lunes, 20 de julio de 2020

Suspense y xenofobia en la América profunda


Autor de un cine comercial que garantizaba la diversión y la calidad, John Sturges realizó a lo largo de treinta años de trayectoria películas tan conocidas y gozosas (peores las últimas que las primeras) como Duelo de titanes (1957), El último tren de Gun Hill (1959), Los siete magníficos (1960), La gran evasión (1963) o Ha llegado el águila (1976). Sin embargo, su mejor largometraje en mi opinión ya lo había rodado en 1955, al ponerse detrás de la cámara en la inquietante Conspiración de silencio, brillante y conciso cruce de western y cine negro.


Recién terminada la Segunda Guerra Mundial, un hombre que ha participado en la contienda y encarna Spencer Tracy llega a un remoto villorrio llamado Black Rock en busca de un granjero japonés. La desmedida hostilidad con la que se encuentra —ambiente malsano de tintes kafkianos— es retratada por Sturges mediante un personal uso del cinemascope, fundamentado en la colocación de los personajes en la pantalla rectangular. La rareza que consigue transmitir se apoya, por supuesto, en la escalada de tensión prevista en el guion de Millard Kaufman y las sólidas interpretaciones de Tracy, Robert Ryan, Lee Marvin, Walter Brennan y el resto del reparto, pero es justo reconocer que su puesta en escena deviene esencial a la hora de dilucidar y sostener el tono del film.

Es obvio que la xenofobia (en este caso antinipona) es el tema central de la película, si bien dicha anomalía intelectual (o ignorancia cobarde) está profundamente vinculada al miedo cerval que se acumula en las comunidades pequeñas. El refrán "más vale malo conocido que bueno por conocer" bien pudiera ser el lema de estos grupos endogámicos que viven con sus miserias (sociales, culturales o criminales) y no quieren que nadie, ni siquiera un compatriota como el que interpreta Tracy, que ha defendido a su país con las armas, venga a hurgar en sus trapos sucios: ya se encargan ellos de lavarlos. El irrespirable clima de mezquindad e inmundicia, frente al que se alza el ciudadano honrado, queda perfectamente ilustrado por John Sturges, aunque su discurso no pueda evitar cierto prurito de superioridad de la urbe (cosmopolita y democrática) en comparación con el campo (conservador y rancio), superioridad que, así tal cual, podría ser tachada de demagógica y simplista. Reflexión a vuelapluma esta mía que merecería ratificación o refutación antropológica que supera mis conocimientos y en nada afecta a las muchas virtudes de esta Conspiración de silencio. O Un mal día en Black Rock, en traducción directa de su título inglés.


5 comentarios:

  1. Magnífico film, Gonzalo. Dejando de lado sus connotaciones sociales, que ya es dejar, de las mejores referencias en aquello del "pueblo pequeño, infierno grande" que hay en el medio, para mi al menos. Y mención siempre al margen para este Tracy que, como ocurre varias veces cuanto más se aleja de la comedia, nos deja aquí uno de sus trabajos más extraordinarios (y con la barbaridad que ello acarrea, si... hace, por ejemplo, algo menos de una semana que recuperé "La herencia del viento" de Kramer y es otro escándalo la que lían ahí entre March y él).

    Abrazo !

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  2. Esa tensión que se masca en el film con ese irrespirable clima que comentas de inmundicia y mezquindad se ve en mi opinión amplificado por el calor. Tal vez sea una sensación personal, pero siempre que la veo me siento asfixiado también por el calor, y con Tracy siempre abrigado y de oscuro.
    Un film que me encanta, con estaciones (que me gustan mucho las estaciones en el cine) e interpretaciones perfectas.
    Y sí, el mejor tema de Sturges (JOhn).
    Abrazos.

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  3. Totalmente, Guzz, ya sabía que apreciabas la película por una entrada que le dedicaste en el blog. No he visto "La herencia del viento", le pondré remedio.

    Sí, Jorge, el calor también ayuda, buena apreciación. De John, sí, el otro Sturges (Preston) es mucho Sturges.

    Abrazos.

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  4. La vi hace bien poco y, por ahondar en uno de tus últimos comentarios, si es digno de resaltar esos diálogos que mantiene Tracy con la chica dueña del Jeep. Tracy la anima a salir del pueblo y buscar una nueva vida fuera del pueblo, ella se resigna, además parece estar conminada a cuidar al blandengue de su hermano. Si, parece que aquí hay cierto mensaje anti-rural y a favor de la vida más libre de la ciudad. Me llamó la atención el uso del color, tan resaltado, incluso en los interiores.
    Ya sabía que un manco podía escribir el Quijote, aprendí viendo la película que también puede conducir un jeep por caminos polvorientos, además de aguantar las embestidas de Ernest Borgnine y pegarle una buena golpiza después. Siempre se aprende algo.
    Abrazos,

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  5. Sí, tienes razón en lo de esos diálogos. El color es muy llamativo, cierto. Lo de la "buena golpiza" del manco Tracy es poco creíble, ja ja ja, pero es defecto menor de la película.

    Un abrazo, Javier.

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