Es obvio para cualquier amante del jazz y de la música en general que el Thelonious Monk que llega a Columbia en 1962 es ya un maestro consagrado que no necesita demostrar que su arte al piano es pura excelencia. Sin embargo, en las cuatro diferentes sesiones de octubre y noviembre de las que se nutrirá Monk's Dream, finalmente publicado en 1963, Monk dejará impreso su genio hasta casi sus últimos extremos y logrará uno de sus elepés más exquisitos, como si de una señal de cortesía a su nuevo sello discográfico se tratara. Su peculiar estilo —expresado por unos dedos que son la extensión de unas venas que en lugar de sangre parecen contener bebop, hard bop y blues— sigue siendo aquí el de siempre, pero, en compañía de Charlie Rouse (saxo tenor), John Ore (contrabajo) y Frankie Dunlop (batería), es llevado a su nivel más alto, el alcanzado previamente en Brilliant Corners o las grabaciones con John Coltrane. Monk retoma temas ya registrados por él (excepto Bright Mississippi, si no ando errado) para desarrollar nuevas improvisaciones, sucesivas intuiciones poéticas reluctantes a cualquier canon que no sea el suyo, y en las que no faltan las notas juguetonas de la mano izquierda introduciendo las conocidas disonancias del pianista. Comparadas con las de Ornette Coleman o Charles Mingus a la sazón, las formas de Thelonious Monk han pasado de irreverentes a clásicas, pero no dejan de ser vanguardistas a su manera y mantienen, por supuesto, esa distancia irónica. Ajustándose a la categoría que demanda el líder del cuarteto, los solos de Rouse están repletos de buen gusto y la base rítmica los apoya, al igual que los de Monk, con una solidez que no excluye el matiz sincopado y heterodoxo. Concluimos señalando que en dos de los ochos cortes del disco (Body And Soul, Just A Gigolo) podemos disfrutar del autor de Criss-Cross en solitario, placer añadido a todos los que nos deslumbran mientras el trabajo se va desgranando. Un trabajo llamado Monk's Dream y que no debería faltar en ninguna discoteca seria.
Me he dado el gusto de oír un par de veces esta maravilla. Los sólos de piano de Bolívar Blues y de Bye-ya son para recrearse en ellos. Desde luego este cuarteto tocaba de carrerilla.
Me he dado el gusto de oír un par de veces esta maravilla. Los sólos de piano de Bolívar Blues y de Bye-ya son para recrearse en ellos. Desde luego este cuarteto tocaba de carrerilla.
ResponderEliminarUn cuarteto magnífico y un disco sensacional.
ResponderEliminarSaludos.