Primer single de la Jimi Hendrix Experience, éste de 1966 ya anuncia las intenciones eléctricas y rupturistas del trío liderado por el extraordinario guitarrista. La mítica versión de Hey Joe crece entre el pop ácido y la psicodelia pesada, sumando a la manera única de tratar sus instrumentos de Jimi Hendrix, Noel Redding y Mitch Mitchell los coros de las Breakaways en un trayecto onírico de tres minutos y medio que formula el rock and roll de una manera nueva. Manera que Stone Free, composición de Hendrix que cubre la otra cara, corrobora en su transposición de rock, funk y blues a un universo sonoro en el que gobiernan los riffs y solos del genio de Seattle pero que carecería de sentido sin su base rítmica. Hey Joe y Stone Free: el comienzo de un carrera breve aunque tan importante como la de Led Zeppelin o los Kinks para hacer balance justo de la música del diablo.
lunes, 14 de marzo de 2022
Hey Joe
jueves, 10 de marzo de 2022
Aloha Steve And Danno, Anglo Girl Desire
Entre las diferencias que presentaban la edición australiana y la internacional del colosal debut de Radio Birdman Radios Appear, aparte del sello, estaban las canciones de una y otra, diez en la primera, doce en la segunda y siete en común. Aloha Steve And Danno no formaba parte de la versión original de Trafalgar, pero sí que encabezaba el single que comentamos además de aparecer en el elepé de Sire. High energy que se ha hecho punk y surf se abrazan en este fenomenal derroche de energía que hace referencia lírica y musical a la serie Hawaii Five-O y a su tema principal, compuesto por Morton Stevens. Sí que coincide en ambas ediciones Anglo Girl Desire, garage rock de la intensidad de su compañera de rodaja aunque —norma en la banda de Sidney— escrito por Deniz Tek sin la ayuda de Rob Younger y Stevens. Excelente sencillo de 1978, sea como fuere, que como mínimo sirve para recordar que no solo de AC/DC vive el rock and roll oceánico.
lunes, 7 de marzo de 2022
Cuando la música no es tan celestial
Viene precedida La pianista (2001) de una rumorología excesiva, de las que hacen estar precavido. Todos hemos oído de alguien que ha salido del cine antes de tiempo o ha necesitado primeros auxilios tras una lipotimia y se han visto carteles en las taquillas anunciando que la película podría herir sensibilidades poco aptas. Conocemos a Michael Haneke y la dureza de sus films (especialmente la de Funny games (1997), tremebunda y fallida película, en la que escenas excelentes se dan la mano con otras impropias de una mente lúcida como la suya) y nada puede sorprendernos. Pero también conocemos el laxo criterio existente. Así que nos acercamos expectantes e intentando alejar los prejuicios (en el sentido neutro del término).
En fin, que uno sale de la sala con la impresión que una sociedad que crea (o en la que se crean, dejemos la polémica para mesas de debate político) monstruos así puede mantener un altísimo nivel de vida y todo lo que se quiera, pero no está sana, pues rebaja las relaciones humanas al último grado de la escala. Y es que, como señalaba Freud, por cierto, compatriota de Haneke, en El malestar en la cultura, "debido a esta primordial hostilidad entre los hombres, la sociedad civilizada se ve constantemente al borde de la desintegración". Es hacia donde apunta Haneke.
NOTA: Este artículo fue publicado por Ruta 66 en 2002 con una mínima modificación.
jueves, 3 de marzo de 2022
Apariencia y venero: poema
lunes, 28 de febrero de 2022
Viva Las Vegas, What'd I Say
El mambo y la samba se infiltran en una de las canciones festivas por antonomasia, sabroso rock and roll con los injertos citados que Elvis cantara en la película del mismo nombre y mismo año Viva Las Vegas (1964). Similares sonidos y felicidad expulsa la otra mitad del single, versión del clásico de Ray Charles What'd I Say que invita a bailar hasta que cierre el último garito. Dos temas quizá menores en la obra del genio de Tupelo pero que a mí me alegran la vida siempre que suenan. No solo de Can, Webern o Eric Dolphy vive el hombre, ¡oigan!, también de la ciudad del juego y el rey del rock.
miércoles, 23 de febrero de 2022
Gloria
canta impetuoso Sergio Martos en el tema que cierra Gloria (2021), llamado así por la borrasca que en enero de 2020 dejó trece fallecidos (o más) en España. Adelanto del último disco hasta la fecha de los Schizophrenic Spacers, Victoria es un himno que —tomando el título prestado a los Kinks— nada entre los Who, Cheap Trick, Free y Kiss haciendo referencia a ese otro temporal que —microscópico aunque mucho más letal— un virus iba a traer a continuación del meteorológico. Y, si, cantado en castellano: empecemos por el principio.
El grupo de Viladecans vuelve a grabar en el estudio de Hendrik Röver tras las excelentes experiencias de It Better Be Good y Now. Y lo hace cargado otra vez de material brillante, compuesto principalmente por su cantante. Sin embargo, ya no es inglés, como Viladenada explicita al dar el pistoletazo de salida, pliego de cargos no demasiado virulento contra la ciudad del cuarteto, o "un pueblo al que llaman ciudad". ¿Y pasa algo? Pues no. El consejo que Pere Gené dio a Martos ha terminado por apuntalar la personalidad de los autores de Riot, difícil encontrar a alguien similar a ellos que utilice la lengua de Rafael Sánchez Ferlosio. En la primera cara del elepé esto se nota a través de unas canciones directas plenas de groove rocker que solo echan el freno al final en Premonición, breve incursión en el góspel incluida. Pero es en la segunda donde la duda queda aparcada.
¿Porque quién sino ellos cuatro para yuxtaponer una balada realmente suave (Demasiadas horas) con el heavy metal a velocidad media de El ojo que todo lo ve, proseguir con un instrumental que linda con el space rock (Tragaldabas) y aterrizar en Las cinco estaciones de Gloria, la pieza más larga del álbum, hecha de cinco movimientos o actos que pasan por el rock and roll (Verano), la épica tabernaria (Final del verano), la cita de Rush y su 2112 Overture, la alusión al Kashmir zeppeliano en otro instrumental (Otoño) y la nostalgia hecha de Invierno? Nos sitúa esta larga pregunta, una vez concluida, en la Victoria con la que empezábamos, irresistible epinicio que rematan, para que quede claro, unos fuegos artificiales a los que se han adelantado estos versos de triunfo:
Victoria que debemos a la puesta en escena impecable de Sergio Martos (el Miguel Ríos catalán), Alberto Belmonte (guitarras), Manuel Fernández del Campo (bajo), Jesús Tejada (batería) y algunas sorpresas que descubrirán si adquieren el admirable Gloria de los Schizophrenic Spacers. El viejo rock en nuevas (aun veteranas) y buenas manos.
lunes, 21 de febrero de 2022
The Music From The Connection
La banda sonora del debut teatral del dramaturgo Jack Gelber —suerte de versión lumpen y neoyorquina de Esperando a Godot con el título de The Connection—, compuesta por Freddie Redd para ser interpretada durante la representación de la obra como parte de la misma (músicos y actores en escena), fue grabada después de su estreno en el estudio de Rudy Van Gelder, en concreto el 15 de febrero de 1960, siendo su resultado una típica y excelente producción de Blue Note liderada por Redd y Jackie McLean. Los siete temas del pianista cobran una vida muy hermosa en sus manos, las del saxo alto de McLean, el contrabajo de Michael Mattos y la batería de Larry Ritchie, hard bop que, sin salirse de los cánones, ofrece improvisaciones felices y sólidos fraseos de los dos artistas a quienes se atribuye el álbum. Curiosamente, solo unos meses después Howard McGhee registraría una nueva versión de las composiciones de Redd con un quinteto en el que éste volvía a ocuparse de las teclas. Lo que había sido The Music From The Connection perdía el artículo inicial y ofrecía material notable pero de menor interés (y duración) que el primigenio, sesión de la que en otra ocasión hablaremos. Por ahora, y si no lo conocen, disfruten del original.
jueves, 17 de febrero de 2022
Blind Melon
Los treinta años que lo contemplan han consolidado el valor del debut homónimo de Blind Melon. Su sonido capaz de moverse entre el funk, el hard rock o el folk sin especiales aspavientos, personal sin evitar concomitancias con Jane's Addiction, Red Hot Chili Peppers, Led Zeppelin o Temple Of The Dog, ubicable en los noventa sin ser esclavo de su tiempo hace de Blind Melon (1992) un primer paso muy notable que tendrá continuación en Soup pero que la muerte del cantante del grupo, Shannon Hoon, cercenará trágicamente. El quinteto fluye fantástico en las interpretaciones, creando una malla técnicamente satisfactoria y en todo momento creativa, ya hablemos de la base rítmica o las dos guitarras. La calidez de la producción del famoso productor de Seattle vinculado al grunge Rick Parashar se extiende por los trece cortes de un trabajo que funciona como un conjunto indivisible, lo que no es óbice para destacar, o mejor dicho mencionar, los dos sencillos Tones Of Home y No Rain. Elegante, orgánico y singular, el disco que dio a conocer a Blind Melon no se ha visto afectado por el paso de estas tres décadas, más bien al contrario, y me sigue pareciendo superior a otros plásticos de la época que tuvieron mejor recibimiento de crítica y público.
lunes, 14 de febrero de 2022
Down And Out Blues
Del indigente, del vagabundo o del sin techo. Ése es el blues que canta Sonny Boy Williamson en su mítico primer elepé Down And Out Blues, publicado en 1959 y hecho de singles grabados para Checker entre 1955 y 1958. El Jimi Hendrix de la armónica blues, en feliz descripción de John Mayall, se rodea de los grandes maestros del género —la base rítmica la forman Fred Below y Willie Dixon; los pianos son mayoritariamente de Otis Spann y, cuando no, de Lafayette Leake y entre los muchos guitarristas brilla Muddy Waters en dos temas — y se deja la piel tocando y cantando crujientes píldoras del Chicago eléctrico. Es precisamente Waters quien se encarga de una de las guitarras que suenan en Don't Start Me Talkin', una de las piezas más conocidas de su autor, versionada por rockers eternos como los New York Dolls o Rory Gallagher y apertura infalible que informa con rotundidad de lo que se nos viene encima. Cualquier aficionado sabe que lo que se cuece en este plástico es crucial, al igual que la influencia de la armónica, la voz y la mera presencia de Williamson tendrá en los Animals, los Yardbirds, Led Zeppelin o los Who. El feeling que transmiten los intérpretes es ambrosía, siempre mandando el instrumento de nuestro hombre, en cortes como All My Love In Vain (título que sirve para recordar que Sonny Boy conoció a Robert Johnson), Keep It To Yourself, Dissatisfied, Fattening Frogs For Snakes, Your Funeral And My Trial (con unas teclas muy destacadas de Leake) o Cross My Heart (las teclas gozosas aquí de Spann). Una catarata de sonidos alimentados de pasiones, de sencillez infalible y de autenticidad, una palabra más sobada que "demagogia" o "populismo" pero que nos vemos en la obligación de utilizar. Si la música de Sonny Boy Williamson registrada en su debut no es auténtica, no sé yo qué puede serlo.
miércoles, 9 de febrero de 2022
Pollution
Lo explicaba Carlos Benito en El Correo hace unos años de manera sencilla y directa: "La carrera de Franco Battiato es una de las cosas más raras que uno puede echarse a la cara". Cualquiera que conozca al músico italiano por su exitoso pop filosófico de los ochenta y se enfrente a este Pollution de 1972 que hoy comentamos quizá no crea que se trata del mismo artista, pero el asunto va mucho más lejos, pues no solo de canción ligera y rock de vanguardia ha vivido Battiato. En su extensa carrera hay óperas o bandas sonoras, por ejemplo, si bien lo realmente significativo fueron sus —seguimos con Benito— "sucesivas idas y venidas, tan bruscas y extremas que a menudo hacen difícil ubicarlo".
Dichas idas y venidas, aspecto físico incluido, son las de quien en 1968 cantaba baladas como E l'amore y cuatro años después publica Pollution, su segundo elepé. Abre con su autor recitando unos versos sobre un vals de Johann Strauss (hijo), contraste que hace de Il silenzio del rumore una pieza extraña perfecta para introducirnos en un universo extraño. Extraño aunque muy de su época, claro: la segunda mitad de Il silenzio… (zanjando de golpe cualquier relación con la primera), la brevísima 31 dicembre - ore 9, Areknames y Beta apelan al krautrock, a la psicodelia, a la música electrónica, al serialismo y al rock progresivo entre sintetizadores, guitarras, piano, voces cual psicofonías, bajo y batería; retomando en el último minuto de la primera cara la oposición entre la música clásica orquestal y Battiato diciendo poesía.
En la otra cara las intenciones experimentales son las mismas, si bien Plancton y Pollution sumen sonidos folk a las atonalidades y similares de rigor y Ti sei mai chiesto quale funzione hai? parezca un oratorio posmoderno y burlón que completa la media hora larga de un Pollution aplaudido por Franz Zappa y por el que un servidor siente verdadera admiración. Radicalizando, ampliando y mejorando lo propuesto en Fetus, Battiato presentaba su nuevo álbum bajo esa imagen apocalíptica (o de ciencia ficción) de la portada en la que una tuerca atraviesa un limón, simbolizando el efecto de la contaminación industrial o polución, capichi?