Todo apunta al lugar adecuado en La noche se mueve, producción de 1975 conocida por dar nuevos aires al cine negro que había alcanzado su esplendor en los años cuarenta y cincuenta. Un guion de Alan Sharp, que ya había escrito en el mismo tono existencial Fuga sin fin (Richard Fleischer, 1971) y La venganza de Ulzana (Robert Aldrich, 1972); un Gene Hackman que había protagonizado dos películas que también aspiraban, desde perspectivas diferentes, a dar una visión contemporánea del género: French Connection (William Friedkin, 1971) y La conversación (Francis Ford Coppola, 1974); un director, Arthur Penn, que era autor de dos clásicos cercanos al noir como La jauría humana (1966) y Bonny And Clyde (1967). Sharp, Hackman, Penn: tres talentos que suman fuerzas en un largometraje que es también recordado por significar el debut de la famosa actriz Melanie Griffth.
El texto de Sharp hace hincapié en las relaciones sentimentales, el fracaso vital y la desgracia inevitable, dibuja a los personajes perfectamente, contiene diálogos muy brillantes y reduce la intriga criminal a su mínima expresión, con lo que el verismo de la puesta en escena de Penn y la sobriedad impecable de Hackman potencian todas las cualidades que, si bien sobre el papel pueden ser evidentes, no es hasta que cobran vida en la pantalla cuando, arruinadas o sublimadas, se convierten en el producto artístico a juzgar. El creador de El zurdo (1958) hace un trabajo sobresaliente en la dirección de actores, sus voces, sus expresiones y sus reacciones son exploradas por su cámara desde multitud de ángulos (apuesta por el fraccionamiento habitual en su obra y generadora de su estilo), aunque asimismo haya planos generales encargados de transmitir magistralmente el desasosiego, la inquietud o la desolación.
El tono contenido de un relato que avanza poco a poco, sin prisa por resolver enigmas, con ganas de que las razones de cada cual sean expuestas, hace que el espectador pueda saborear y pensar los muchos detalles y matices que encierra. Nunca la narración se subordina a la acción o el misterio se impone al drama, es la observación calmada y minuciosa la que interesa a Arthur Penn y sus colaboradores y la que da su espíritu a una película cuya personalidad y factura en nada envidia a la de las obras maestras que ese mismo año estrenaban Stanley Kubrick, Theo Angelopoulos, Akira Kurosawa y Steven Spielberg. La noche se mueve, sí, a la altura de Barry Lyndon, El viaje de los comediantes, Dersu Uzala y Tiburón.
Creo que la unión de esas tres voluntades en esta película, logró el cometido de que el género negro manuviera su imperio en la apantalla grande. El guión magnífico, capturando la atención del género, cómo dudar de la capacidad del Sharp, y Penn echando a rodar el genio de su dirección, con un Hackman bien encajafdo en la tropilla de acores de una película que se conserva, como un paradigma del género. Saludos. Carlos
ResponderEliminarEstamos de acuerdo, Carlos. Tres voluntades, como bien dices, empujando hacia el mismo sitio y una película sobresaliente.
ResponderEliminarUn abrazo.