lunes, 11 de diciembre de 2023

El maquis contra la patria franquista

Del fiasco artístico que supuso en 1995 la adaptación gris, inerte de Historias del Kronen, el excelente debut novelístico de José Ángel Mañas, se recuperó Montxo Armendáriz parcialmente con Secretos del corazón (1997) y definitivamente con Silencio Roto (2001), con la que el autor de Tasio (1984) no solo retoma las esencias de su mejor cine, sino que rueda la que en mi opinión es su película más redonda.

Situada en los años cuarenta del siglo XX en un pueblo cualquiera en el que la Guardia Civil ejerce estrictamente la represión ordenada, diseñada y alentada por el gobierno fascista del general Franco, la obra muestra con rigor y austeridad el dolor de la posguerra española y la resistencia de unos pocos alrededor del maquis con la esperanza de que al triunfo de los aliados contra la Alemania nazi siga una invasión que devuelva al país la democracia robada a la República por "Franco y sus asesinos", que cantaría Barricada. La llegada al pueblo en 1944 de Lucía (Lucía Jiménez) y su enamoramiento de Manuel (Juan Diego Botto) sirve como arranque de una historia donde alrededor de la política (por su presencia y por su ausencia, por reivindicarla y por rehuirla) giran otros temas como las relaciones sentimentales, de familia y personales en general, la lealtad y —su opuesto— la traición y el miedo al porvenir.

La cámara precisa y sobria de Arméndariz se encarga de que las emociones y los hechos luctuosos no se impongan a su mirada, que no por ser enemiga de la autoridad totalitaria huye de los conflictos creados en el bando antifascista, pues sus duras condiciones de lucha en el monte, las torturas a las que la Guardia Civil somete a sus apoyos en el pueblo y la propia condición humana, bien lo sabía André Malraux, hacen que surjan inevitablemente. Las interpretaciones de los actores nombrados y del resto del plantel (Mercedes Sampietro y Álvaro de Luna entre otros), la fotografía espléndida de Fernando Navarro y la música de Pascal Gaigne empujan en la dirección perseguida por la puesta en escena, sin estrambotes o exageraciones o piruetas que tuerzan el tono querido por el artista navarro.

El film concluye —triste y sombrío— en 1948, periodo en que la guerrilla empieza a disminuir su presencia e importancia. Alemania había perdido la guerra y en España nadie, ni nacional ni extranjero, había derrotado al dictador. Stalin y el PCE ya no tenían interés en mantener la lucha clandestina. Juan Carlos de Borbón llegaba a Madrid con diez años para ser educado por un caudillo que todavía regiría sin piedad el destino de los ciudadanos hasta 1975. El autobús en el que se marcha Lucía no conduce a ningún lugar ilusionante (una ciudad en el mismo país), pero no tiene otra opción Montxo Armendáriz si quiere ser coherente con su relato y con la realidad de la que nace y alumbra la ficción. La verdad que tienen las mentiras, como afirmaría Mario Vargas Llosa.


 

4 comentarios:

  1. Bueno, si no se acogía a la realidad, tergiversarla hubiera sido un extravío. Ahí no cabe el deso. Un abrazo. Carlos

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  2. Las ideas o la convicciones de cada cual no pueden ocultar los hechos, así es.

    Un abrazo, Carlos.

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  3. No la he visto, pero me pondré a ello pronto.
    Un abrazo.

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  4. No olvides decirme qué te ha parecido.

    Un abrazo.

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