miércoles, 14 de diciembre de 2016

Fighting


Si bien es lógico que Jailbreak sea considerada la obra maestra de Thin Lizzy, no por ello hay que negar que el plástico que el cuarteto había lanzado el año anterior ya contenía todas las bondades que su sucesor llevará a la perfección. Así es. Fighting (1975) era el primer exponente del sonido que definirá al grupo de Phil Lynott hasta el fin de sus días. El hard rock matizado por el soul y el blues que Lynott lleva en sus venas es explicitado por las espléndidas e inconfundibles guitarras gemelas de Scott Gorham y Brian Robertson y completado por la siempre magnífica percusión de Brian Downey, llevando al punto exacto de cocción las, en mi opinión, mejores composiciones hasta la fecha del cuarteto.

Es curiosamente la versión de un tema ajeno la encargada de abrir el trabajo. La adaptación del Rosalie de Bob Seger —con quien Lizzy había girado por Estados Unidos meses antes de grabar el elepé— sirve de festiva introducción y contrasta con For Those Who Love To Live, de suave y preciosa estructura que torna robusta cuando las guitarras protagonizan el tremendo pasaje instrumental que acaba apropiándose de la canción. Pero si de seis cuerdas dobladas y fornidas hablamos, es que Suicide y sus cinco minutos ya suenan en el reproductor. Cuántas y cuántas bandas de hard rock y heavy metal habrán calcado esos punteos de Robertson y Gorham (juntos o en solitario) sin alcanzar —si no haciendo el ridículo— la intensidad y la clase que aquella inolvidable pareja logra aquí. Hoyando el terreno de la balada, Wild One vuelve a traer a escena el romanticismo de Phil Lynott, quién además de tocar el bajo y cantar se encarga de la guitarra acústica. Hard y funk cincelan las poderosas Fighting My Way Back y King's Revenge, más lírica por momentos la segunda. Toda la sensibilidad de Lynott parece concentrarse en Spirit Slips Away, ambrosía resultante de la suma de una melodía y una letra profundamente emocionantes. Escuchar salir de los labios de Lynott cosas como "Cuando el alma se desvanece / No hay nada que puedas hacer, nada que puedas decir" —acompañado de una notas y una cadencia tan elegíacas estremece a un servidor y le sirve de paradójico atenuante estético a la angustia que palabras y acordes deberían acentuar en mi malograda, desventurada psique. El simpático boogie que es Silver Dollar antecede a ese borrador de The Boys Are Back In Town llamado Freedom Song, no tan excelso como el clásico mencionado (pocas canciones tan perfectas), pero muy logrado. Coherente con su título, Ballad Of A Hard Man pone fin acerado a Fighting completando un álbum sobresaliente que desprende el aroma del mejor rock and roll hecho en cualquier tiempo y lugar, no solo la base sobre la que se establecerá el periodo más lúcido y creativo de Thin Lizzy. Un periodo —es sabido— que revisitar una y otra vez para caer rendido a sus pies.

 

5 comentarios:

  1. A mi este me parece tan bueno como Jailbreak, es decir, ambos obras maestras totales, y disfrutables hasta la locura.
    Gran reseña master.
    Un abrazo.

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  2. ¡Ay Señor qué discazo! De Thin Lizzy hasta los andares XD

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  3. Pues ahí anda "Fighting", Addi, claro que sí.

    Todo Thin Lizzy es aprovechable, Víctor Hugo, pero su obra de la segunda mitad de los setenta no tiene precio.

    Abrazos.

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  4. Hace poco un colega que tu conoces se pilló la edición deluxe, y me vendió la antigua por 5 pavos, y me parece un gran disco.

    Abrazos.

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  5. Te la podía haber regalado, je je je. Sí, es un disco excelente de arriba abajo.

    Abrazos.

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