miércoles, 31 de octubre de 2018

Portrait In Jazz


Antes que Duke Ellington o Thelonious Monk, si pienso en un pianista de jazz el primero que me viene automáticamente a la cabeza es Bill Evans. La escucha durante años de buena parte de sus grabaciones (como líder de diferentes grupos, coprotagonista o colaborador impagable de Miles Davis, Oliver Nelson o Cannonball Adderley) me ha hecho caer rendido sin ambages ante la elegancia del autor de Moon Beams. Aunque de breve existencia por la muerte de Scott LaFaro con solo veinticinco años, el trío que el contrabajista y el batería Paul Motian formaron bajo la batuta de Evans dejó cuatro elepés —dos en estudio, dos póstumos en vivo sacados del mismo concierto— que explican de sobra la distinguida y delicada manera de acercarse a un piano de nuestro hombre y por qué, con el complemento de LaFaro y Motian, aquel terceto es considerado uno de los mejores de todos los tiempos.

Portrait In Jazz, salido de una sesión registrada el 28 de diciembre de 1959, es el primer álbum parido por el histórico Bill Evans Trio, una obra maestra absoluta a la que el paso de las décadas sigue viendo crecer. El estilo generalmente introspectivo y melancólico de Evans es el que había dejado su impronta, meses atrás, en el extraordinario Kind Of Blue, integrándose a la perfección las notas de su teclado en el ambiente modal generado por Davis. El formato reducido sirve para resaltar la sensibilidad de las improvisaciones de Evans, puntuadas y matizadas con similar gusto e intención por contrabajo y batería durante las nueve piezas de las que consta el trabajo. La lectura del Blue In Green que —exquisita— lo cierra es el nexo obvio con el mencionado Kind Of Blue, pero son todas las minuciosas interpretaciones recogidas por los micrófonos de los Reeves Sound Studios las que equiparan la labor del trío de Evans con la del sexteto de Davis.

La comunión de Motian y LaFaro con Evans hacen de Portrait Of Jazz, en definitiva, un disco perfecto, pero no hay más que escuchar el excelente Everybody Digs Bill Evans (grabado por el pianista un año antes y Sam Jones y Philly Jones como base rítmica) para comprender que el arte de Bill Evans no surge ni se establece con quienes le acompañaban aquel día de los inocentes de 1959, sino que —simplemente— se potencia hasta elevarlo a la máxima categoría. La reservada para un pequeño grupo de músicos —entre ellos quien nos mira retratado con gravedad desde la portada— en la plenitud de la historia del jazz.

7 comentarios:

  1. Que pasa mi gran amigo!, tengo pendiente este disco en cuanto lo termine de oir te digo algo, por cierto cando nos deleitaras con algo de Howlin Wolf un grande que merece mas reconocimiento creo no equivocarme al decir que aqui en Reino Unido se le aprecia mas.(perdona la falta de acentos pero mi teclado es ingles ya sabes, un abrazo.

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  2. Amo ese disco, un clásico eterno, como cualquier partitura del genio Evans.

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  3. Fíjate qué casualidad, Claudio, que llevo una semana escuchando los dos primeros discos de Howlin' Wolf como un poseso ("Moanin' in the Moonlight" y el homónimo de la silla). Tienes toda la razón sobre Wolf, espero dedicarle algún texto en no mucho tiempo. Y disfruta del "Portrait" de Evans. No te preocupes por lo del teclado.

    Cierto que Evans es un genio, Sergio. Tiene un montón de grabaciones gloriosas además de las más clásicas y conocidas.

    Abrazos.

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    1. Acabo de oirlo y me ha transportado a otra dimension, una maravilla,joya arte en toda su expresion, amaizing!

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  4. Comentas que cuando piensas en un pianista de jazz sale Bill Evans a escena. Me ocurre con Bud Powell lo mismo, es mi referencia de cabecera. Conozco alguna cosa de Evans, escuchas por aquí y por allá, lecturas. Tengo que meterme más profundamente en su música. Lo apunto como un deber inexcusable.
    Abrazos,
    JdG

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  5. Le he estado dando vueltas al asunto y a veces también me pasa con Art Tatum, influencia básica de Bud Powell. Bill Evans es el pianista más elegante que puedas imaginar, Javier. He escrito bastante de él en el blog y seguiré haciéndolo sin duda. Dices bien al hablar de "deber inexcusable". Lo es.

    Abrazos.

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