jueves, 6 de junio de 2024

Spiritual Unity

La historia de la grabación del colosal Spiritual Unity de Albert Ayler —su A Love Supreme antes de A Love Supreme— es famosa por su precariedad y por el error del ingeniero de sonido, que registró en mono una sesión que debía haber sido en estéreo. Sin embargo, y a pesar de la desazón coyuntural de Bernard Stollman —fundador de ESP-Disk, sello que prácticamente arrancaba aquí su trayectoria en defensa de la extensión de la vanguardia—, la escasa media hora salida del estudio neoyorquino el 10 de julio de 1964 sigue desafiando al oyente sesenta años después de su parto. Y lo hace, no por una complejidad sinfónica hecha de docenas de instrumentos de diferentes familias que ejecutan una partitura intrincada, sino por los sonidos improvisados por un saxofonista (Ayler), un contrabajista (Gary Peacock) y un baterista (Sunny Murray) entregados al free jazz más abstracto y elaborado partiendo de ideas musicales muy sencillas. Al igual que otros maestros del saxo que apostaron por la música más extrema en los años sesenta (Ornette Coleman y John Coltrane, para ser tajantes), Ayler está interesado en el sonido por encima de las melodías (sin que éstas desaparezcan o se soslayen, ojo), tradición que parte del bebop como ensanchamiento de la tradición negra y popular al añadir sin miedo ni excesivo respeto (admiración, sí; sometimiento, no) secuencias y estructuras del atonalismo culto y demás y similares (al menos en el espíritu) vanguardias blancas y europeas. No por ello, de todos modos, pierde el hiriente instrumento de Ayler su primitivo aullido heredero del blues; tanto él como Peacock y Murray se expresan con una pureza inigualable en un lenguaje que es el de la calle y del gueto, aunque su formalización devenga una suma de detalles constantes —ese repentino ataque del saxo, esos platos que se apropian unos segundos de la función, esos dedos de Peacock recorriendo el mástil o tocándolo con el arco— que lo hacen profundamente sofisticado. Escuchado en 2024, y sin cebarnos en la dejadez del ingeniero, como afirma Martin Schray, "los tres instrumentos están increíblemente bien equilibrados, los tres músicos disfrutaban del gran ambiente, y el resultado es que el sonido en mono es —incluso hoy— inusualmente tenso y fresco". Tres instrumentos, tres músicos, cuatro temas y un elepé sin concesiones —Spiritual Unity que por mucho que escuche no termino de agotar ni deja de sugerirme cosas nuevas.



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