miércoles, 25 de mayo de 2022

Baladas de plata

Dada estuvo aquí nos descubrió a un artista de muchos quilates a mediados de los años diez, pero Baladas de plata (2020) elevaba a Chencho Fernández a otro nivel, un disco de cincuenta minutos que roza la perfección y es capaz de moverse en terrenos muy diferentes sin pretensión fatua alguna: es lo que hay. "Un disco", como dice Emilio R. Cascajosa, "demasiado elegante, maduro y rico en matices como para que encaje en el imaginario del nuevo pop, digamos independiente, nacional".

La Fosa de Las Marianas lo deja claro para empezar, seis minutos de rock and roll stoniano y crítica política que mutan al final en algo que me recuerda al Alice Cooper de Love It To Death y, ya sobre la campana, en unas notas románticas de piano. La soberbia balada pop construida bajo la mirada de Serge Gainsbourg que es Te quiero sin querer goza de unos arreglos meticulosos y una sensibilidad vaporosa que juegan al contraste indisimulado si la comparamos con su antecesora. Un hit es un precioso bolero orquestado que choca deliciosamente con el glam descaradamente autobiográfico de En boga ("Eran los años del boogie / Dadá acababa de salir"). Recuperan la orquestación Mi pequeña muerte en ti, pero a lo grande, pues a las cuerdas se unen vientos y metales, y, de nuevo reducida, La canción de Nadia, dos piezas que traen a la cabeza a Nino Bravo y a Joan Manuel Serrat aunque en una versión más sofisticada y hermosa. Son otros nombres los que el oyente reconocerá en Salvador en la Plaza del Pan, los de Tom Waits y Nick Cave seguro. Como se odian los amantes no renuncia a colocar una filigrana instrumental doble tras transitar un camino de pop impregnado por el fracaso sentimental:

"Quién soy yo para contradecir designios de la providencia
Yo prefiero en premio de tu odio, esa impostora indiferencia 
Tan frágil como el amor, el amor".

La pura nostalgia de la letra de Calle Imagen no consigue robar a su acompañamiento musical toda la alegría saltarina que posee. La vertiente más pop de Lou Reed y John Cale también ha calado en Fernández (fíjense en la portada y verán sobre la cabeza del autor del álbum el Coney Island Baby junto con el debut del sevillano), y Suicidio en Hollywood es la prueba. Final emocionante, el de la Noche americana retoma la orquestación (metales únicamente) para describir, en palabras de Chencho al Exile Magazine con las que yo nunca daría, "Luces y sombras (que) se confunden en la estancia, también presencias y ausencias, sueño y vigilia, sueño y realidad, noche y día y la percepción está tan desordenada como el espacio en el que ya solo queda recomponer las piezas del mosaico roto, correr el velo y colocar las teselas de un modo distinto… y descubres que ya es otro día. Es un nuevo comienzo". El memorable colofón a unas Baladas de plata que juegan —indiscutiblemente— en otra liga, al menos si de rock español hablamos.

lunes, 23 de mayo de 2022

Off To The Races

La larguísima relación de Donald Byrd con Blue Note comenzaba el 21 de diciembre de 1958 con un notable elepé registrado (suspenso para quien no lo sepa o imagine) en el estudio del mítico Rudy Van Gelder que, curiosidades de la vida, comparte fecha de grabación con dos obras maestras posteriores y esenciales: Free Jazz y The Sidewinder. No está a su altura, por supuesto, Off ToThe Races, pero tiene ese sabor a hard bop criado en el bebop que pone en escena un sexteto lleno de nombres que harán salivar al aficionado, pues a la trompeta de Byrd hay que sumar los saxos alto y barítono, respectivamente, de Jackie McLean y Pepper Adams, el piano de Wynton Kelly, el contrabajo de Sam Jones y la batería de Art Taylor. Si en las seis piezas del álbum hay momentos brillantes, éstos son especialmente destacables en la versión del When Your Lover Has Gone de Einar Aaron Swan, en el potente Sudwest Funk de Byrd y en la adaptación del Paul's Pal de Sonny Rollins, con premio en la primera para el trompetista y en las otras dos para Byrd, Kelly, McLean y Adams, ausentes ambos saxofonistas en las mencionada When Your Lover Has Gone, o donde el grupo queda reducido a cuarteto para beneficio o lucimiento del firmante de Off To The Races. Los fabricará mejores Donald Byrd, lo que no significa que de su escucha no obtengamos el placer necesario (y más) para recomendarlo en este espacio ni que nos olvidemos de señalar en el descuento la precisión de una base rítmica (atención a Taylor en el corte que pone título al plástico) sin la cual todo sonaría distinto.

jueves, 19 de mayo de 2022

The Maximum Black EP

Ampliado con cinco temas no publicados en su momento, The Black EP (1999) pasaba a ser un The Maximum Black EP en 2006 que recoge a The Mooney Suzuki antes de comerse el mundo con sus dos y explosivos primeros discos, People Get Ready y Electric Sweat. Su garage y high energy rock regado de soul y R&B tiene aquí también ecos beat (Tell Me Why y This Lonely Land) o de pop psicodélico (My Dear Persephone, You're Not There) y no está tan curtido como el de los dos álbumes mencionados, pero ya contiene tres canciones que irán en su debut en formato grande aun en diferentes versiones: I Say I Love You, Half Of My Heart y la nombrada My Dear Persephone. Un buen complemento que, sin ser obligatorio, disfrutarán los amantes de uno de los mejores grupos que dio el rock and roll en su tránsito del siglo anterior a éste.

lunes, 16 de mayo de 2022

Who Made Who

Banda sonora de la película Maximun Overdrive de Stephen King, Who Made Who (1986) sirve para pasar un buen rato y cotejar unos AC/DC de valor incalculable (los anteriores a 1983 y Flick Of The Switch, aunque dicho e infravalorado trabajo no tenga representación en este recopilatorio) con otros cuyas canciones, al igual que las de los Stones posteriores a Some Girls, pueden no estar mal pero que no arrojan luz sobre las características y la calidad del quinteto australiano. O en otras palabras, quizá más duras, que de no existir no pasaría nada.

Con riff tomado de Keith Richards, ya que hemos citado a los autores de Let It Bleed, Who Made Who tiene que enfrentarse, maneras jevilongas incluidas, al inmortal You Shook Me All Night Long, himno de contundente elegancia extraído del magistral Back In Black. Primer instrumental de la función y segundo tema grabado específicamente para el trabajo, D.T. es de una mediocridad que asusta. Sink The Pink fue single de Fly On The Wall, una pegadiza composición que poco puede hacer ante la maravillosa Ride On (única pieza cantada por Bon Scott, ¡joder, cómo te añoramos Bon!) y la impresionante Hells Bells, mítica apertura del ya nombrado primer elepé de la banda con Brian Johnson. Tras ellas, Shake Your Foundations (también de Fly On The Wall) y el segundo instrumental (Chase The Ace) son carne de ochenterismo choni que viene a poner en su sitio For Those About The Rock (We Salute You), la sensacional arenga sonora que abría y daba nombre al segundo plástico de la era Johnson. Nos ponemos en pie, pues, y alzamos el puño para celebrar —en este mundo de guerras y horrores que a veces hay que olvidar— al mejor grupo de rock and roll de todos los tiempos… si a lo mejor de su repertorio nos referimos. Ése que en Who Made Who hace su aparición en cuatro de los nueve cortes que lo conforman.

jueves, 12 de mayo de 2022

Tu labio superior

No había sido capricho pasajero lo del Verano fatal parido a medias con Nacho Vegas. Tu labio superior (2008) confirmaba un año más tarde que el castellano había vuelto para quedarse en la obra de la madrileña Christina Rosenvinge. La parte folk o acústica reclama su importancia desde el principio, bien sea más cercana al pop y con Vegas haciendo coros, La distancia adecuada, o al rock, Anoche (el puñal y la memoria), antes de que Eclipse —nómada y enigmática— dé con una de las canciones definitivas del trabajo. Tu boca es una delicia pop que tiene en su base a la Velvet y Sonic Youth. Las horas arrastran su languidez deliberada e incluyen unos versos finales en inglés antes de que Nadie como tú opte por la balada entristecida, pues

"Dentro de un año yo no estaré aquí
y tu mujer no sabrá que yo fui
la sombra que oscureció
su casi ideal historia de amor".
 

Huele a foxtrot Tu negro cinturón (con algún guitarrazo que otro), donde se acaba declarando que "No pienso volver al infierno / de la vida conyugal". La Rosenvinge punk se reivindica en Tres minutos, en contraste deliberado con Animales vertebrados, ya que aquí la encontramos sola con el piano cantando cosas como que "ha salido el sol, arrogante y español" en lo que parece a todas luces un pliego de cargos sentimental. Por la noche se relame entre el blues y el pop y constituye uno de los momentos privilegiados de un álbum que concluye cual delicado adagio Alta tensión. Un álbum llamado Tu labio superior que no sería igual de bueno sin esa banda compuesta por Steven Shelley, Chris Brokaw, Jeremy Wilms y Charlie Bautista, aunque su carácter tan personal —naíf y punzante al mismo tiempo (o cómo acariciar con la ironía y el dolor)— se lo debamos en última instancia, por supuesto, a la autora de La joven Dolores, su siguiente y magistral disco en el que repetirán los músicos citados.

lunes, 9 de mayo de 2022

Live At The Hollywood Palladium, December 15, 1988

Publicado tres años después de su grabación, Live At The Hollywood Palladium, December 15, 1988 recoge un concierto de presentación del por aquel entonces reciente y notable debut en solitario del gran Keith Richards, Talk Is Cheap. Acompañado de Waddy Wachtel, Steve Jordan, Charley Drayton, Ivan Neville, Sarah Dasy y Bobby Keys —los X-Pensive Winos—, Richards saca a pasear la mayor parte de temas de su primer elepé, dos canciones de los Stones (Happy y Connection) y dos que versionaban sus satánicas majestades (Too Rude y Time Is On My Side) en un ambiente relajado y feliz. Estamos ante un estupendo recital de rock and roll cargado de feeling y amor por la música del diablo, la sabiduría acumulada y no acartonada que se comparte con un público entregado. Y demuestra, por si alguien lo duda, que la pieza más importante de los autores de Sticky Fingers es quien lidera esta grabación con su voz y su guitarra. En vivo, en Hollywood y con una banda magnífica cubriéndole.


 

jueves, 5 de mayo de 2022

Islands

El folk pastoral, el rock progresivo y el free jazz en Formentera Lady. El free, el progresivo e incluso la música incidental de Sailor's Tale. La calma pop compartiendo protagonismo con el free jazz más salvaje en The Letters. El blues lo-fi que el saxo de Mel Collins inclina hacia el jazz coltraniano y la guitarra de Robert Fripp hacía el hard rock, si bien Ladies Of The Road huele a su vez a los Beatles de Abbey Road por los cuatro costados. La música de cámara de Prelude: Song Of The Gulls (una preciosidad, oigan) en la que el oboe de Robin Miller guía al resto de instrumentos orquestales. Y, para terminar, la paz de Islands, que también podríamos definir como música de cámara animada por el folk pastoral que abría este texto dedicado al cuarto disco de King Crimson, publicado a finales de 1971, titulado Islands y un mundo en sí mismo; al igual que cualquiera de los elepés de una banda en la que cambiaban las formaciones —Fripp como nexo único— y las maneras pero que nunca perdía un ápice de calidad. Y, sí, el tema oculto (que no es sino una orquesta afinando sus instrumentos distendidamente), la portada cósmica (la nebulosa Trífida en la constelación de Sagitario sin nombre alguno de referencia) y Boz Burrell aprendiendo a tocar el bajo, además de cantar, del que se encargará en Bad Company. Cierto.


 

lunes, 2 de mayo de 2022

Webern: Complete Works Opp 1-31

"Característica fundamental, ya tópica, en la música weberiana es la extrema concisión y brevedad de sus obras. (…) Pero no hay que quedarse en la mera anécdota: la brevedad extrema de esta música es fruto de su concentración sin precedentes; no es que Webern diga pocas cosas; es que las dice con tal concisión que le bastan estas reducidas dimensiones para contarnos lo que otros creadores necesitarían páginas y páginas de música."

Estas palabras de José Luis Temes extraídas de su estudio de la vida y obra de Anton Webern son perfectas para introducir este triple compacto que hoy comento, las composiciones completas de Anton Webern ejecutadas por el Juilliard String Quartet y la Orquesta Sinfónica de Londres al mando de Pierre Boulez. "La brevedad extrema" y la "concentración" del arte del creador austríaco se pueden resumir es su opus 16 —Cinco cánones sobre textos latinos— en el que ninguno de sus movimientos supera el minuto. Último de los trabajos en los que Webern se entrega a la atonalidad libre —el siguiente ya seguirá el modelo dodecafónico de Arnold Shönberg—, hay que añadir a la brevedad de sus cinco partes los instrumentos que acompañan a la soprano (clarinete y clarinete bajo) y los silencios siempre esenciales en su música. Como afirmaba Boulez, "Webern era un obseso de la pureza formal, pero con sus silencios ha llevado esa obsesión hasta un grado de tensión que la música ignoraba hasta entonces". No creo que haya un compositor de mayor pureza. Su ascetismo es radical por definición, no conoce de concesiones una desnudez que despoja y despoja hasta dar con una belleza estremecedora. El mencionado primer asalto dodecafónico y opus 17 no llega a los dos minutos y medio sumando sus tres movimientos; el 22 tiene dos de más de tres y es un cuarteto para una serie de instrumentos entre los que se halla el saxo tenor; las Tres canciones sobre textos de Hildegard Jone del 25 están por debajo de los cuatro minutos de voz y piano. Ejemplos que quizá sirvan al lector para hacerse una idea de la estética de uno de los compositores más extraordinarios de todos los tiempos.

La publicación en 1978 de "toda su obra en un álbum soberbio de CBS, auténtico hito en la interpretación de la música contemporánea", volvemos a Temes, hará de ésta la grabación definitiva si de Webern hablamos (cuatro elepés que en 1991 serán tres CDs). Gracias a Pierre Boulez podemos acercarnos de la mejor de las maneras a la sonidos de aquel hombre muerto el 15 de septiembre de 1945 por los disparos de un cocinero del ejército estadounidense tras haber sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial. La vida puede ser triste y paradójica, pero no podrá jamás menoscabar unas composiciones que en nada envidian a las de Bach y Shubert, a quienes Anton Webern orquestó y dirigió respectivamente, como descubrirán en el regalo final que tras los treinta y un opus se nos ofrece. Remate magnífico que se suma al excelente libreto de la edición digital de la que me sirvo, que trece años después de la analógica veía la luz bajo el sello de Sony, que en 1988 había comprado CBS; una edición acorde en el continente a un contenido inmortal del que las vanguardias de la segunda mitad del siglo pasado tomarán buena nota.


 

jueves, 28 de abril de 2022

Jump For Joy

Rinde homenaje Cannonball Adderley al musical de 1941 de Duke Ellington en esta grabación llevada a cabo el 20 y 21 de agosto de 1958, es decir, mes y medio después de haber registrado el magnífico Portrait Of Cannonball. Si en éste es un quinteto el que fabrica un hard bop sobresaliente, en Jump For Joy una orquesta de diez miembros dirigida por Bill Russo (con quien Adderley ya había colaborado) reinterpreta los temas escritos o vinculados al rey del jazz.  Son el saxofonista de Florida y el pianista Bill Evans nexo entre y uno y otro trabajo, bien diferentes ambos, por cierto. La revista de Ellington hecha por negros en un país que está punto de entrar en guerra contra alemanes, japoneses e italianos no pierde su significancia social y política diecisiete años después, pues la población afroamericana sigue siendo discriminada. Teniendo eso presente, se nos ofrece una buena ración musical en la que a un sexteto más o menos habitual (saxo alto, trompeta, piano, guitarra, contrabajo y batería) se incorporan dos violines, viola y chelo para dar un toque retro al elepé. No consiguen las cuerdas ni los arreglos de Russo —aun interesantes demasiado invasivas— situarse a la altura de las intervenciones de un Cannonball cuyas improvisaciones son los mejor de un trabajo curioso en el que podemos escuchar temas tan conocidos como I Got It Bad (And That Ain't Good) o Brown-Skin Gal (In The Calico Gown) junto con otros más oscuros del entorno de Duke Ellington. Recomendable, digamos, pero no obligatorio.

lunes, 25 de abril de 2022

The Wall

Todos los traumas educativos, infantiles, sentimentales, etc. que abordan Roger Waters y Pink Floyd en su famosísimo y doble elepé de 1979 y el hecho de que se trate de un álbum conceptual dejan a veces en segundo lugar el cambio de orientación musical que para el grupo inglés supone The Wall. En comparación con sus dos precedentes, Wish You Were Here y Animals, disminuyen las exhibiciones instrumentales y la duración de los temas y la producción de Bob Ezrin moderniza el sonido haciendo que el pop, entendiéndose como concepto lato, gane terreno al rock progresivo. Curiosa y paradójicamente es la canción la que es potenciada en un trabajo, como se ha dicho, conceptual que huye de desarrollos mastodónticos sin renunciar a la excelencia interpretativa del cuarteto y la brillantez solista de la guitarra de David Gilmour.

Los autores de Meddle se hallan pletóricos a pesar de que las tensiones entre Waters y Gilmour les acercan al abismo. Solo así es comprensible su capacidad para introducir (Ezrin mediante) elementos funk y disco, además de un coro de niños, en la mítica Another Brick In The Wall, Part 2 —crítica feroz al sistema educativo—; manejar el folk de manera tan diferente en Mother y Goodbye Blue Sky; aplicarse al rock acerado (Young Lust, Run Like Hell); captar el dolor en dos composiciones que juegan a ser baladas (Don't Leave Me Now, Hey You); no hacer ascos al pop orquestado (Nobody Home); ofrecer una breve marcha militar titulada Bring The Boys Back Home; o, en la vuelta de tuerca final, atreverse con la opereta en The Trial justo antes de que Outside The Wall eche el cierre colocándonos fuera del muro.

Sí, he dejado para el final una de las más hermosas canciones de Pink Floyd. Comfortably Numb es una de las pocas de The Wall no escritas en solitario por Waters y la más larga del disco, y no solamente ayuda Gilmour en la composición de su fantástica melodía, sino que realiza dos solos portentosos que le dan su categoría definitiva. La misma de un elepé magistral que nos habla de muros pasados, presente y futuros, exteriores e interiores, el muro de Berlín, el de Palestina, el de Trump y el que a cada uno de nosotros nos bloquea e indispone. Una pared hecha de tiempo, materia y misterio. Hecha de miedo, afrentas e indecisiones convertidos aquí —el bagaje emocional de Roger Waters y la pericia artística de su banda— en letras y notas musicales de la mayor variedad y belleza.