jueves, 14 de septiembre de 2023

El manifiesto desastre

Tres años después de Desaparezca aquí, Nacho Vegas retomaba su carrera en solitario con El manifiesto desastre (2008). Y decimos bien en solitario, pues entremedias había colaborado con muy buenos resultados con Bunbury (El tiempo de las cerezas), Christina Rosenvinge (Verano fatal) y Xel Pereda (los dos dieron forma a Lucas 15). El cuarto y último trabajo del asturiano para Limbo Starr no muestra a un artista especialmente diferente, aunque el piano de Abraham Boba y el bajo de Luis Rodríguez modifiquen la formación del grupo que le acompaña, en el que seguimos escuchando la guitarra de Pereda y la batería de Manu Molina.

Dry Martini, S.A. evidencia de salida que las letanías fustigadoras de autoficción que tan bien practica Vegas siguen en su sitio. A pesar de su título, o en contradicción con él, Detener el tiempo acelera moderadamente el tempo de ejecución, folk rock que cita en su letra una de las grandes obras maestras de Bob Dylan, Blonde On Blonde, referencia ineludible del autor de Cajas de música difíciles de parar. Junior suite recupera la solemnidad cotidiana o la cotidianidad poetizada o sublimada a fuego lento, algo tan característico de nuestro hombre, y permite que Boba luzca sus teclados. Lole y Bolan (un amor teórico) es un homenaje explícito a Marc Bolan, T. Rex y el glam rock en el que colabora Rosenvinge. Vuelve a lo suyo Nacho Vegas, a tejer la música a su manera, en El tercer día, poderoso tema que se adelanta a la versión del Anyhow, I Love You de Guy Clark, que Vegas lleva claramente a su terreno (y no solo por convertirla al castellano: Nuevas mañanas) sin traicionar su devenir melódico. Crujidos es lo más pop del lote, canción pegadiza y agradable que no acaba de encajar en el conjunto. Uno de los momentos cumbre de El manifiesto desastre es Mondúber, espectáculo lírico y sonoro que me emociona sobre todo cuando Vegas entona estos versos que repite cual pliego de cargos ante el que no cabe defensa —fatalismo propio de la casa— y que su creador parece cantar con el orgullo de la desolación:

"Y tú, solo tú eres el único culpable,
el cielo presagia una auténtica debacle.
Y ven, mi amor, ven, acompáñame al desastre,
y ten, mi amor, ten, éste es el premio que ganaste".

Un desastre manifiesto lleva ecos de Tom Waits y Nick Cave y tiene fragmentos de gran interés instrumental en los que el rock y y el folclore del norte de España se dan la mano. En lugar del amor recuerda a Joaquín Sabina en su acercamiento a las rancheras, si bien tan negativa influencia es superada por Vegas y su banda al ponerla en escena. Concluye el álbum mediante una Morir o matar que prolonga y hurga en el malditismo de su cantante y compositor, firme que el pisa cómodo y en el que juega sus bazas artísticas. Las de una de las voces más peculiares y de mayor calidad de la música popular del siglo XXI en este país.



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