lunes, 29 de diciembre de 2025

La zona sucia


Sin dejar de ser notable y personal, el anterior disco de Nacho Vegas había significado un pequeño bajón en su brillante trayectoria. Sin embargo, La zona sucia (2011) vuelve a poner las cosas en su sitio y es, en conjunto, superior a El manifiesto desastre. Y lo es empezando por una magnífica portada en la que una Z troquelada en un cartón negro deja ver la pintura expresionista de Adolfo P. Suárez que —retirado el cartoncillo— nos lleva al título del trabajo escrito sobre la zeta mayúscula, pues la oscuridad de la noche en la ciudad quizá sea como esa zona sucia que, en la Fórmula 1, "es evitada por los pilotos pues es una zona más lenta, donde se acumulan impurezas del pavimento y que representa, por lo general, vueltas menos eficientes", como explica concisamente el mexicano Daniel Cortez Rayas. A nadie escapa que los conflictos tratados por Vegas son también oscuros y evitados, de los que no se explicitan en nuestro trascurrir diario —falaz, cobarde y superficial— en el trabajo, el centro comercial o el vecindario.

Apoyándose en una banda que da una y otra vez con la musicalidad perfecta (Abraham Boba, Manu Molina, Xel Pereda y Luis Rodríguez, a quienes sumar colaboraciones puntuales), el autor de Actos inexplicables alarga la autoficción lírica que le caracteriza, folk rock de herencia dylaniana mas formalización idiosincrásica en el que, sin desdeñar uno solo de sus diez cortes, destacan en mi opinión La gran broma final y su devenir épico; Taberneros, suerte de nana para adultos acerca del amor frustrado; Cosas que no hay que contar, intenso relato oral sobre lo que debe ser ocultado, y El mercado de Sonora, cuya sonoridad psicodélica se aleja de la del resto del álbum y cierra La zona sucia. Ésa en la que Nacho Vegas se mueve como pez en el agua (de los malditos) y que hace de él una de las voces más interesantes de la música popular española de este siglo.






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