lunes, 17 de diciembre de 2018

Tempest


Llegaba a los setenta Bob Dylan con la sabiduría de una carrera extraordinaria e inigualable: nada que demostrar pero con ganas todavía de cantar y contar. Tempest (2012) era un elepé doble de canciones largas, muy largas (la mitad por encima de los siete minutos) que venía a ser su Blonde On Blonde del siglo XXI. Y no digo que Tempest atesore la belleza de aquel disco, sería absurdo afirmar tal cosa, pero sí que las concomitancias son evidentes y que Dylan y su banda interpretan con mucha elegancia las hermosas composiciones del autor de Desire.

Duquesne Whistle aúna folk, swing y rock, sabores y rumores de antaño que son el acervo norteamericano que moldea a Dylan. Las pinceladas que dibujan Soon After Midnight son las de la balada sensual que concluye "Es apenas medianoche y solo te quiero a ti". Narrow Way nos trae al Dylan roquero, a su manera contundente, que se alimenta del blues eléctrico de Chicago como los hacían los Stones, los Animals o los Yardbirds. La tristeza que anuncia el título de Long And Wasted Years la confirman su música y su letra ("Lloramos una gélida mañana / Lloramos porque nuestras almas estaban desgarradas), pero es una tristeza que conlleva más hartazgo que pena. Pay In Blood retoma la energía de Narrow Way con una progresión sonora muy de Dylan, cierto regusto funk y ecos de Keith Richards.


"En Scarlet Town, donde nací
Hay hojas de hiedra y espinas de plata
Las calles tienen nombre que no puedes pronunciar
El oro ha caído a veinticinco centavos la onza",

así son los cuatro primeros versos que describen un pueblo atávico y misterioso, Scarlet Town, igual que las melodías y sonidos que moldean las palabras mediante el folclore eterno de las tierras estadounidenses.

Si el primer elepé contaba con seis temas, el segundo rebaja esa cifra a cuatro. Early Roman Kings es Dylan vestido de Bo Diddley y Muddy Waters, cosa que ya había hecho en otras ocasiones, claro. Tin Angel y Tempest son los dos cortes más largos de la función —nueve y catorce minutos respectivamente— , tragedias ambas que terminan con "Tres amantes (…) juntos en un montón", en el caso de la hipnótica Tin Angel, y aquel mítico transatlántico
que "Navegaba hacia el mañana / Hacia la edad de oro anunciada" hundido "En el hondo mar azul". Del Titanic a John Lennon —símbolos tan diferentes del siglo pasado— para echar el cierre. Roll On John emociona al recordar al beatle como Tempest lo ha hecho con el buque ahogado, un pasado que fue dolor y ahora es recuerdo hecho sentimiento, hecho arte. El del plástico doble que conecta con toda la obra —toda la vida— de Bob Dylan y el de los músicos que sabiamente le acompañan por sus surcos. Dios salve a Zimmerman.

NOTA: Esta entrada está  dedicada a Joserra Rodrigo, quien ya sabía en 2012 que Tempest había venido "para quedarse con nosotros".

6 comentarios:

  1. A mi es un disco que me gusta mucho, más que los dos anteriores. Desde luego vino para quedarse.
    Abrazos.

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  2. Yo lo situaría no muy lejos de la magnífica trilogía que inicia "Time Out Of Mind".

    Un abrazo, Addi.

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  3. Magnífico disco, creo que algo menor que sus inmediatamente anteriores, pero se nota que el bardo de Duluth seguía en racha. Y ya va siendo hora de que se meta en el estudio y grabe otro disco con temas propios. Lo último que ha sacado al mercado es para coleccionistas. Bien pensado, a estas alturas de su carrera, ¿quién no es coleccionista de su obra? He estado repasando recientemente su etapa gospel-cristiana, denostada en su momento, y no quepo de gozo. Cada vez me maravillo más con la grandeza de este tipo.
    Abrazos,
    JdG

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  4. Me parece que va a quedar "Tempest" como su última gran obra, Javier. No hay ninguna época de Dylan de la que no se pueda rascar y, encima, es el autor del mejor disco de la historia del rock: "Highway 61 Revisited". ¿Qué más decir?

    Un abrazo.

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  5. Sin ser un gran fan de este disco debo reconocerlo como la última obra grande de Dylan, desde luego. Inspirada y bien ejecutada. Un saludo.

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  6. Un disco muy brillante, Rockologia. Puede que quede como su última obra maestra.

    Un abrazo.

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