miércoles, 10 de febrero de 2021

Fatalidad, desasosiego y muerte


Durante el visionado de El demonio de las armas (Jospeh H. Lewis, 1950) asaltarán al espectador medianamente avezado fragmentos de El último refugio (Raoul Walsh, 1941) y Bonny And Clyde (Arthur Penn, 1967), películas de violento y morboso romanticismo, destino trágico y similar argumento. Pero más allá de similitudes e influencias que recibe y otorga, la cinta de Lewis es un ejemplo de concisión narrativa y un clásico del cine negro que no ha perdido nada de efectividad o vigencia. El camino de destrucción de la pareja protagonista es puesto en escena con una pericia y exactitud que tienen su máxima expresión en el atraco rodado en un solo plano con la cámara colocada en la parte de atrás de un coche. El guion bien construido por un Dalton Trumbo que no aparece en los créditos —víctima perenne de Joseph McCarthy— es sublimado por unas imágenes dramáticas de principio a fin y destiladas de elementos superfluos que no aporten un avance en la narración o un elemento expresivo de importancia. Desde el comienzo en que conocemos la pasión de Bart  (John Dall) por las armas hasta el desgarrador, bellísimo e ineluctable final de Annie (Peggy Cummins) y él —rodado entre brumas de perdición—, la mirada de Lewis busca la verdad de sus personajes sin el ánimo de emitir juicios o comprenderles excesivamente. Lo que vemos durante la hora y media escasa del largometraje es lo que hay, una carretera hacia la desolación sin desvío alguno a la esperanza de la que podríamos extraer la moraleja obvia de que quien juega con fuego se quema o la bofetada de realidad de que el ser humano no puede luchar contra su naturaleza. Como en toda buena y compleja obra de arte, será el receptor quien tenga que razonar al respecto y decidir en qué manera se siente reflejado. O sencillamente pasar un buen rato con un pedazo de celuloide inmortal.

 


9 comentarios:

  1. Me gustan esas películas que van directo al grano, sin vueltas y no ralentizan la visión con un guión firme. Ese guionista prohibido y todo si que fue importante eh, saludos.

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  2. Gonzalo me encanta como reseñas lo haces realmente bien

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  3. A mí también, JLO, en la serie B norteamericana hay bastantes muy buenas. Lo pasó mal Dalton Trumbo, sí, pero pudo hacer buenos guiones. De los que escribió surgió esta película admirable, aunque el mayor mérito es de su director.

    Muchas gracias, Mucha, un placer tenerte por aquí.

    Abrazos.

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  4. Hola, Gonzalo. No las conocía. Pero como lo explicas, tengo que remediarlo.
    Por cierto qué opinas de Béla Tarr?
    Ahora voy a empezar con él. Abrazos.

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  5. Tienes que remediarlo ya, Gerardo. Béla Tarr me encanta, no dejes de ver "El caballo de Turín". E intenta ver la única película que dirigió el chino Hu Bo antes de suicidarse ("An Elephant Sittig Still"), heredero de Tarr, quien asimismo elogió tan impresionante largometraje.

    Abrazos.

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  6. No me suena haber visto esta película, tampoco las referencias que hacéis a Bela Tarr y Hu Bo. La verdad sea dicha: llevo ya bastantes años despegado del cine, tan solo y muy de vez en cuando, alguna reposición que pongan en TV, prácticamente ninguna novedad. Bueno, ahora que caigo, vi una buena parte de "Harry el sucio" hace unos pocos días. En fin..., lo mío es lamentable, lo reconozco.
    Abrazos,

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  7. Pues es un clásico absoluto, Javier. Béla Tarr y Hu Bo hacen un cine lento y bellísimo, aunque no para todo el mundo.

    Abrazos.

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  8. Una película por la que siento autentica devoción, con ese halo de autenticidad propia de la serie B. Me encanta que destaques ese atraco, efectivamente la secuencia es genial sin sacar la cámara del interior del coche. Sublime.
    Un abrazo.

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  9. Sí, esa secuencia es una maravilla. Compartimos devoción por la película, me alegro, Jorge.

    Abrazos.

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