miércoles, 5 de diciembre de 2018

Ragged Glory cumple diez años (14). Las palabras de Juan Miguel Contreras


Estos tiempos de internet son extraños, y lo son en muchos aspectos, sobre todo vitales y personales. Para una generación (la que mejor creo conocer) nos ha descosido las costuras por muchos rincones. ¿Es una exageración que considere a Gonzalo un amigo? Nos hemos visto cara a cara una vez. Una vez muy agradable, por cierto, con la feria del libro de Madrid como marco y el parque del Retiro como fondo. Un rato fugaz pero que nos dio la clave de lo que en el fondo es la literatura, ese "¿Y si?", ese condicional desde el que uno puede crear mundos, distintos a este, pero que lo explican, he ahí la paradoja. Ni siquiera sé cómo nos conocimos, y por conocernos me refiero a la primera vez que intercambiamos un mensaje. Seguramente fuese un comentario en alguno de nuestros blogs, quizá yo me atreví a poner algo en el suyo, o seguramente fuese al revés. A partir de ahí surgieron correos, mensajes cortos como telegramas del siglo XXI, la lectura de nuestros libros… y la admiración, el reconocimiento y los puentes fue haciéndose. La distancia como medio. Me gusta leerle porque es como si hablara con ese amigo que en mi vida cotidiana echara de menos tener pero que la red de redes me ha brindado, igual que con otros tantos cuya voz no conozco pero con los que tengo algo el común, porque las relaciones de amistad se basan en eso, en eso que creemos propio y que reconocemos en otro. Igual que con Nikochan, con Aitor, con Guzz… En el caso de Gonzalo y yo es la música (como en los citados), pero también la sensación de que hay algo más: una manera de entender la vida, de afrontar el futuro y una manera de ver nuestro pasado. Me gusta leerle porque me reconforta en mi soledad diaria, me gusta ver mi melomanía reconocida y reafirmada, me gusta descubrir discos que no conozco o, si conozco, me gusta que me descubra cosas en las que no había reparado. Me gusta el feedback que me crea (a la manera de tito Neil, ruidosa y eléctrica). Pero también me gusta lo que no compartimos, lo que nos separa y nos hace definirnos, su urticaria frente a la laca y el spandex, que Coverdale le horrorice mientras que a mí me gusta entonarlo en la ducha… pero como luego sé que Lemmy y Lynnott nos sonríen a la vez desde los bordes de los espejos, sonrío, me sacudo las canas y sigo para adelante, como Rafa, el personaje de su potente y necesaria novela que es algo así como el Frankenstein de todos nosotros, el guardián entre el centeno carabanchelero. Diez años de blog son muchos, no así de descubrimientos, muecas, sonrisas atisbadas y comentarios como mensajes en botellas lanzadas al mar. Aunque solamente me hubiera descubierto Theme de Yoyo, de Art Ensemble of Chicago, ya le tendría que estar agradecido de por vida, pero por suerte ha habido más. Por supuesto, hay más cosas, pero eso ya queda para mí (y Lemmy), ¿verdad Phil?. Cuídese, Gonzalo, y no deje de escribir.

NOTA: Juan Miguel Contreras, o La Pecera del Caimán, es el autor del blog El caimán sincopado, de las novelas La muñeca rusa y Canciones de cuna —esta última se publicará en breve— y de rabia y del libro de relatos Cardiopatías.

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