lunes, 8 de enero de 2024

Electric Dreams

Una breve introducción acústica de John McLaughlin, o Guardian Dreams, da paso a Miles Davis, o el tema en el que el guitarrista devuelve el favor a Davis por haber puesto su nombre a uno de los cortes del inconmensurable Bitches Brew. Se hace aquí realidad la promesa eléctrica que deducimos del título de Electric Dreams, elepé grabado a finales de 1978 y publicado al año siguiente. Llama la atención, además de los punteos de McLaughlin, la base rítmica que forman Fernando Saunders y Tony Smith, quienes en el futuro, antes el bajista, trabajarán con Lou Reed. Electric Dreams, Electric Sighs navega por mares más relajados en los que las seis cuerdas del líder y los teclados de Stu Goldberg tienen prominencia a excepción del solo de violín de L. Shankar. No deja dichos mares Desire And The Comforter, cuya primer tercio domina Saunders, aunque luego la pieza se transforme en una espléndida colisión de funk y jazz en la que todos los músicos aportan los suyo, incluida la percusión de Alyrio Lima y excluido —si mis oídos no me fallan, que todo puede ser— el violín de Shankar. Sí que es importante su labor, sin embargo, en el primer segmento de Love And Understanding, balada que canta, apoyado por Smith, Saunders sin abandonar su bajo. Singing Earth es la segunda miniatura del trabajo, protagonizada por Goldberg en exclusiva. The Dark Prince se lanza a la improvisación pura, la que va del bebop al free jazz, con muy buenos resultados en general y notables intervenciones solistas de McLaughlin y Goldberg. Llegamos al final del disco gracias a The Unknown Dissident, o donde se incorpora el saxo alto de David Sanborn para añadir nuevos matices a unos Electric Dreams adjudicados a John McLaughlin with The One Truth Band, efímero grupo que aquí acompaña al guitarrista inglés. Sin ser imprescindible sí que es un álbum recomendable que satisfará, creo yo, al aficionado que lo desconozca y quiera acercarse a él.


 

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