jueves, 12 de septiembre de 2024

Fuente y caudal

Cualquiera pensaría que la pieza que abre un disco, y además es la más larga, no puede ser una composición creada a última hora porque el elepé apenas llega a la media hora. Pensaría erróneamente, claro. Entre dos aguas, que además se convertiría en el tema más famoso de Paco de Lucía, se la pidió al guitarrista el productor José Torregrosa para rellenar el álbum, y con ello consiguió algo que poco tenía que ver con el resto —ese bajo y esos bongós, ese sabor pop y moderno— y se volvería universal. Rumba pegadiza que se te mete en los huesos, la que encabeza Fuente y caudal (1973) muestra a un músico exultante en el aspecto técnico apoyado por su hermano Ramón a la segunda guitarra y esa base rítmica mencionada y juguetona que tantos quebraderos de cabeza daría a los puristas. Por suerte para ellos, De Lucía apela a la tradición durante el resto del disco, empezando por los fandangos de Huelva llamados Aires choqueros que se yuxtaponen y terminando por las alegrías que, bajo el título de Plaza de San Juan, culminan el trabajo. Pero lo hace desarrollándola con esa extraordinaria musicalidad que le caracteriza, la que en esa época está iluminado sus colaboraciones con Camarón y la que en el futuro —años y sabiduría mediante— dará con obras maestras absolutas como Siroco y Luzia. Sin embargo, la estilización de su manera de tratar la seis cuerdas flamencas, su revolucionario hacer, tan importante como el de Sabicas, ya están en Fuente y caudal. Música clásica popular de un intérprete excepcional que quien no haya escuchado debe tratar de solucionarlo con celeridad.

lunes, 9 de septiembre de 2024

Beaucoup Fish

No conozco a fondo la obra de Underworld, pero los dos discos que he escuchado del dúo me gustan mucho. Second Thounghest In The Infants y el que hoy comento (Beaucoup Fish, 1999) profundizan en un minimalismo electrónico espléndido, house, techno y krautrock vía Kraftwerk que pueden hacer bailar a las 4 de la madrugada al más desfasado pero también ser la banda sonora de una conversación relajada con una café delante en algún local de tendencias lounge. Depende de qué canción escojamos o del volumen a la que la reproduzcamos. Veamos.

Cups y sus casi doce minutos empiezan cual breve y paraorquestal invitación al paraíso hasta que pasado un minuto nos introducen en un ritmo repetitivo cuyo tempo va siendo adornado con matices delicados. Pero no domina esta irresistible cadencia todo el tema; en su último tercio pasa a ser regido por unos secuenciadores que toman forma de sintetizadores y llevan la pieza por caminos sónicos diferentes y de mayor potencia. Push Upstairs apuesta por el ostinato dance arrogante y ensimismado, mientras que Jumbo retoma las maneras ambient de Cups sin ser tan exageradamente extensa ni contar con una parte abiertamente enfrentada en lo formal. Shuder/King Of Snake son dos cortes yuxtapuestos, ejerciendo el primero de introducción a casar con la música concreta y desarrollando el segundo un trance de vocación modal (si es que tal descripción es ajustada) que lleva el conjunto hasta los nueve minutos y medio. Winjer es pop electrónico y atmosférico, atmósfera que torna new age y radicalmente intimista en Skym. En contraste, Bruce Lee y su beat machacón acercan al grupo británico al hip-hop. Kittens es un ejercicio de house obsesivo, largo y sin concesiones, puro ritmo tribal que en su segunda mitad sufre una modificación similar a la de Cups (secuenciadores/sintetizadores) si bien aquí el house vuelve a aparecer al final. Entre el downtempo y el hip-hop, Push Dowstairs permite asociar a Underworld con The Cinematic Orchestra, banda que debuta ese mismo año. Something Like A Mama opta por fundir techo funk y el ambient antes de que Moaner cierre el trabajo con un arrebato house capaz de enardecer al menos pintado. El final de un tratado de electrónica llamado Beaucoup Fish y el de Darren Emerson como parte de un trío que afrontaba sin él la llamada del siglo XXI.

jueves, 5 de septiembre de 2024

In-komunikazioa

El dulce dub de Zubizuria nos introduce en el tercer disco en solitario de Fermin Muguruza, In-komunikazioa (2002). No deja de tratar el reggae a su manera el de Irun en Bidartean, también de tempo lento para confirmar un comienzo relajado que el corte que da título al trabajo modifica y acelera; fiesta, baile, electrónica, ska y funk a los que pone coda la trikitixa de Joseba Tapia, aunque su letra nos hable de

"Incomunicación total
Soledad, desazón
Tristeza, inquietud, angustia…
Incomunicación total".

Hasperena retoma la cadencia y las maneras que In-kominikazioa había negado y confirma el tono intimista y triste de músicas y letras, especialmente en la primera mitad del álbum:

"Se rompió el espejo en mil pedazos
Y al intentar reconstruirlo
Nos devolvía diferentes imágenes
Y no estábamos de acuerdo
Ni tú ni yo
Como si nos fuera imposible el reconocernos".
 

Armagideon tenoreko aztarnak incide en el dub y el reggae, con el añadido feliz del rapeado en castellano de Arianna Puello. El ska más festivo hace aparición en Lingua Navarrorum Museum, defensa irónica del euskera que habla del peligro de extinción de las lenguas minoritarias si no se cuidan y promocionan. Hiri Debekatura Bidai Xartela y su imparable groove funk sirven para que Muguruza multiplique su crítica política a un mundo de apariencias. El amor y el antifascismo conviven en la evocadora Beti Izango Dugu Bilbao ("Emociones hirientes / Sentimientos encontrados") antes de que Leonard Peltier Free! pida la libertad (sin éxito) para el preso político estadounidense que a día de hoy lleva casi medio siglo en la cárcel. Sus ritmos electrónicos y sus casi siete minutos contrastan radicalmente con la breve revisión para guitarra acústica de Zubizuria (euripean), miniatura que pone fin a In-Komunikazioa y corrobora la clase y el eclecticismo mostrados por Fermin Muguruza en sus dos primeros discos. Clase y eclecticismo en los que son esenciales —a lo largo y ancho de la función, sería injusto irme sin citarlos— los hipervitaminados vientos de Eric Herrera, Raynald Colom y Gorka Benítez.

lunes, 2 de septiembre de 2024

Summer Days (And Summer Nights!!)

Pocos meses después de The Beach Boys Today! y también en 1965, los Beach Boys publican un elepé ligeramente inferior pero delicioso de cuya escucha, eso sí y como de aquél, se extrae la evidencia de una banda en crecimiento aunque todavía sea difícil adivinar o imaginar los extraordinarios hallazgos de los ya cercanos Pet Sounds y Smiley Smile. Sin romper del todo con Surfin' Safari y Surfin' U.S.A. pero estilizando la música (aunque los miembros del grupo no surfeen en la portada, sí están a bordo de un barco), Summer Days (And Summer Nights!!) regala belleza pop desde que The Girl From New York City abre un álbum dedicado a celebrar el estío a tiempo completo. 

Los arreglos vocales e instrumentales, incluidos los orquestales, de las composiciones de Brian Wilson y Mick Love, la mayoría, o de Wilson en solitario y de la versión del Then She Kissed de las Crystals dibujan la ambición artística de los autores de Sunflower. Potentes, inmediatos y complejos al mismo tiempo, los temas se suceden entre la asunción de su tradición melódica y festiva, o lo que se espera de los Beach Boys, y el alejamiento de la misma, tensión que se palpa a cada paso. No faltan, sin embargo, himnos evidentes a los que se puedan agarrar los fans irredentos de los primerísimos Boys, como la revisión del Help Me, Rhonda (que ya estaba en The Beach Boys Today!) o California Girls, aun labrados con sumo gusto y alejados de lo meramente comercial.

Los tres últimos cortes establecen diferencias que merecen ser citadas aparte para concluir. Summer Means New Love y su pop orquestado e instrumental, I'm Bugged At My Ol' Man y su ragtime paródico y la breve y a capela And Your Dreams Come True no se erigen completamente ajenos a lo que les ha antecedido, pero exponen su personalidad de tal manera que modifican el camino para dar mayor variedad (que no enjundia) al bloque. El de un Summer Days (And Summer Nights) y unos Beach Boys muy notables que se disponían a entrar en poco tiempo en un periodo de esplendor insuperable de siete años.