jueves, 10 de diciembre de 2020

Interstellar Space

Grabado el 22 de febrero de 1967, cinco meses antes de su muerte, Interstellar Space es uno de los pasos más extremos de John Coltrane en su búsqueda tenaz e implacable del sonido definitivo. A solas con Rashied Ali en el estudio de Rudy Van Gelder, Trane y el baterista crean una música antológica que muestra a un artista pleno cuyas investigaciones derivan de planteamientos claros —aun osados, radicales e incluso tremendos—, cuyo desarrollo inicial se remonta a los años cincuenta. Lógicamente nadie podría decir que el saxofonista de Milestones o Giant Steps iba a llegar a simas free jazz como la que hoy nos ocupa, pero, vista con retrospectiva, la lógica del avance, cual falárica en llamas, es obsesivamente precisa. La cercanía de su defunción, el título del álbum y de sus cuatro piezas (Mars, Venus, Jupiter, Saturn) y la figura mítica, sagrada de su autor aumentan sin duda la épica de un trabajo —la parca impulsando a Coltrane a darlo todo pues sabe que el tiempo que queda es mínimo— que no verá la luz hasta 1974, pero la reducción de los instrumentos a solo saxo tenor y batería, en contraste con el número y las características de los que se pasean por Ascension, Kulu Sé Mama, Om o Live At The Village Vanguard Again, habla de una decisión estética —decisión, claro, que es vanguardia absoluta y no está hecha o pensada para todos los oyentes— que profundice en el rechazo a las coartadas melódicas o armónicas e imponga la improvisación alrededor del timbre y todas sus variaciones posibles como leitmotiv. Poco quedaba por decir, pues, a John Coltrane tras Interstellar Space, por el avance de la enfermedad, el arrebato y la pureza de la propuesta y la soberbia plasmación del tándem viento/percusión de este inaudito tour de force. El silencio, ya lo había hecho otras veces, parecía llamar definitivamente a la puerta.

2 comentarios:

  1. Muy interesante lo que comentas, esa visión minimalista de un Trane ya cercano al final. La vanguardia no tiene porque revestirse de ornatos para llegar donde pretende llegar, un paso adelante en ese silencio que también supo interpretar.
    Queda apuntada la referencia.
    Abrazos,

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  2. Es un disco que, si no me equivoco, te va a gustar mucho. Eso sí, que no ande nadie alrededor si lo escuchas sin auriculares, se puede asustar (o enfadarse).

    Abrazos, Javier.

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