Considerada en su conjunto, la carrera en solitario de Ozzy Osbourne queda lejos, muy lejos, de la que Black Sabbath desarrolló siendo él su cantante. No es el suyo un caso como los de Lou Reed o Ian Hunter, por ejemplo, artistas ambos capaces de rendir por su cuenta al nivel de la banda madre, dignos sucesores respectivamente de la Velvet y Mott The Hoople. Sin embargo, el primer Ozzy, el que tiene como escudero a Randy Rhoads, dejó un par de discos en estudio y uno doble en vivo (publicado seis años después de ser grabado) convertidos ya en clásicos del heavy metal. La temprana muerte del genial guitarrista nos privó de saber qué derroteros hubiera tomado el tándem de haber seguido colaborando, así que solo nos queda acudir a elepés como Blizzard Of Ozz (1980) —debut de Osbourne y su cuarteto— y celebrar lo que sí fue y sigue siendo. Al talento joven y explosivo de Rhoads, proveniente de Quiet Riot, se unían el del baterista de Uriah Heep Lee Kerslake y el de Bob Daisley, quien había sido bajista de Rainbow a finales de los setenta. Juntos formaron un grupo llamado igual que el álbum, pero los intereses comerciales hicieron que el nombre del vocalista de Black Sabbath se impusiera para iniciar un periplo individual que llega a nuestros días.
I Don't Know y Crazy Train, los temas que abren el album, son Ozzy en su esplendor, un Ozzy que, tras la temprana desaparición de Randy Rhoads en 1982, no volverá jamás. Sin los riffs y los solos de éste, técnicamente impecables, el conjunto perdería gran parte de su valor, valor cimentado en la combinación de excitación y habilidad, de virtuosismo y crudeza que ofrecen los dedos de Rhoads. Goodbye To Romance es una balada que, sin ser horrible, tampoco vuela alto, aunque el pomposo sintetizador que añade Don Airey (quinto blizzard en la sombra) al final del corte sea para echarse a llorar. El breve instrumental Dee lo protagonizan Rhoads y su guitarra acústica, dando paso a Suicide Solution, excelente y agresiva canción que generaría una terrible e injusta polémica años más tarde al llevar a un adolescente a quitarse la vida y ser Ozzy Osbourne juzgado por ello.
El mundo del ocultismo preside la segunda cará del elepé de la mano de Mr. Crowley, si bien el famoso mago y parapsicólogo no es el verdadero protagonista del tema. Imposible. Exultante, Randy Rhoads ejecuta dos solos de guitarra extraordinariamente lúcidos y dinámicos, dignos de Jimi Hendrix en clave metálica. Ante semejante exhibición digital —capaz de mantener la pasión en un entramado de notas urdido a velocidades inhumanas— lo que hiciera o dejara de hacer Aleister Crowley queda inevitablemente en segundo plano, a pesar de que la introducción de los teclados de Don Airey quiera plantarnos desde el principio en terrenos escatológicos y escalofriantes. Boogie y rock and roll animan y conforman No Bone Movies, la canción más marchosa del plástico, curiosamente situada antes de la más aburrida, larga y pretenciosa, Revelation (Mother Earth). Si sus riffs a lo Tony Iommi o la aceleración que sufre al final no están nada mal, hay en su parte central un solo de ascendencia romántica y decimonónica de Don Airey (con sintetizadores de fondo) absolutamente ridículo y espantoso que relativiza la categoría de lo que le rodea (por no decir que hunde el tema en la miseria). Menos mal que ahí está Steal Away (The Night) —vibrante y rotunda— para recuperar la dignidad de un álbum que la tiene y mucha.
Diary Of A Madman sería el siguiente, segundo y último trabajo que Ozzy y Randy registraran juntos, pues un fatídico accidente de avión acabaría con la vida de un Rhoads que no había pasado de los veinticinco años. Ya lo hemos dicho: se cortaba por lo sano el futuro de una pareja muy creativa y se condenaba a Osbourne (hoy lo sabemos a ciencia cierta) al ostracismo artístico. Una lástima, una auténtica pena, nos decimos cuando Blizzard Of Ozz vuelve a girar en nuestro tocadiscos —gastado por los lustros de escuchas— sin haber perdido su frescura, y las impresionantes capacidades de su guitarrista y la inconfundible y extraña voz de su cantante nos siguen cautivando como el primer día.
He tardado infinito en entrar en el mundo de los Sabbath y tenía un poco atravesado mi paso a la carrera en solitario de Ozzy, pero reconozco que has hecho que me pique el gusanillo.
ResponderEliminarPues a darle su oportunidad, Tarquin.
ResponderEliminarSaludos.
Efectivamente los dos primeros discos de estudio de Ozzy son excelentes, su carrera lejos de aquellos inicios de BS, pero es que los Sabath de Ozzy son mucha banda.
ResponderEliminarDe todas formas tengo una espina clavada con Ozzy, verle en vivo en el Azkena fue algo traumático, en un estado de forma tanto físico como vocal lamentable, fue una caricatura y escuchar el Mr Crowley que nos ofreció fue lamentable.
Necesaria mención haces al guitarrista Randy Rhoads, sin cuyo concurso no hubiese sido el resultado el que fué.
De todas formas Ozzy tiene su lugar en la historia y éste Lp lo demuestra.
Abrazos.
Es cierto que no es lo mismo que en Sabbath pero si no se hubiese dejado llevar por la diosa fortuna hubiese tenido una carreta tremenda, siempre tuvo el talento y el carisma necesario. Saludos
ResponderEliminarFui del primer heavy metal inglés muy fan de los Zepp y de uriah Heep, por eso la referencia a Lee Kerslake como miembro de la banda me ha llegado al alma. Los Sabbath entraron en mi casa mucho después y con fuerza inmensa. Lo de Ozzy, sin embargo, nunca me ha llamado la atención, fuera lógicamente de su etapa BS, aunque me da la impresión de que el verdadero protagonista de esta entrada es un tal Randy Rhoads del que no tenía ninguna referencia (hasta ahora mismo)
ResponderEliminarAbrazos,
JdG
Lo del Azkena me lo imagino, Addi. Los Sabbath de Ozzy son inigualables, claro, pero Ozzy en solitario podía haber volado más alto. Sin Randy Rhoads fue incapaz.
ResponderEliminarA la larga, Antonio, ni a BS ni a Ozzy les vino bien la separación, pero cierto que tanto los Sabbath de Dio como el primer Ozzy tenían muchas cosas que decir.
Parece clara mi debilidad por Rhoads, Javier. No verás en Ozzy y el guitarrista el nivel de la banda de Tony Iommi, pero igual te llaman la atención.
Abrazos.