lunes, 18 de marzo de 2024

Keepin' Up With The Joneses

La magnitud de lo que se cuece en la escena jazz del cogollo del siglo XX nos la dan álbumes como este Keepin' Up With The Joneses que hoy dejamos caer en Ragged Glory. Y eso es así porque, siendo un elepé prácticamente olvidado y considerando las carreras individuales de cada uno de los tres hermanos Jones (no digamos si es de Elvin de quien hablamos), no deja de ser una grabación de notable alto que no se puede soslayar o guardar en el cajón de las obras menores.

Reunidos Thad (compositor de los cuatros originales, trompeta y fiscorno), Hank (piano y órgano) y Elvin (batería) el 24 de marzo de 1958 en Nueva York, no se queda ahí el apellido Jones, pues Eddie Jones se encarga del contrabajo sin tener relación familiar alguna con los otros intérpretes y los tres temas que completan el trabajo son composiciones de los años veinte y treinta de Ismah Jones; es decir, Jones por aquí, Jones por allá y Jones por acullá.

Nice And Nasty es el primero de los siete cortes, donde el hard bop de colores swing que domina la función ya se muestra explícito y el fiscorno de Thad suena espectacular y prominente. En el tema que da título al álbum son las teclas de Hank las protagonistas, primero por el solo de piano y, después, por el de órgano, entre los que Thad ha sacado de paseo su trompeta. Three And One ofrece un equilibrio de fuerzas entre Hank y su piano, Thad y su fiscorno y Elvin y sus baquetas, siendo Eddie el único que no aporta improvisación. En su juego de alternancia, recupera Thad la trompeta y ejecuta un buen solo al que responde igual de elegante Hank en Sput 'N' Jeff, donde por fin escuchamos (a Elvin también) improvisar a Eddie.

Las tres piezas finales son las de Ismah Jones. It Had To Be You lleva dentro dos espléndidas intervenciones de fiscorno de Thad, líder indubitado de sus casi cinco minutos. On The Alamo sirve para que Hank luzca sus habilidades, aunque Thad deje constancia de su presencia con unas hermosas notas arrancadas a su trompeta. Despedida de Keepin' Up With The Joneses, la famosa balada There Is No Greater Love (que tantos artistas han versionado) vuelve a tener como eje el fiscorno de Thad Jones y sus dos solos, dejándonos con hambre de más. No lo hay, pero todo lo que hemos disfrutado no nos lo quita nadie. ¿Olvidado?, ¿soslayado?, ¿menor? Para nosotros, en absoluto. ¡Jones, Jones y Jones!

jueves, 14 de marzo de 2024

Synchronicity

Describir el último disco de The Police con un vocablo o una frase que lo epitome no es fácil o difícil: es falso. En efecto. Hay en Synchronicity (1983) canciones y estilos muy diferentes y dos caras o mitades alejadas una de la otra radicalmente. Synchronicity I es un comienzo abrasivo que bascula entre la new wave y el punk rock (al menos su energía) al que se yuxtapone un Walking In Your Footsteps cuyo minimalismo que simula ser arcaico y plantea disonancias mediante la guitarra de Andy Summers vive en otro planeta musical. O My God escribe su funk espacial con sintetizadores, metales y los arpegios que Summers ya ha sacado a relucir alguna que otra vez en la obra de los autores de Zenyatta Mondatta. Es el guitarrista quien aporta la esquizofrénica Mother, mientras que Stewart Copeland trae la breve Miss Gradenko, donde luce su batería en un tema atractivo pero menor. Vuelve Sting a componer en Synchronicity II, que aunque es diferente a la primera y no es su continuación (en lo musical; sí en lo lírico y sus conexiones con el famoso psiquiatra Carl Jung) sí tiene un poderío similar si no mayor, siendo ambas y homónimas piezas (si obviamos el número cardinal que acompaña a cada una) los únicos momentos roqueros del plástico.

Cualquier parecido con la primera cara, no digamos ya con los tres primeros discos del trío británico, se borra de la segunda. Las cuatro composiciones que le dan forma van de la balada al pop de ropajes que colindan con la new age o la world music, movimientos que el anterior trabajo de Police, Ghost In The Machine, ya anticipaba. Qué decir de la canción sentimental más famosa de los años ochenta, sustentada en el dolor del propio Sting. Por mucho que suene, Every Breath You Take nunca dejará de convocar a nuestros sentimientos o de recordarnos nuestras rupturas, nuestros fracasos. King Of Pain explicita de nuevo la hipérbole del dolor ("el rey del dolor") que produce en tiempo real el amor perdido. No abandona su mundo el cantante de Wallsend en Wrapped Around Your Finger, decorando su flujo lento con los teclados que —diversos— no han dejado de sonar desde que dimos la vuelta al elepé. No los hay en Tea In The Sahara, la suave despedida creada sobre la excelente novela de Paul Bowles El cielo protector. Los acordes fantasmagóricos de las seis cuerdas de Summers, el bajo y las pocas notas del oboe que toca Sting, la percusión de Copeland y la letra caminan juntos asimilando el misterio de la narración de Bowles. El final de Synchronicity y de una discografía cuando The Police se hallaba en lo más alto comercialmente hablando. Desconozco si hubiera dado más de sí artísticamente, pero su quinto álbum mantuvo la creatividad además de aventar la fama hasta el infinito.

lunes, 11 de marzo de 2024

The Lonesome Jubilee

Rock rabiosamente americano y fácil de ubicar en la década en que es parido (hablamos del año 1987), el de The Lonesome Jubilee tiene además una clara conexión con la tradición popular musical estadounidense (bluegrass, folk, góspel…) que se ve reflejada especialmente en la sonoridades que instrument0s como el violín, el acordeón, el banjo, el dobro, la mandolina o el salterio suman a las de la guitarra, el bajo y la batería, elementos centrales de la narrativa rocker. Quizá sea esa reivindicación de los valores perdidos de su país —los que inexorablemente remiten a la Gran Depresión y el New Deal o a las posteriores luchas por los derechos civiles— que recorre el elepé de John Mellencamp la que le empuja a arreglar las canciones con dichos instrumentos, mirando hacia atrás no solo metafórica o políticamente sino físicamente.

Sea como fuere, Mellencamp (todavía con el "Cougar" en el nombre por entonces) entrega una colección de temas excelente y emocionante que hablan del sentimiento de comunidad frente al egoísmo neoliberal que destroza los Estados Unidos, o los Estados Unidos en los que él cree. Paper In Fire enciende la mecha casi literalmente con un corte perfecto para iniciar un disco enardeciendo al oyente. Down And Out In Paradise es una carta abierta al presidente de la nación (el infecto Ronald Reagan, que protagonizaba a la sazón el papel más mortífero de su carrera) que oscila entre el country y el funk y la estrofa sosegada y el estribillo explosivo. Con mención especial para la guitarra de Larry Crane, Check It Out se traslada a terrenos del heartland rock, espesa definición o descripción o adscripción que a mí tampoco me convence en general pero que aquí considero suficientemente precisa. La festiva Real Life habla sobre cambiar tu destino a mitad de camino, de dejar de hacer "lo que se supone que debo de hacer" y buscar nuevos horizontes sin importar "la edad que tengas". Cherry Bomb deja ver huellas de los Stones más campestres en su mirada a la adolescencia que clausura la primera cara además de ser uno de los tres singles del trabajo junto con Paper In Fire y Check It Out.

No hay sencillos en la segunda mitad, pero We Are The People podría haberlo sido perfectamente. Partiendo de diferentes referentes artísticos, culturales e incluso simbólicos, Mellencamp manda un mensaje similar al de Patti Smith un año después en People Have The Power mediante una composición llena de sentimiento y reivindicación en la que brilla el violín de Lisa Germano y sus dos solos. Ya solo por sus títulos es fácil adivinar que Empty Hands y Hard Times For An Honest Man van a profundizar en el comentario social y político, pop con apuntes funk y country el de la primera y matices folk y góspel el de la segunda. Hotdogs And Hamburguers tiene todo lo que hemos venido comentando: bluegrass, folk, góspel, pop, rock y un nombre que es purito yanqui. El rock and roll básico más los arreglos instrumentales que han recorrido el álbum sirven para que Rooty Toot Toot despida The Lonesome Jubilee, cuya edición en vinilo de carpeta abierta y letras y fotos impresas en ella mejora la experiencia de su escucha. Aunque, no hay duda, sea la música la que mande.



jueves, 7 de marzo de 2024

King Creole

Once canciones en veintidós minutos. Eso es lo que contiene la banda sonora de King Creole, película de 1958 dirigida por Michael Curtiz y protagonizada por Elvis Presley. Aunque no toda ella se sitúa a la misma altura, lo cierto es que el elepé que la alberga pasa como un suspiro por su brevedad y por gozar de algunas canciones maravillosas y hoy ya clásicas. Verbigracia y sin ir más lejos, la que lo abre y titula.

Es King Creole, sí, un espectáculo de rock and roll y doo-wop compuesto por Leiber y Stoller que, más allá de la perfecta escritura de la pareja, se beneficia de un Elvis que canta como nadie, los coros de los Jordanaires y el fantástico solo de guitarra de Scotty Moore. As Long As I Have You es una balada correcta que se come por completo el tremendo rock and roll de Claude Demetrius Hard Headed Woman, un tema frenético capaz de levantar el ánimo a la persona más depresiva. No menos espléndido es el Trouble (de nuevo gracias, Jerry Leiber y Mike Stoller) que aúna R&B y swing en su tórrido discurrir, uno de los momentos álgidos de una carrera, la de Elvis, que tiene bastantes. Los vientos siguen mandando en Dixieland Rock, potente corte que su título explica estilísticamente a la perfección. Don't Ask Me Why es otra balada que no pasa del aprobado también escrita por Fred Wise y Ben Weisman, si bien el doo-wop de Lover Doll y, especialmente, el dueto con Kitty White Crawfish levantan el nivel. Mención aparte merece este corte por su minimalismo sinuoso que se sale del tono del álbum, por la compañía femenina de White y por ser, aunque parezca mentira, la tercera composición de Wise y Weisman.

El tema vocal Steadfast, Loyal And True, de poco más de un minuto, es igualmente la tercera aportación de Leiber y Stoller, antes de que en New Orleans Elvis Presley cante a la ciudad donde transcurre King Creole, dé por finalizado el plástico y se prepare para hacer el servicio militar. Sin embargo, eso es otra historia que nada tiene que ver con la música aquí comentada. Aun con sus altibajos, un soundtrack imprescindible.

lunes, 4 de marzo de 2024

Scary Monsters

Aunque no forme parte de ella, Scary Monsters (1980) bien podría haber convertido en tetralogía la trilogía de Berlín que le antecede. Su mayor éxito no nace de un Bowie menos ambicioso o creativo, sino de uno igualmente experimental e indagador que completa un ciclo magistral y poliédrico tras el que la carrera del autor de Hunky Dory decaerá una temporada larga. No hay, pues, degradación artística alguna en busca de vender más discos, y si se vendieron no parece que fuera por seguir una táctica comercial al uso.

It's No Game (Part 1) impone desde un primer momento el asalto a la canción pop que Bowie lleva realizando desde Low, deviniendo crucial la guitarra de Robert Fripp para introducir gemidos disonantes que alteren la tranquilidad tonal, aunque no menos arriesgado sea cruzar la voz japonesa de Michi Irota con la inglesa y aquí agresiva del duque blanco. Up The Hill Backwards abre con el beat de Bo Diddley (como Panic In Detroit en Aladdin Sane) aunque rápidamente se desliza hacia terrenos de sofisticación pop y rítmica funk. Vuelven a brillar y a ser muy importantes las seis cuerdas de Fripp, que también lo son en Scary Monsters (And Super Creeps), cuyo original rock de ropajes industriales y nerviosa percusión de Dennis Davis anticipa mucho de lo que se escuchará a lo largo de la década. La absoluta gloria pop de Ashes To Ashes, una canción inclasificable, se debe a su peculiar tratamiento de elementos del krautrock más electrónico y robótico, la música dance, la new wave e incluso operísticos para dar con una sonoridad única en la que son básicas las teclas de Roy Bitten y Andy Clark. El Bowie más funk (el de Fame o Golden Years) asoma en Fashion bañado por el post punk. Teenage Wildlife es muy similar a Heroes, casi podríamos decir que una notable revisión del tema. Scream Like A Baby y la versión del Kingdom Come de Tom Verlaine funcionan en un nivel parecido al de Scary Monsters (And Super Creeps), prefigurando espacios futuros, haciendo rock potente y adaptando el post punk al ethos de Bowie. Mantiene esa potencia de sonido ancho Because You're Young, cuyas motivaciones están hechas asimismo de funk y  pop. Cierra el círculo una segunda parte de It's No Game, de mayor placidez y sin Fripp ni Irota a bordo. La despedida de este espléndido Scary Monsters, cuya altísima categoría no retomará David Bowie hasta su adiós discográfico (y físico) en 2016 mediante Blackstar.

jueves, 29 de febrero de 2024

Hallelujah I Love Her So

Solo dos minutos y medio necesita Ray Charles para tocar el cielo. Los que dura este clásico imbatible de 1956 que aúna el jazz orquestal, el R&B y el góspel e intuye el soul en una composición perfecta. Hallelujah I Love Her So es una de esas canciones a las que el tiempo no desgasta y sigue extendiendo su felicidad allí donde es escuchada. La misma duración es la de la cara B del single de Atlantic, un What Would I Do Without You sentimental y también exquisito que se beneficia igualmente del solo breve y exacto del saxo tenor de Don Wilkerson. Dos temas sin par del genio invidente de Albany, ajenos al rock and roll y al hard bop que, cada cual con sus características, se extendían entonces. Lo de Ray Charles, por supuesto, era único.


 

lunes, 26 de febrero de 2024

Coltrane Plays The Blues

Puede uno detenerse en Blue Train, Crescent y Expression. O en Giant Steps, John Coltrane And Johnny Hartman y A Love Supreme. Por ejemplo. Más o menos obvias, decisivas o trascendentes, más o menos accesibles o extremistas, las grabaciones de John Coltrane transmiten una sensación de plenitud que es difícil encontrar en otro artista, no solo músico. Salido de las sesiones en las que el mítico saxofonista registra el sobresaliente My Favorite Things, en concreto del día 24 de octubre de 1960, Coltrane Plays The Blues asume dicha sensación ampliamente, aun siendo un elepé cuyo material Atlantic publica en 1962 sin intervención de su autor y cuando éste ya ha fichado por Impulse!, sello que ya no abandonará hasta su muerte.

Fuera o no concebido como un álbum por John Coltrane y su cuarteto (Elvin Jones, Steve Davis y McCoy Tyner), los seis temas que contiene funcionan como una totalidad de jazz modal edificado a partir del blues (los tres primeros llevan dicho vocablo en su título) y ejecutado con una calidad aplastante. Trane ha perfeccionado su fraseo en la segunda mitad de los años cincuenta formando parte del extraordinario grupo de Miles Davis y continuará en la siguiente década con su particular tour de force que le llevará a cotas insospechadas de belleza radical y dolorosa. Sin ser tan inflamable, sin embargo, la que aquí ofrece creciendo sobre el blues de sus ancestros es asimismo espléndida, un chorro de notas expelidas por sus saxo tenor y soprano que son transición hacia logros futuros, sí, pero igualmente hallazgos presentes.

El espectáculo no tendría el mismo interés, por supuesto, sin las teclas de Tyner, las cuerdas de Davis y las baquetas de Jones (compositor, además, del Blues To Elvin que encabeza el trabajo), compañía envidiable por trabajar en la línea marcada por el líder sin dejar de ejercer las capacidades que hacen único a cada uno; es decir, por saber adaptarse al discurso de Coltrane sin que ello signifique sometimiento o renuncia al desarrollo libre e individual de sus habilidades. Como en el caso del mencionado Davis, esa habilidad para delegar sabiendo que los intérpretes van a hacer crecer tu idea englobándose en ella es parte del secreto del creador de este Coltrane Plays The Blues a añadir a las decenas de discos de un hombre hecho de sonidos intransferibles.


 

jueves, 22 de febrero de 2024

The Bridge

Entre 1959 y 1962 se produce el primer hiato discográfico en la carrera de Sonny Rollins (el segundo será de seis años, iniciado tras el magistral East Broadway Run Down), del que sale con este espléndido The Bridge, materializado en enero y febrero de 1962 y publicado por RCA. A la novedad del sello hay que sumar la de la formación, pues acompañan al saxofonista Jim Hall (guitarra), Bob Cranshaw (contrabajo) y Ben Riley (batería).

Without A Song abre el elepé entre el hard bop, el cool jazz, la bossa nova y el calipso tratados con excelencia por el cuarteto. El saxo tenor de Rollins no ha perdido un ápice de persuasión, o cómo sonar poderoso en un ambiente relajado, mientras que Cranshaw y Hall suman solos frescos, felices y plenos de feeling. La balada Where Are You? sirve de vehículo para que Rollins y Hall nos embelesen —alternándose— con sus notas románticas. La primera cara concluye con un original del autor de Way Out West que acelera y enardece el plástico, hard bop efusivo que se presenta bajo el nombre de John S. y donde la improvisación de Rollins se impone claramente.

La segunda cara mantiene la línea del final de la anterior, pues el corte que da título a The Bridge está también compuesto por Sonny Rollins, se mueve en coordenadas estilísticas muy similares y lo comanda el explosivo instrumento de nuestro hombre, si bien la intervención de Hall y sus seis cuerdas es muy creativa y las de la base rítmica rezuman frenesí. La lectura del God Bless The Child de Billie Holiday es una magnífica balada en la que el grupo roza el cielo y nada está fuera de lugar, incluso aunque Ben Riley deje sus baquetas a Harry T. Saunders. No cesan de agradarnos Rollins, Hall, Cranshaw y un Riley que vuelve a sentarse en su banqueta en la adaptación del You Do Something To Me de Cole Porter, tema sentimental asimismo —pero de tempo más rápido que el anterior— que significa el adiós de un trabajo con el que su creador retomaba su obra con la categoría de él esperada. Es decir, como si no hubieran pasado tres años. Decíamos ayer…


 

lunes, 19 de febrero de 2024

Greendale

Publicado en 2003, Greendale significaba el retorno de la alianza de Neil Young y Crazy Horse en estudio, abandonada siete años atrás tras el muy notable Broken Arrow. Entremedias había habido álbumes en vivo (con y sin la banda) y discos de folk y soul; tocaba, pues, hacer retumbar el planeta con la crudeza eléctrica y visceral de los autores de Ragged Glory y un trabajo conceptual y político de casi ochenta minutos en el que está ausente la guitarra de Poncho Sampedro.

Funcionando como un trío, Young, Ralph Molina y Billy Talbot despachan diez canciones sobre la familia Green de Greendale —gentes y localidad creadas para la ocasión—, cada una de ellas acompañadas de un texto y un dibujo de James Mazzeo en el libreto marrón que acompaña al CD. El disco no está a la altura de las mejores grabaciones del canadiense con Crazy Horse, pero tiene momentos muy destacables que hacen imposible desdeñarlo. El rhythm and blues y el rock and roll ralentizados de Double E, por ejemplo; la extensa exploración de Carmichael, asimismo, en la que Young no canta hasta bien entrado el tema, habiéndose dedicado antes a unos punteos atmosféricos que no paran de volver durante todo el recorrido sobre el clásico colchón del bajo de Talbot y la batería de Molina; la bellísima balada Bandit, por supuesto, cuyo estribillo me atravesó la primera vez que lo escuché y nunca ha dejado de hacerlo: "Algún día encontrarás / todo lo que estás buscando"; los todavía más largos viajes indagatorios (trece y doce minutos respectivamente), claro que sí, de Grandpa's Interview y Sun Green; o, despidiendo la función, la emoción desatada en defensa del planeta y maneras rocanroleras de Be The Rainun nuevo Rockin' In The Free World salvando las distancias y disminuyendo la potencia. "Tenemos un trabajo que hacer / tenemos que salvar a la Madre Tierra", canta sin ambages y convenciéndonos un Young ecologista y esperanzado.

De Greendale saldrán además un largometraje y un cómic, el primero dirigido por el propio Neil Young y el segundo, viendo la luz años después, a manos de Joshua Dysart y Cliff Chiang. Pero lo que hoy tocaba era recordar la versión musical de la historia, que yo aquí he querido recomendar. Reflexión, ideología y reivindicación política y social revestidas de sonidos distorsionados del maestro y sus compañeros.

NOTA: Este texto fue publicado la semana pasada en el blog Neil Young noticias (o La playa de Neil) con motivo de su vigésimo aniversario.

jueves, 15 de febrero de 2024

Porca miseria

Para bien y para mal, Porca miseria, el tercer plástico de los Bo Derek's de 2023, es un excelente disco de rock and roll, "old school r'n'r", como ellos mismos afirman desde su gestación. No se esconde el trío gallego, ni da gato por liebre. Eso sí, sabiendo eso y sabiendo que poco o nada queda por inventar en los sonidos que crearon Chuck Berry, Bo Diddley, Elvis Presley, Little Richard y demás, aceptando que no hay novedad en la propuesta, si te gusta música del diablo —un diablo que ya no asusta a nadie— seguro que disfrutas de lo lindo de esta colección. Las canciones, como vamos a ver, ofrecen variedad, están muy bien construidas por el también cantante y guitarrista Óscar Avendaño, son interpretadas con feeling y elegancia por éste y la base rítmica de Jorge Lorre (bajo) y Rufus "El Guarro" (batería), gozan de una producción soberbia de Martín Guevara, el miembro de Capsula, y reciben matices puntuales perfectos de los invitados a la función.

Atrapado en el garage inicia ardiente el viaje y sumando a todo lo dicho la deliciosa ironía de las letras de Avendaño. El purista u ortodoxo del garage rock al que describe, lo que puede decirse de cualquier necio que se agarra a cualquier subgénero o género, con frases descacharrantes como "Eres hijo de Sky Saxon, hijo de Music Machine" o "Sobre grupos sixties del Perú, no hay nadie que sepa más que tú", es despachado con sentido del humor pero sin desprecio o sarcasmo. Alimentada de soul y pop, cruce plausible entre Sam Cooke y Katrina and The Waves, Sal los jueves está impregnada de melancolía y aumenta su valor al gozar de una sección de vientos triple y fantástica. Alusión directa a la pregunta que los Dictators se hacían a finales del siglo pasado en forma de himno colosal, la ironía vuelve en Los que iban a salvar el rocanrol, tema tan explosivo como canónico al que da color honky tonk el teclista de los Diamond Dogs, para hablar de esos que crecieron y se olvidaron de la música, de quienes confundieron madurez con mediocridad. En La última estrella del rock puede haber también algo de acidez, pero la mirada sobre el protagonista de la composición tiene asimismo la admiración por quien es fiel a sus convicciones aunque ya no sean mayoritarias como sí lo fueron en tiempos pretéritos. Cool Cool Baby acude a la influencia de Dr. Feelgood (grupo a quien se nombra) con la intención de reírse sin hacer sangre de los ambientes culturetas en los que se lee a "Faulkner y Thomas Mann" y se debate "sobre Virginia Wolf". Pone fin a la cara A una versión brutal del Natbush City Limits de Ike & Tina Turner en la que Guevara aporta su guitarra.

La segunda mitad empieza a ritmo de funk rock con Ese no soy yo, que cuenta con el Hammond de David "Mr. D." Vázquez. El blues rock y el hard rock modelan la tremenda Motel perdición en contraste con el rockabilly lleno de swing (ese saxo de Glen Gibb) de Viéndolas venir. Bruce Lee y Jim Dinamita son citados en Hazte un lado, nombres del pasado para un excitante rock and roll a lo Tequila. El demonio o Belcebú hace su aparición siguiendo patrones de R&B y garage rock sesenteros, allí donde se hallaba atrapado el patético personaje de la primera canción. Bye Bye Blues huele a los primeros AC/DC escorados hacia, sí, lo dice el título, el blues. Blues que se hace explícito y tradicional en El Yang-Tse en llamas, armónica incluida, como colofón a una Porca miseria a la que nada sobra, pues todo su material es gozoso. Pocos son capaces de mantener una tradición con semejante dignidad y credibilidad.