lunes, 23 de enero de 2023

Despegando

En pleno viaje de la dictadura a la democracia guiados por Juan Carlos I y su espada lampedusiana (bien agarrado a los gavilanes en su afán de que todo cambiara para que todo siguiera igual), o, si me prefieren pulcro y oficialista, en plena transición española, Enrique Morente publicaba un espléndido paso adelante cuyo título —por el momento histórico en el que ve la luz— rebasa la condición de mero avance musical que Despegando (1977) evidencia en sus surcos. Es un artista genial el que despega, sí, pero también es un país el que lo hace; es un cantaor que mira más allá del purismo y busca nuevas formas de expresar el flamenco, sí, pero asimismo es una población harta de represión y miseria moral que quiere encontrar un camino de libertad a pesar de que el supuesto adalid haya sido educado y nombrado por el mismo tirano a olvidar.

Estrella y su flamenco de tendencia orquestal es un comienzo ciertamente perturbador para el aficionado que no quiere evolución en su arte. Aunque la perturbación vaya a multiplicarse con Mírame a los ojos, seguiriyas en las que la guitarra de Pepe Habichuela es sustituida ¡por un órgano! ¡Cómo! Sí, un órgano fantasmagórico que en dos minutos largos estampa un bofetón en la cara del purista. Purista que tiene que callar si tiene algo de dignidad, pues la sobrecogedora adaptación de la Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández, llamada Compañero por el autor de Omega, es realizada por Morente y Habichuela respetando la tradición que tanto aman y han estudiado, como ese mismo año demostrará su Homenaje a D. Antonio Chacón. La realidad política se hace explícita en Defender Andalucía, jaleos clásicos que "con pisadas verdiblancas" piden "que se nos caiga la venda / que los ojos nos tapaba". El cajón adorna Tú vienes vendiendo flores para seguro espanto del inmovilista al que nos venimos refiriendo. Las seguiriyas vuelven rabiosas en Me faltan las fuerzas y no pierden arte ni poderío, aun moviéndose de palo, en Alegrías de Enrique. Extractos del poema Recuerdo infantil de Antonio Machado, Yo escucho los cantos son bulerías modélicas que preceden a Que me van aniquilando, despedida en forma de tangos que demuestra que Enrique Morente era tan jondo como el que más al mismo tiempo que un renovador vanguardista que acabó en sus últimos quince años de carrera desbordando todas las barreras y etiquetas —exactamente igual que el monarca campechano a la hora de degradar su imagen y la de la democracia que esperanzó al músico granadino— hasta convertirse en un creador extraordinario y universal. Y eso que ya llevaba mucho tiempo Despegando. Díganselo a las nueve canciones que —contradiciendo a Franz Zappa— hemos intentado convertir en palabras.


 

 

3 comentarios:

  1. Qué guay te ha quedado el rollo podemita

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  2. Soy un diletante, no lo quiero remediar. Ante un comienzo tan gatopardiano como el que antecede no puedo permanecer ajeno. Las cosas de la vida (y del querer, verbo tan flamenco...) se van sorbiendo poco a poco, a veces sin comprensión inmediata, otras veces suceden sin apenas darnos cuenta. Que un disco como el que comentas, con toda su intrahistoria, me haya pasado desapercibido, me causa desasosiego, también alegría, será por lo mucho que me queda aun por descubrir. En ese estado de orfandad levanto mi pipa y prometo desligarme, por siempre, del catecismo y abogar por el cante popular.
    No se si ha quedado suficientemente claro.
    Abrazos,

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  3. Anónimo y mi hater oficial, veo que aparte de ser un ignorante en lo musical, un cobarde y un cansino eres un reaccionario. Te pega.

    Por Lampedusa que sí, Javier. De Morente se aprovecha todo, camarada.

    Un abrazo.

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