lunes, 3 de agosto de 2015

Atlantic Crossing


Huyendo del fisco laborista como de la peste —el rock and roll no es de izquierdas—, Rod Stewart cruzaba el Atlántico —cambiando de golpe de continente, compañía discográfica, músicos y dirección artística— para empezar una vida que arrancaba, claro, con Atlantic Crossing (1975). Impregnado y rodeado de los mágicos efluvios soul del sur de los Estados Unidos (Stax y Muscle Shoals: Tennessee y Alabama), pero sin escapar de los de su bienamado rock and roll, Stewart graba en diferentes estudios con guitarristas de la talla de Steve Crooper, Jimmy Johnson o Fred Tackett; teclistas como Barry Beckett o Albhy Galuten; bajistas tan reconocidos como Duck Dunn o David Hood; bateristas de pegada intachable tales que Nigel Olsson, Roger Hawkins o Al Jackson; o la mítica sección de viento que responde al nombre de Memphis Horns.

Divido en dos partes claramente diferenciadas ("fast half" y "slow half"), que corresponden a la primera y segunda cara del álbum respectivamente, el elepé se inicia con Three Time Loser, que contempla al cantante de los Faces barnizando de soul un rock and roll de su cosecha. Alright For An Hour es una composición de Stewart y Jesse Ed Davis que se entrega en clave pop al soft funk y el reggae. De nuevo escribiendo en solitario, el autor de Gasoline Alley nos recuerda que su arte adquiere su máximo sentido All In The Name Of Rock 'N' Roll, con unos vientos soberbios redondeando la canción. El exitoso Drift Away que interpretara Dobie Gray trae también aires de reggae y pop, y es la única excepción a la rapidez de la primera mitad (o anticipo de lo que será la siguiente). Un muy buen tema de Stewart y Crooper (Stone Cold Sober) finiquita feliz y festivo aquélla, dando paso a las baladas, versiones en su mayoría, cantadas por el británico.

El I Don't Want To Talk About It de Danny Whiten sigue siendo un buen tema en manos de Rod Stewart, pero no emociona ni la décima parte que el original de Crazy Horse, mucho más puro y esencial. Asimismo, pierde trascendencia el It's Not The Spotlight de Gerry Goffin al ser trasformado por Stewart, sin ser mala una lectura marcada y beneficiada por la mandolina de David Lindley. Tampoco hallamos el encanto de los Isley Brothers y los años sesenta en This Old Heart Of Mine, ralentizando y perdiendo el atractivo del tema en cuestión con la complicidad del productor Tom Dowd. Por fortuna, Still Love You, canción de Rod Stewart, sube el nivel, volviendo a incluir la mandolina de Lindley, quien además añade su violín. Grandilocuente y diferente al de los Sutherland Brothers, el Sailing de Stewart concluye solemne y hermoso —cuerdas incluidas— el trabajo, dejando su conjunto en un notable bajo pero agradable.


A Night On The Town y Foot Loose & Fancy Free —los dos elepés que seguirán a Atlantic Crossing— mantendrán todavía una decencia artística que Rod Stewart perderá a finales de los setenta, y que recuperará muy de vez en cuando, cayendo en el pozo sin fondo de la mediocridad, el esperpento… y las revistas del corazón. Pero eso es una historia (negra) que jamás arruinará el prestigio del gran vocalista implicado en obras maestras como Truth, A Nod Is As Good As A Wink… To A Blind Horse… o Every Picture Tells A Story. Les suenan, ¿verdad?

5 comentarios:

  1. Hasta aquí la obra en mayusculas de Rod, después lo que comentas, prensa rosa y una decadencia musical con subidones comerciales a principios de los ochenta, una de las voces mas rotundas y hermosas del rock sin duda.
    Abrazo

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  2. Ciertamente me quedé un poco antes, y debo escuchar este disco, pero si, está claro, luego vino eso del folleteo, marcar paquete con rubias y demás...

    Abrazos.

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  3. Al final se convirtió en el Julio Iglesias del rock -con permiso de David Coverdale- pero sus primeros discos en solitario y junto a los Faces son una gozada.

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  4. Aqui comienza el declive. solo posos de su grandeza seguiran coexistiendo con eternos bodrios. aun asi el Blondes Have fun me sigue gustando

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  5. Su voz es una maravilla, Addison, pena que se haya utilizado para tanto proyecto indecente.

    No es tan bueno como sus primeros elepés en solitario, Savoy, pero tiene sus cosas. Sí, luego vino eso, sí.

    Con Julio Iglesias tiene en común la triple f, Trónak: farándula, folleteo y farlopa. Así es, esos discos que mencionas son magníficos.

    Cuesta abajo y sin frenos, Bernardo.

    Abrazos.

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