lunes, 20 de diciembre de 2021

Morente sueña la Alhambra

"Empecé este trabajo por encargo de José Sánchez-Montes para el documental Morente sueña la Alhambra. Al plantearse la publicación discográfica de la banda sonora original me di cuenta que era mi siguiente disco y esto me ha llevado a hacer unas variantes que se diferenciarán del trabajo hecho en la película, sin dejar de ser fiel a la primera intención." Lo deja claro Enrique Morente en el breve texto que acompaña a las letras de Morente sueña la Alhambra (2005), el álbum que sucede a Omega, Lorca y El pequeño reloj, trabajos que han colocado al artista andaluz en lo más alto. Un disco que parte del documental para —sin traicionarlo— encontrar voz propia.

El Morente que investiga y no se detiene es el del Martinete en latín que encabeza los diez temas del conjunto. Todas las voces que escuchamos (la que canta la letra y las rítmicas y armónicas) son del cantaor, que crea una de sus características atmósferas acompañado de percusión, baile y palmas. Generalife es un prodigio que resultaría imposible escuchar a alguien que no fuera el autor de Despegando. Su hija Estrella imitando el sonido de los pájaros y haciendo coros, Pat Metheny tocando guitarras, bajo, teclados y programación, y Morente cantando un tema popular que prologa un poema de María Zambrano, además del baile y las palmas, crean una filigrana de flamenco, pop progresivo y jazz que fractura fronteras y se ríe de los purismos para devenir ambrosía musical. Se queda solo Morente con la guitarra de Paquete en la Seguirilla de los tiempos, contraste de los que gusta el maestro, pues nunca abandona la tradición que conoce mejor que nadie y de la que disfruta (y nos hace disfrutar) igual que la vanguardia. La Cristalina fuente de San Juan de la Cruz (aun castellano, el poeta también tiene vínculos con Granada) suena a fantasía nazarí en las gargantas de Enrique y Estrella arropadas por guitarras clásica y flamenca, piano, violín, contrabajo y violonchelo. El tango compuesto por Astor Piazzola y Horacio Ferrer que cantara Amelita Baltar, Chiquilín de Bachín, rezuma nostalgia tratado por Morente entre el fandango y el fado en compañía de guitarras flamenca y clásica, violín, piano y percusión. Vuelve nuestro hombre al palo flamenco clásico de la mano de Tomatito y sus seis cuerdas en la Soleá de la ciencia y no se aleja demasiado de él en La Alhambra lloraba, solo que aquí también hay palmas y cajón y Morente canta con sus hijos Estrella y José Enrique y con Monti. Escrito por Isidro Muñoz (que asimismo se encarga de la guitarra española), Donde habite el olvido pone música a un poema maravilloso de Luis Cernuda y se beneficia por segunda vez de un Pat Metheny espléndido a las guitarras eléctrica y sintetizada. Versos como "Memoria de una piedra sepultada entre ortigas / Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios" o "Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo / Disuelto en niebla, ausencia / Ausencia leve como carne de niño" cuentan también con los coros de Estrella y la batería y el bajo, respectivamente, de los geniales Tino di Geraldo y Carles Benavent.

El disco llega a su fin, deja ya Morente de soñar su Alhambra, pero antes hay tiempo para el tercer dúo del cantaor en Taranto Veneno (si antes han sido Paquete y Tomatito, ahora es Juan Habichuela quien le acompaña adaptando esta partitura popular) y para "La última carta que es una variante del Martinete con el texto de la última carta que escribe Miguel de Cervantes al Conde de Lemos cinco días antes de morir". Palabras de Morente extraídas del texto mencionado al arrancar el mío, las de un Cervantes al que ya han dado la extrema unción emocionan doblemente al salir de la boca del creador del sensacional Morente sueña la Alhambra que acaba. "(…) el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y con todo esto llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir": se desploma y se despide el autor de Don Quijote al igual que Morente de los monumentos arquitectónicos de su ciudad natal de manera inopinada pero enormemente bella. Uniendo pasado y presente y diversas formas artísticas en una pieza magistral que volvía a desbordar todos los límites que cruzó el granadino en sus últimos veinticinco años de carrera.


 

6 comentarios:

  1. Se perdió mucho con este hombre. El tema del purismo y de sus críticos daría para un libro. Recuerdo a amigos poner cara rara bajo el axioma ... "eso no es flamenco". Yo creo que deberían simplemente atender a lo que era capaz de intentar. Sinceramente no me gusta ni entiendo todo lo que hizo en esos años, pero las cosas solo cambian de verdad gracias a la gente que desafía lo establecido y se mueve en las fronteras de las cosas como él hizo

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  2. Lo del purismo es bochornoso, y en el flamenco alcanza cotas muy altas. A mí me gusta mucho el Morente de los noventa y dos mil, J, de hecho es de lo que más me gusta. Un artista extraordinario.

    Abrazos.

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  3. Después de esta Summa Morentiana no me queda otra que reconocer, una vez más, la inmensa importancia del artista granaíno. Un artista que hay que reivindicar constantemente, sin pausa, como si tuviéramos una deuda permanente con él.
    No conocía esta obra, y me abochorna un tanto reconocerlo, porque aquí, por lo que leo, confluyen muchas raíces e influencias con las que me siento, de alguna forma, identificado. Las puramnete flamencas, y aquí y ahora reivindico la figura del recientemente fallecido Caballero Bonald, gran impulsor de este arte, la del jazz en la figura de Pat Metheny y, cómo no, la de grandes autores como San Juan de la Cruz y Cervantes. Todo un reconocimiento de la mezcla, de las distintas miradas, como motor de la vida y del cambio.
    Abrazos,

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  4. Por todo lo que acertadamente comentas, Javier, debes acercarte a este gran disco. Reivindicación constante la de Morente, claro que sí.

    Abrazos.

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  5. Cuanta grandeza la de Morente, y cuanto se le echa de menos.

    Un abrazo.

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