Amarrados a la precariedad y su voluble realidad, los Schizophrenic Spacers han tirado hacia delante convencidos de su capacidad para escribir buenas canciones y defenderlas aún mejor sobre las tablas. Los discos grabados, los conciertos ofrecidos, las interpretaciones completas de clásicos de los Beatles, los Who o ZZ Top y las alegrías y las penurias de una carrera seria y apasionada pero minoritaria desembocaban el pasado año 2017 en un espectacular plástico doble que a muchos nos dejaba boquiabiertos, It Better Be Good. Y no, no es que su música reinventase el rock and roll o diese de lado muchos de sus tópicos; era que las composiciones brillaban magníficas, sin que su abundancia significara una rebaja en la calidad o en la intensidad; era que las letras tenían su miga e incluso invitaban a la reflexión; era que la producción de Hendrik Röver daba al álbum un sonido excelente, "el horneo que encumbra el pastel", en palabras del cantante y compositor principal del cuarteto catalán, Sergio Martos, cuya voz llenaba de amor, odio y entusiasmo cada sílaba vocalizada; era que la banda mostraba todos sus matices y talento a la hora de la interpretación definitiva de unos temas marcados por la variedad; y era, por si algo faltaba, que la portada y la presentación en carpeta abierta del disco hacían que no dejaras de mirarlas y tocarlas mientras uno y otro vinilo giraban y giraban encima del plato.
Cual involuntario crooner anticapitalista en busca de sus sueños y harto del mercado laboral, Martos canta acompañado del piano de Jesús "Tete" Tejada que desea un buen trabajo, Nice Job que nos introduce en la función. Gonna Be Good y Nights Squirrels son dos fantásticos himnos, power rock aprendido de los autores de Who's Next el primero, hard ardiente el segundo que recuerda, a pesar de llegar a conclusiones muy diferentes, al exitoso My Sharonna de The Knack. From Here es uno de los cortes más emocionantes que hallamos, tanto en lo lírico como en lo melódico. Anyhow se mueve entre el grunge y el power pop, henchido de sentimentalismo en su estribillo. El funk rock de Cinema Days cierra contagioso la primera cara, si bien en su último tramo baja las revoluciones y nos regala un hermoso solo de guitarra de Alberto Belmonte. La segunda mitad del elepé la inicia otro himno insuperable, Exhausted, del que quiero destacar la magnífica batería de Tete Tejada. Black Bog es una breve y amenazante pieza instrumental que juega con el título de la mítica canción de Led Zeppelin y huele a Soundgarden y Alice In Chains. Se queja con razón Sergio Martos de la Mediocre People, hard rock de base funk que tiene mucho de Jimi Hendrix y en el que el Manuel Fernández del Campo saca su bajo a relucir. Night Off me trae a la cabeza diversos nombres del rock de los setenta, pero, en honor del grupo, hay que decir que su espléndido acabado suena a los Spacers. Y punto. No hay que ser un genio para ver que Ode To A Fat Man debe sus hechuras al Alice Cooper de School's Out y Billion Dollar Babies, ni haber estudiado solfeo para apreciar los punteos de Alberto Belmonte.
Es su guitarra la que, pisando el wah-wah y sin pisarlo, gobierna asimismo Boot That Lady y, acústica, Sofa Afternoon, segundo, mínimo y último corte instrumental. Ambos temas encabezan la cara número tres. A Parade es una larga y ambiciosa canción de diversos pasajes a la que sigue Physiotherapist, sexual funk rock en el que hay ecos de Deep Purple Mark III, Grand Funk Railroad, David Lee Roth y otros que ustedes pueden sumar. New Year's Eve y After The Grapes se yuxtaponen y complementan por su título, pero en lo estrictamente musical no tienen nada que ver, pues la agresividad, la potencia de la segunda está ausente en la primera. La cuarta parte de It Better Be Good comienza con Covering My Back, en la que Martos pide perdón con la única compañía de Belmonte. Esos amigos que no lo son cuando uno realmente los necesita tienen su merecido en So Called Friends, uno de los momentos álgidos del trabajo para mi gusto. La urgencia y la vehemencia de Montpellier, el tema más veloz de los veintidós, contrasta radicalmente con la paz campestre de The Long Goodbye (donde llama la atención el dobro del productor), que, a su vez, choca con violencia con Space Balloon, space rock autorreivindicativo que clausura setenta y siete minutos de sobresaliente y ecléctico rock and roll. Que sus creadores, los Schizophrenic Spacers, no sean apenas conocidos no debe de ser obstáculo para que ustedes se hagan con este doble elepé y —ya de paso— tiren por la ventana aquéllos de los impostores que, diciendo hacer rock y haciendo mierda, venden por cientos de miles sus infumables grabaciones.
Últimamente me tengo que apuntar algún disco cada vez que paso por aquí. Lo hago con este, cuya publicación me pasó desapercibida, y ya contaremos.
ResponderEliminarAbrazos.
De lo mejorcito del año pasado. Creo, además, que a ti te va a gustar mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es un excelente disco.... y los Spacers tienen un directo apabullante..... Muy recomendable !!!!
ResponderEliminarCon la producción del gran Hendrick Röver no es de extrañar que el grupo alcance cotas más altas, sin que ello desmerezca otros trabajos anteriores. Creo haber leído algo del grupo en uno de los últimos números de Ruta 66. Desde luego, atreverse a publicar un doble Lp, tal y como andan los tiempos, ya dice mucho en favor de la banda. Se tendrá en cuenta su recomendación de usted.
ResponderEliminarAbrazos,
JdG
Así es, Xavi, un disco verdaderamente logrado. Ver en directo a los Spacers es mi asignatura pendiente.
ResponderEliminarLo de Röver es ya de matrícula de honor, Javier. La verdad es que le han echado huevos para atreverse con un doble elepé, pero la jugada les ha salido redonda a estos catalanes.
Abrazos.