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Pero, en fin, todo tiene sus excepciones. Y Guns N' Roses son la excepción, al menos su primer álbum. Influenciados por multitud de grupos (Hanoi Rocks, padres de todo el sleaze, AC/DC, Led Zeppelin, Rose Tattoo, Rolling Stones, Sex Pistols, etc.), los californianos supieron trascender todas sus influencias para crear un sonido propio (de su época pero diferente) en su espléndido debut de 1987: Appetite For Destruction. La crudeza de las guitarras de Izzy Stradlin y Slash y la contundencia de la base rítmica, en el fondo, les alejan del sleaze y les acercan a una relectura del mejor rock de los setenta. Canciones tan enormes como Welcome To The Jungle o Nightrain muestran a un grupo en estado de gracia que, al menos en este disco, ha encontrado una voz única en algo a veces tan manido como el rock and roll.
El éxito de Sweet Child O' Mine (con ese tremendo solo de Slash) catapultó a Appetite a lo más alto de las lista de ventas, y durante unos años Guns N' Roses fue el grupo más famoso del mundo. Las ínfulas de Axl Rose perjudicaron mucho la carrera posterior de la banda, perdiendo peso en las tareas compositivas Izzy Stradlin en favor de un cantante que parecía querer mezclar ópera con rock and roll con arreglos que lastraron en buena medida el ambicioso Use Your Illusion. Pero ésa es otra historia que no debe afectar a la valoración de un disco que se ha mantenido incólume con el paso del tiempo.