miércoles, 10 de diciembre de 2014

El espectro del cine y sus francotiradores


Siete años después de su inolvidable acercamiento a El hombre tranquilo (John Ford, 1952) —Innisfree (1990)—, José Luis Guerin volvía a dar lustre al cinematógrafo con Tren de sombras, inaudito, audaz ejercicio en la búsqueda de nuevas vías para un arte ya centenario. Así es. La tercera película del director catalán va revelando toda su belleza a cada paso de su visionado, pues muchos son sus recovecos, pero un escueto resumen de su argumento (en la expresión más lata del término) ya nos habla del carácter extraordinario del film. Tiene éste tres partes (o motivos), a las que habría que sumar una cuarta, que aunque a veces se entremezclan sí tienen entidad diferenciada:
  • Un falso documental  en blanco y negro que corresponde a la película familiar que un abogado rueda en la localidad normanda de Le Thuit meses antes de morir en 1930.
  • Un viaje al futuro en el que la cámara de Guerin se pasea por el mismo lugar seis décadas y media más tarde, esta vez en color, acercándose pudorosamente del exterior al interior de la casa del abogado.
  • Un análisis concienzudo, utilizando la truca, de los fotogramas del primer segmento, indagando más allá de las apariencias.
Una pequeña ficción en la que la descubrimos al abogado (resucitado) tomando algunas de las imágenes que hemos visto al principio completa un cuadro "que pretende dar una salida al cinematógrafo en el marco de su actual crisis, no una solución mágica, sino una constatación de su estado y una especie de pequeño catálogo de posibles alternativas, todas ellas sintomáticamente alejadas de la ficción convencional". Las palabras de Carlos Losilla en la revista Dirigido hablan sabias de la modestia de la propuesta de Guerin —oculta en ese maremágnum que responde al nombre de cine—, pero no impiden, obviamente, que su resultado la haga sobresaliente.



El Guerin más paciente y preciosista se concentra en la segunda parte, escapando del antropocentrismo típico del celuloide al recorrer con su cámara estática Le Thuit y los espectros pretéritos que habitan la casa en las fotos antiguas, en el mobiliario y hasta en la sombras y luces que —llegadas desde fuera— se materializan dentro. El cineasta que añade el resto es el más radical y subversivo, un investigador que aúna fuerzas encontradas en la historia del séptimo arte para extraer nuevas verdades estéticas. Además, el uso de música clásica de los siglos XIX y XX (Offenbach, Debussy, Schönberg, Bartók, Ravel), inyectando un sentido melodramático a ciertas escenas en las que no hay un solo ser humano vivo; la única frase de diálogo que escuchamos; el abundante número de fotografías que se nos muestra; el flirteo con la pintura abstracta al manipular la película del abogado y reflejar en ella un tiempo que realmente no ha pasado; y los detallistas y pulcros sonido directo y fotografía de, respectivamente, Dani Fontrodona y Tomàs Pladevall, informan de la naturaleza particularísima de Tren de sombras, descripción que redondeamos sirviéndonos de nuevo de Carlos Losilla. "No es menos cierto que algunas de las partes hacen pensar en una historia de fantasmas, sobre todo a partir del instante en que desaparece toda presencia humana y sólo quedan las luces y las sombras recorriendo una mansión vacía. Pero, a la vez, esa misma opción remite al experimento vanguardista, del mismo modo en que las demás juegan con el concepto de documental y de home movie y, en fin, igualmente con el estatuto de la imagen como posible transmisora de una verdad revelada o, en su defecto, como una serie de representaciones tras la cuales sólo existe el vacío."


En construcción confirmará en 2001 que el nombre de José Luis Guerin había que situarlo junto con el de cineastas como Jacques Rivette, Hou Hsiao-Hsien, Abbas Kiarostami, Terrence Malick, Víctor Erice o Theo Angelopoulos, creadores de talla indiscutible y similares inquietudes. Sin embargo, En la ciudad de Sylvia (2007), quinto film del autor de Los motivos de Berta (1983), supondrá una decepción mayúscula —debida a su insoportable afectación—, pues recordará que, si bien la forma es la que determina la calidad de una obra artística, cuando no hay fondo que la sustente acaba hundiéndose en la más terrible de las miserias, en el vacío, sí, del que nos hablaba Losilla. Paso en falso, el de la cinta protagonizada por Pilar López de Ayala, que no invalida la excepcional carrera de un director cuyo pináculo, Tren de sombras, sigue iluminando lo que la mayoría oscurece.


7 comentarios:

  1. He de verlo. Me encanta la descripción que has hecho, las referencias a John Ford y la fotografía, que es altamente hermosa. Gran entrada, Gonzalo. Aunque eso es ya demasiado habitual. Un abrazo, sir.

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  2. Leí bastante en su día sobre Tren de Sombras, sobre todo en Dirigido por..., y seguro que me pierdo una experiencia -al menos estética- de primer orden pero reconozco que nunca me "llamó". Tu texto, eso sí, apabulla: como siempre que escribes sobre cine, haces sentir a uno pequeñito con tantas referencias jejeje

    Abrazos.

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  3. Muchas gracias, Alex. Hablamos de una película excepcional, diría que obligatoria.

    Quizá leíste en algún momento las palabras de Carlos Losilla que trascribo. No intento apabullar, Agente, es que soy un pedante, je je je. Y sobre la película, recuerdo que para mí fue eso —una experiencia— contemplarla en un cine en, creo recordar, enero de 1998.

    Abrazos.

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  4. Sólo conozco de Guerin su "En construcción" y me pareció muy buena, aún la recuerdo con sumo agrado. Este "Tren de sombras" lo desconocía hasta tu entrada. Intentaré paliar esta lamentable ausencia y seguir tus consejos.
    Abrazos,
    JdG

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  5. "En construcción" es también extraordinaria, Javier. Si ves "Tren de sombras" darás con una película sumamente diferente.

    Un abrazo.

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  6. Suena a pildorazo artístico y con un elevado nivel intelectual. Me suena también a experimental (me gusta lo experimental generalmente, cuando sale es fascinante. Un ejemplo: El sol del membrillo… auque habrá quien dude de que eso se pueda considerar experimental. Los conceptos son tan complicados a veces!!)
    En Construcción es una maravilla. Un ejemplo de cine de autor, con rasgos de cine experimental (propuestas diferentes, diferentes maneras de tratar la realidad…) que, como comenté antes, resulta fascinante. Hay a quien le puede resultar aburrido este tipo de cine (y documental), pero mi experiencia es totalmente contraria a este parecer.
    Por supuesto me apunto y procuraré ver esta Tren de sombras, de Guerín (Creo que va con acento, Zalo… perdona por mi meticulosidad ;-P). Abrazo; Magnífica entrada.

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  7. Sí que son complicados los conceptos, querido Javier. "El sol del membrillo" es para mí la película más deslumbrante de los últimos veinticinco años, no me importa si es o no experimental; podríamos decir que no es habitual. "En construcción" y "Tren de sombras" pueden aburrir a muchas personas, pero a mí me pasa como a ti. (Y es que el aburrimiento sí que es un concepto radicalmente subjetivo…). En cuanto al apellido del director catalán lo habrás visto escrito con o sin tilde en la i, pero en realidad no la lleva: es Guerin. Y no te preocupes, la meticulosidad es siempre bienvenida y agradecida en Ragged Glory. En fin, muchas gracias por tu aportación y por lo de la entrada. A ver si te gusta la película.

    Un abrazo.

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