiende sus tentáculos mientras modifica radicalmente su estructura hasta llegar a su violento y extático final, en el que el cuarteto se convierte en una salvaje apisonadora que no deja títere (musical) con cabeza. Basada en la famosa novela (y posterior película) de Dalton Trumbo Johnny cogió su fusil, la canción empieza siendo una especie de macabra balada para convertirse en una andanada eléctrica que conmociona tanto como la tremebunda historia de Joe Bonham narrada en el texto y las imágenes de quien fuera víctima de aquel inmundo senador republicano llamado Joseph McCarthy.
Si las composiciones son sobresalientes, no menos lo es el sonido logrado por el grupo californiano y el productor Flemming Rasmussen, a pesar de la sabida polémica por la mezcla final del doble elepé, en la que el bajo del sustituto del fallecido Cliff Burton, Jason Newsted, apenas es audible. El resultado es, de todas las maneras, excepcional. Las guitarras de James Hetfield y Kirk Hammett y la batería de Lars Ulrich son pura dinamita igual de explosiva que el invento de Alfred Nobel, rocoso ritmo finisecular erigido en clásico del rock de los años ochenta tan válido y corrosivo como el Songs The Lord Taught Us de los Cramps o el New York de Lou Reed. Porque es en la liga de los mejores donde a finales de aquella década jugaban Metallica y su …And Justice For All. Imprescindible salvo para quienes todavía tengan prejuicios rancios o abominen sí o sí del heavy metal.
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A mí es que el heavy metal nunca me puso, la verdad. Me refiero a este hm de Metallica y no al que denominábamos en nuestra época como tal, y en el que se encontraban los pioneros Led Zeppelin, Black Sabbath o Deep Purple, por nombrar solo los más famosos.
ResponderEliminarCon Metallica me pasa lo mismo que con Motörhead, no consigo encontrarles el punto. Quizás es que pensé que eran demasiado duros para mí, demasiados estrenduosos, tampoco ayudó su imagen de supermachos 8aunque estos no eran quizás los más exagerados del lote) En fin, perjuicios rancios, como ves.
Abrazos,
JdG
A los padres del heavy metal prefieron llamarles grupos de hard rock, pero te entiendo de sobra. A día de hoy apenas escucho heavy metal, pero no hago ascos al estilo. Metallica me parece una de las grandes bandas de los ochenta, y el disco que comento es soberbio.
ResponderEliminarAbrazos.
Recuerdo de manera nítida cuando un compañero del equipo de fútbol en el que yo militaba me pasó éste artefacto sonoro en cinta de casette, me parecieron peña muy rudimentaria y algo prehistórica musicalmente... One era la balada... 7 minutos languideciendo... qué tiempos.
ResponderEliminarAbrazos.
El tiempo lo cura todo, Savoy. Sé que ahora eres fanático del cuarteto.
ResponderEliminarAbrazos.
Una puta obra maestra atemporal.
ResponderEliminarAsí es, amigo.
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