Undercurrent
Si la muerte de Scott LaFaro en 1961 dejaba sin futuro al extraordinario trío que Paul Motian y Bill Evans completaban, no impedía que el piano de Evans siguiese expidiendo belleza allí por donde pasaba y era registrado. La que hoy nos ocupa —obtenida de sendas sesiones en abril y mayo de 1962 y publicada por United Artists— es ciertamente singular, pues se trata del primero de los dos elepés que el autor de Portrait In Jazz graba en los años sesenta sin más compañía que la del guitarrista Jim Hall. Empezando por la subyugante fotografía de Toni Frissell que sirve de portada, Undercurrent ofrece treinta minutos de magia que teclas y cuerdas distribuyen en seis cortes impregnados de exquisita melancolía, ésa que tanto caracteriza a Evans. La contención y el buen gusto marcan una pauta que se agudiza conforme el elepé avanza. El swing sincopado de la versión de My Funny Valentine que abre el álbum es una (deliciosa) excepción que ya en I Hear A Rhapsody ha dicho adiós para que la balada sentimental ocupe su lugar. Igual Hall que Evans, ambos intérpretes emprenden un viaje en el que sosiego e intensidad son sinónimos, pues es en la conmovedora innegociabilidad del primero donde se construye la segunda. Dream Gypsy apunta en la misma dirección, emocionante camino que en Romain —la única composición propia del disco, en concreto de Jim Hall— adquiere coloraciones magistrales en sus íntimos requiebros, acústicos y eléctricos en el caso de Hall. Skating In Central Park y Darn That Dream disminuyen aún más la velocidad del dúo, entregado a un romanticismo templado endeudado con la bossa nova que designa una impresionante calidad formal. Tan descomunal es ésta especialmente en la última de las piezas —el sonido sumergiéndose como si respondiera a la imagen que cubre el elepé— que no parece arriesgado hablar de una abstracción tan radical —salvando distancias conceptuales y estilísticas— como la de las obras para piano preparado escritas por John Cage en los años cuarenta. Y es que cuando hablamos de Bill Evans —también aquí de Jim Hall—, lo hacemos de uno de los mejores músicos del siglo XX, personal hasta la extenuación y renuente a etiquetas que no tengan otro objetivo que el de la mera orientación. Undercurrent —creciendo a cada escucha sin levantar la voz ni demostrar un orgullo espurio— no solo es espejo de ello, sino que empequeñece nuestro verbo a la hora de plasmar las sensaciones que en nuestra psique derrama.
No creo que tu verbo haya quedado empequeñecido después de la escucha de este disco, más bien diría que la brevedad formal del texto subraya las ideas y sensaciones necesarias para entenderlo y apreciarlo. Conozco a Bill Evans de otras grabaciones y, tras la lectura de esta entrada, pienso sumergirme más en su obra.
ResponderEliminarAbrazos,
JdG
Es lo que intento, Javier, divulgar mediante el análisis concreto. Te recomiendo mucho este disco y cualquier cosa en la que veas el nombre de Bill Evans. Este año han editado en doble CD (y magnífico libreto) los tres elepés en los que colaboró con Cannonball Adderley. Otro manjar que no deberías perderte (está tirado de precio, además).
ResponderEliminarUn abrazo.
La primera vez que oigo hablar de este artefacto. Ilustrándome como siempre por aquí, grandmaster. Abrazo.
ResponderEliminarEste artefacto, querido Johnny, es de los indispensables. Te dejo enlace para que lo escuches completo si te apetece:
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=Rp721ibSHqA
Los seis primeros temas son estrictamente el elepé original.
Un abrazo.